Opinión
Tecnología inteligente
Esta revolución trae consigo también algunos desafíos y peligros potenciales
Hace unos días, Tesla organizó el evento We Robot, un despliegue tecnológico que parecía sacado de las novelas de Asimov. Taxis y autobuses autónomos circulaban como parte natural del paisaje urbano, mientras robots humanoides, con movimientos precisos, servían bebidas y bailaban al ritmo de la música.
La robótica y la conducción autónoma han dejado de ser promesas lejanas. Estamos inmersos en una revolución tecnológica imparable, que puede ofrecernos grandes beneficios, como la reducción de accidentes de tráfico. En España, cada año mueren alrededor de 1.800 personas en accidentes, y otras 7.000 sufren lesiones, muchas de ellas irreversibles, según la DGT. De las seis principales causas de estos siniestros, cinco están relacionadas con errores humanos: distracciones, alcohol, drogas, exceso de velocidad y la fatiga. La conducción autónoma podría eliminar casi por completo estos riesgos.
Sin embargo, esta revolución trae consigo también algunos desafíos y peligros potenciales. ¿Quién es responsable de las decisiones tomadas por una Inteligencia Artificial? ¿Qué pasará con todas las personas que van a perder sus puestos de trabajo? ¿Cómo podemos evitar perder el control? Abrir el debate social y plantearse cómo regular estos escenarios es un deber. Tratar de detener el avance tecnológico es un acto fútil. La tecnología avanza inexorablemente ajena a los juicios éticos o morales. Siempre ha sido así.
En un año en que el Nobel de Física ha sido otorgado a los padrinos del aprendizaje automático y el de Química a los creadores de Alphafold, una inteligencia artificial que revolucionará la investigación de las moléculas, el Premio Nobel nos recuerda que los descubrimientos científicos son tan poderosos como el uso que les demos. Pueden salvar vidas o causar destrucción. En última instancia, la ciencia y la tecnología son espejos de nuestra humanidad. En ellas se reflejan nuestras aspiraciones, nuestras ambiciones, y también nuestros errores. Nuestra responsabilidad es asegurarnos de que la tecnología sea utilizada para el bien común.
Pero mientras Estados Unidos y China lideran esta revolución, Europa sigue rezagada. Es hora de que aceleremos y nos unamos a la vanguardia tecnológica antes de que sea demasiado tarde.
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