El Rey triunfa en Montserrat pese al ruido independentista

En una jornada que simboliza el giro institucional en Cataluña y el desgaste del procés, los Reyes Felipe VI y doña Letizia visitaron ayer la Abadía de Montserrat con motivo del milenario de su fundación. La visita, de carácter privado pero cargada de contenido simbólico, transcurrió con normalidad y contó con la acogida respetuosa de la comunidad benedictina encargada del recinto, del president de la Generalitat, Salvador Illa, y de otros representantes del tejido eclesial y empresarial catalán.

Durante el acto central, centrado en la figura del Abat Oliba, impulsor en el siglo XI del movimiento de Pau i Treva, el Rey pronunció un discurso en el que destacó el simbolismo del monasterio como punto de encuentro entre la cultura catalana, española y europea. Alternando castellano y catalán, Felipe VI elogió la constancia de los monjes y pidió huir de «los discursos totalitarios, las identidades excluyentes, los extremismos y las pretensiones de superioridad moral». Del mismo modo, el Rey reivindicó el legado cultural, espiritual e histórico de Montserrat, así como su estatus como «punto de encuentro de las cultura catalana, española y europea».

A la ceremonia también acudieron otros representantes institucionales y, así, contó con la participación del ministro Jordi Hereu, la alcaldesa de Monistrol, Núria Carreras, el delegado del Gobierno en Cataluña, Carlos Prieto, y el propio Salvador Illa. También acudieron representantes del mundo empresarial y de la Iglesia.

El independentismo «pincha»

Mientras en el interior del monasterio se reivindicaban los valores benedictinos como una contribución a la paz, en el exterior apenas unas decenas de manifestantes respondieron a la convocatoria de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), en una nueva muestra del debilitamiento del movimiento independentista. La llamada «Marxa sobre Montserrat», que pretendía bloquear los accesos desde tres puntos distintos de la montaña y había generado gran expectación, se convirtió en un fracaso de movilización. Los Mossos d’Esquadra, desplegados con normalidad, contuvieron sin dificultad los escasos momentos de tensión provocada por los manifestantes independentistas.

El presidente de la ANC, el cantautor Lluís Llach, acusó a los Mossos de haber requisado banderas separatistas y cargó duramente contra el abad de Montserrat, Manel Gasch, por invitar a los Reyes. Pero sus palabras, lejos de movilizar, reflejaron la impotencia de un independentismo cada vez más aislado y menos capaz. La protesta fue tan tibia que incluso obligó a la ANC a desconvocarla cuando la llegada de los Reyes se produjo por una entrada secundaria de la Abadía, evitando así cualquier incidente.

Además, las reacciones de los líderes del secesionismo no se hicieron esperar. Oriol Junqueras tildó la visita de «falta de respeto a Cataluña» y calificó a la monarquía de «institución caduca». Por su parte, Carles Puigdemont habló de «autoinvitación» y acusó al Gobierno y a la Generalitat de colaborar en un supuesto plan de «españolización». Desde Junts se reclamó incluso la comparecencia de la consellera d’Interior por la «actuación desproporcionada» de los Mossos ante la marcha convocada por la Asamblea Nacional.

Una visita histórica

La visita de ayer supone la primera de Felipe VI a Montserrat como Rey. Ya lo había hecho en 2011, cuando aún era Príncipe de Asturias, con motivo del milenario del monasterio. Catorce años después, su regreso no sólo subraya la importancia institucional del acto, sino también la consolidación de una nueva etapa política en Cataluña, marcada por la moderación y la vuelta al respeto a las instituciones, tal y como afirma constantemente el presidente Illa.

El acto concluyó con una actuación de la Escolanía de Montserrat y un encuentro privado del Rey con el abad en el claustro. Lejos de las soflamas separatistas, la jornada respiró institucionalidad, cultura, fe y concordia.