
Opinión
De procedencia literaria
El seductor por antonomasia, donjuán, debe su nombre al personaje de varias obras de ficción

El reconocimiento y la popularidad de algunos autores y personajes literarios ha propiciado que sus nombres hayan pasado a formar parte del vocabulario de uso común.
Así, de una escena o imagen que causa espanto se dice que es dantesca, en recuerdo de las que pinta Dante cuando en el canto primero de la «Divina Comedia» desciende acompañado de Virgilio a los infiernos.
Celestina, el nombre de la protagonista que da título a la obra de Fernando de Rojas, designa desde entonces (siglo XV) a la alcahueta.
La persona o animal que sirve de guía a alguien se llama lazarillo porque eso, guiar a un ciego, es lo que hace Lázaro siendo todavía un niño en el primer capítulo del «Lazarillo de Tormes».
Desde el XVI para acá, a nadie le extraña motejar de pantagruélica una comida excesiva, a las que era tan aficionado Pantagruel, personaje y título de una obra del escritor francés Rabelais.
Del político y escritor italiano Maquiavelo deriva el adjetivo maquiavélico/ca, sinónimo de astuto y engañoso.
Se tilda de quijotesco el temperamento más o menos idealista o soñador de una persona, en la mayoría de los casos con un cierto retintín, el mismo con que suelen juzgar los lectores los hechos y el comportamiento de don Quijote.
El seductor por antonomasia, donjuán, debe su nombre al personaje de varias obras de ficción, como «El burlador de Sevilla», de Tirso de Molina, o «Don Juan Tenorio», de José Zorrilla (también el apellido del protagonista de esta última obra, tenorio, se utiliza con el mismo significado). Y casanova, que el DRAE define como «hombre mujeriego», proviene asimismo de un nombre propio, en este caso el del aventurero, escritor y diplomático italiano Giacomo Casanova.
Los quevedos, lentes de forma circular, sin patillas, con una armadura a propósito para que se sujeten en la nariz, reciben ese nombre porque Francisco de Quevedo lleva esta clase de anteojos en los retratos que se conservan de él.
Por la misma razón, al hombre hipócrita y falso se le llama tartufo, el protagonista de una comedia de Molière, «Tartufo o el impostor», y al que manifiesta incredulidad o escepticismo cínico y burlón, volteriano, derivado del filósofo y escritor Voltaire.
El adjetivo rocambolesco/ca, tomado de Rocambole, personaje creado por P.-A. Ponson du Terrail, novelista francés del siglo XIX, se emplea habitualmente para referirse a un suceso extraordinario, exagerado o inverosímil.
De Cenicienta, protagonista de un cuento de Charles Perrault, se originó la palabra cenicienta, que designa a la persona o cosa injustamente postergada, despreciada o marginada.
Si alguien pasa por una situación absurda o angustiosa puede muy bien calificarla de kafkiana, por asemejarse a la que vive Gregorio Samsa en «La metamorfosis».
Y pamela, el sombrero que usan las mujeres, preferentemente en el verano, proviene del título de una novela, Pamela, escrita por el autor británico Samuel Richardson.
✕
Accede a tu cuenta para comentar