Ciencia
¿Pudo Venus perder su luna?
Venus no posee satélites naturales en la actualidad, como la Tierra, pero podría haberlos tenido en el pasado.
Venus es conocido por ser el «planeta gemelo» de la Tierra, en gran medida porque los dos mundos poseen una atmósfera y actividad volcánica y su estructura interna y su diámetro son similares. Pero, si nos fijamos en detalles más específicos, los dos planetas no podrían ser más diferentes. La atmósfera venusiana está compuesta principalmente por dióxido de carbono, la densidad de su aire al nivel del mar es 90 veces superior al nuestro y las nubes que envuelven el planeta albergan ácido sulfúrico que cae en forma de lluvia ácida... Aunque esas gotas nunca llegan a tocar el suelo, porque la temperatura superficial de Venus supera los 400ºC.
Aun así, todos estos datos tan extremos nos distraen de la diferencia con la Tierra que más llamaría la atención de un extraterrestre que estuviera de paso por el sistema solar: Venus carece de una luna.
De hecho, la ausencia de lunas venusianas resulta aún más intrigante si se tiene en cuenta que otros planetas de nuestro sistema solar poseen decenas de satélites naturales, como vimos hace unos días. Por tanto, ¿cómo es posible que un planeta con un campo gravitatorio similar al de la Tierra no lograra hacerse con al menos una luna?
Cómo perder una luna
Lo primero que hay que tener en cuenta es que el hecho de que Venus no posea ningún satélite natural en la actualidad no significa que no hubiera podido tener alguno en otros tiempos. Al fin y al cabo, este planeta ha cambiado tanto a lo largo de su historia que hasta hay indicios de que su superficie llegó a estar cubierta de océanos (que se evaporaron cuando su temperatura aumentó). De la misma manera, existen fenómenos que podrían haber provocado que Venus perdiera cualquier luna que le hubiera hecho compañía en el pasado.
En primer lugar, al encontrarse más cerca de nuestra estrella, la influencia de la gravedad solar sobre Venus es mucho mayor que sobre el resto de los planetas. Además de ayudar a reducir el periodo de rotación del planeta hasta su ritmo actual de 243 días, las fuerzas de marea que el Sol ejerce sobre Venus también habrían tendido a desestabilizar la órbita de cualquier luna que hubiera poseído en el pasado: según un estudio de 1973, sólo un satélite que no superara los 200 kilómetros de diámetro y orbitara muy cerca del planeta podría haber sobrevivido a largo plazo alrededor de Venus.
Una vez desestabilizada su órbita, ese satélite hipotético habría acabado estrellándose con la superficie de Venus o escapado de su dominio gravitatorio. Respecto a este último escenario, existe un curioso artículo de 1976 en el que se plantea que Mercurio podría ser un satélite perdido de Venus que terminó adoptando una órbita estable alrededor del Sol. Eso sí, aunque sus autores sostienen que esta idea encaja con las órbitas actuales de Mercurio y Venus, está basada en modelos anticuados de formación planetaria, como la fisión.
Pero existe un segundo caso en el que Venus habría perdido su satélite que involucra el impacto de otros cuerpos celestes, en lugar de la gravedad del Sol.
Nuestra propia luna se formó a partir del material que salió despedido al espacio cuando un objeto del tamaño de Marte chocó con nuestro planeta, hace unos 4.400 millones de años. Teniendo en cuenta que este tipo de colisiones era frecuente en la infancia del sistema solar, otro estudio de 2006 propuso que Venus pudo experimentar el impacto de dos grandes cuerpos celestes en esta época: tras sufrir una primera colisión que invirtió la dirección de rotación del planeta y formó una luna, el sentido de rotación habría sido alterado de nuevo por el choque de un segundo objeto y las interacciones gravitatorias entre Venus y su satélite habrían desestabilizado su órbita, haciendo que se precipitara contra la superficie venusiana.
¿Existencia incomprobable?
En cualquiera de los casos, la cuestión es que existe la posibilidad de que Venus hubiera perdido una luna en algún momento del pasado, aunque se desconoce cuál fue el destino de ese satélite hipotético. Si escapó al espacio, es probable que acabara chocando con el Sol y cualquier evidencia de su existencia sea irrecuperable, pero las cosas tampoco son muy distintas si colisionó con Venus. De hecho, los autores del estudio de 2006 señalan que es poco probable que el impacto de un satélite dejara una marca química o geofísica que fuese claramente reconocible en la actualidad.
En definitiva, aunque es muy probable que la superficie pasada de Venus se pareciera mucho más a la de la Tierra actual y que incluso llegara a ser habitable, tal vez nunca sepamos si nuestro planeta gemelo tuvo, a su vez, una hermana pequeña como la nuestra.
QUE NO TE LA CUELEN:
- La Luna se está alejando muy lentamente de la Tierra, pero dejará de hacerlo en un futuro lejano, de modo que nuestro planeta no llegará a perder su satélite.
REFERENCIAS:
- W.R. Ward, M. J. Reid. “Solar tidal friction and satellite loss”. Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, Vol. 164, p. 21 (1973)
- Thomas C. Van Flandern, Robert S.Harrington. “A dynamical investigation of the conjecture that Mercury is an escaped satellite of Venus”. Icarus, Vol. 28, Is. 4, pp. 435-440 (agosto de 1976)
- Alexander A. Alemi. “Why Venus has No Moon”. Bulletin of the American Astronomical Society, Vol. 38, p. 491 (septiembre de 2006)
- Michael J. Way, Anthony D. Del Genio. “A view to the possible habitability of ancient Venus over three billion years”, EPSC Abstracts, Vol. 13, EPSC-DPS2019-1846-1 (2019)
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