
Opinión
El santo más simpático y popular
Un santo por el que muchos no cristianos, agnósticos y ateos han sentido una especial ternura y admiración

Y, también, el santo del que más se ha escrito: autores tan ilustres como Goethe, Montaigne, lord Byron, Hermann Hesse, Chesterton, Saramago o Pasolini se acercaron a él, deseosos de conocer su figura y sus enseñanzas; un santo por el que muchos no cristianos, agnósticos y ateos han sentido una especial ternura y admiración. Hablo de san Francisco de Asís, cuya festividad se celebra hoy, 4 de octubre.
Como hijo de mercader que era, sabía muy bien lo que significaba el dinero, pero aprendió ya de muy joven que los caminos del espíritu obligan a renunciar a los bienes materiales y a liberarse de las cosas y del deseo de poseerlas: solo así, desde la desposesión y la pobreza voluntaria, es posible vivir en paz y en alegría, encontrar la sabiduría y la verdad. Y esa fue su primer gran enseñanza, la que le granjeó las primeras simpatías y con la que atrajo a sus primeros seguidores. También la que suscitó de seguida el desencuentro y las desavenencias con su padre, y las murmuraciones de algunos vecinos que le tomaron por loco. Ocurrió todo esto hacia 1206, fecha en que tuvo lugar la célebre escena, muy celebrada y representada luego por los artistas, en que el futuro santo, en la plaza de la catedral de Asís y en presencia del obispo, se desnuda y le entrega sus ropas a su enojado padre, simbolizando de esta manera su desvinculación y alejamiento definitivo de la familia y del mundo que ella representaba.
Decidido ya a cambiar del todo y a convertirse en otro, da comienzo entonces la actividad pública del “poverello”, el pobrecillo, el cariñoso apodo con que se hizo famoso, que culmina con su muerte en 1226, y que tiene como hitos principales la fundación de las Orden de los Hermanos Menores (popularmente, los franciscanos) y la de las Damas Pobres (las clarisas, así llamada por haber sido santa Clara su cofundadora). La dedicación a las labores más humildes (la humildad, virtud hoy tan poco valorada, es otra de sus enseñanzas) en iglesias y monasterios y la pobreza como norma de conducta fueron los principios rectores que guiaron su existencia.
Llama la atención en el santo de Asís, y a lo mejor por eso es tan carismático y actual (el papa Francisco contribuyó sin duda a ello al escoger su nombre e invocar su legado), que, predicando la pobreza y el desprendimiento de las cosas de aquí abajo, amara y alabara tanto la creación, el mundo natural: el hermano pájaro, el hermano lobo, el hermano sol, como él decía, o así se le atribuye, en las Florecillas de san Francisco, una obra del siglo XIV, muy popular en todo el mundo, que reúne un conjunto de variadas historias de diversa procedencia o autoría sobre la vida y hechos del santo y de sus primeros compañeros franciscanos.
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