Opinión
Momentos felices
Cunqueiro es sin duda alguna uno de los grandes prosistas españoles del siglo XX, junto con Josep Pla y Rafael Sánchez Ferlosio
Acompasar al paso de las estaciones los trabajos y los días: en primavera estrenar el campo y arar la tierra; en verano acarrear el heno y cosechar la mies; en otoño recoger con gratitud los frutos y proveerse de leña para la lumbre; en invierno podar las vides, injertar los árboles y descansar, como hace la naturaleza, una buena temporada.
Volver a casa al caer la tarde y sentarse a la puerta a esperar la noche y que se enciendan las estrellas.
No tener amo ni compromisos ni rutina, solo costumbres.
Igualar con la vida el pensamiento.
Pasar honradamente y con modestia.
Corresponde lo anterior a un intento por exponer sucintamente en un puñado de renglones lo que podía ser una vida feliz (soñada, lo sé), y no lo había dado aún por terminado cuando me vino a la mente un episodio contado por Álvaro Cunqueiro en uno de los artículos publicados en el periódico vespertino La Noche de Santiago de Compostela y recogidos en el libro Los días en La Noche (Los días, porque ese era el título de la serie que firmó entre 1959 y 1962). Al respecto, y antes de continuar, permítanme añadir que Cunqueiro es sin duda alguna uno de los grandes prosistas españoles del siglo XX, junto con Josep Pla y Rafael Sánchez Ferlosio.
Fechado el día 4 de noviembre de 1960, lleva por título Mientras llueve, y refiere en él que un ilustre erudito chino del siglo XVIII, de nombre Ching Shengran, se vio obligado, durante una excursión, a permanecer encerrado diez días con un amigo en un templo, a causa de las lluvias. Tuvo así ocasión la pareja de cumplir el que para los chinos era uno de los ideales de felicidad desde que el poeta Su Tung-po lo hubiera expresado en uno de sus poemas, allá por el siglo XI: que dos amigos pasaran las horas de la noche en la misma habitación y cada uno en su cama, ligeramente embriagados, oyendo llover.
Recordando al poeta, el erudito y su amigo se entretuvieron, mientras disfrutaban del sonido de la lluvia, en redactar una lista de los treinta y tres posibles momentos felices de la vida de un hombre, lista que fue posteriormente aceptada y reconocida por los sabios de China como "el clásico de la felicidad".
Cunqueiro escoge algunos de esos momentos, nueve en concreto, y de entre esos nueve me he permitido seleccionar estos tres:
–Escuchar a nuestros hijos que recitan los clásicos tan de corrido como el cantar del agua que se vierte de una jarra. ¡Ah!, ¿no es esto felicidad?
–Estar bebiendo una noche de invierno, y de pronto sorprenderse del silencio y el intenso frío, y abrir la ventana y ver caer copos de nieve del tamaño de una mano, y ya hay cuatro dedos de nieve en la tierra. ¡Ah!, ¿no es esto felicidad?
–Abrir la ventana y hacer que salga del cuarto un moscardón. ¡Ah!, ¿no es esto felicidad?
Y podría ahora añadir cada lector un momento personal a esa lista de momentos felices.
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