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Lo dificil que resulta cortar un diamante

Cortar un diamante puede ser muy complicado, y no solo por su dureza, sino por obtener fragmentos que mantengan su valor

Diamante cullinan en bruto, uno de los más grandes jamás encontrado, la lado, una de las piezas extraidas de él
Diamante Cullinan en bruto, al lado de una de las piezas extraídas.Wikipedia

Era un diamante enorme. El más grande que Frederick Wells había visto en su vida. Y eso que estaba acostumbrado a verlos, como propietario que era de una mina de diamantes en Sudáfrica. Cuando los trabajadores se lo trajeron, no supo bien qué hacer con él. Pesaba más de medio kilo, y era tan grande como un puño cerrado, pero era un diamante en bruto. Tosco e indivisible. El alto precio del diamante no sería fácilmente pagado por nadie, y estaría obligado a ser pagado en una sola pieza. Por suerte, el rumor del diamante más grande jamás encontrado llegó a Europa, y fue comprado por un país: Inglaterra. Sus dirigentes usaron las arcas del estado para conseguir el diamante en 1905 y regalárselo al rey Eduardo VII por su cumpleaños.

La economía que rodea a los diamantes es muy diferente a la del oro. El oro es un material maleable, que se puede fundir y cambiar de forma con facilidad. Un collar de oro puede pasar a ser un anillo con ayuda de una fundición. Por este motivo, salvo el trabajo de algunos orfebres, la mayoría de oro tiende a venderse al peso, dándole más importancia a la cantidad de material que se incluye que a la forma que tiene.

Pero en los diamantes, lo que importa es la forma. Un diamante en bruto tiene un aspecto tosco, sin aristas ni brillo transparente. Se ha formado a partir de fragmentos de carbón que han sido sometidos a altas temperaturas y presiones durante millones de año bajo tierra, por lo que se aspecto se asemeja más a una piedra asimétrica blanquecina y opaca.

Un diamante adquiere auténtico valor si tiene una forma pulida y trabajada. La imagen que tenemos en nuestra cabeza de un diamante octogonal tiene mucha lógica desde un punto de vista químico, y a nivel económico ha provocado algún quebradero que otro de cabeza. Uno de los mejores ejemplos sobre la complicación de la forma fue precisamente el diamante más grande jamás encontrado, bautizado como diamante Cullinan.

De un golpe

Eduardo VII agradeció su regalo de cumpleaños, pero sabía que aún quedaba trabajo por hacer. Ese enorme diamante tenía un aspecto deslustroso que desentonaba con las joyas que todos tenían en mente. Para arreglarlo, buscó al tallador de diamantes más famoso de ese momento: J. Asscher, un tallador afincado en Ámsterdam y cuyos descendientes siguen trabajando en este arte.

Para llevarse el diamante a su taller, Asscher optó por simplemente coger un barco normal de pasajeros y llevar el diamante en el bolsillo de su chaqueta, alojado en un camarote con dos escoltas. Era una misión secreta, en la que ni los escoltas sabían que realmente estaban protegiendo un diamante y no una persona. Una vez llegó a su taller, se puso a trabajar.

Para Asscher, un encargo así tenía una gran importancia pero entrañaba un gran riesgo. Tallar un diamante se basa en aprovecharlo al máximo y no romperlo en fragmentos demasiado pequeños. Un golpe en falso acabaría generando joyas de baja calidad que no compensaran el valor del diamante completo, lo que provocaría una pérdida de valor y de reputación. Para dar el golpe correcto, debía estudiar la estructura de ese enorme diamante.

Desde un punto de vista químico, los diamantes están formados por átomos de carbono, los mismos del carbón y el grafito. Lo que marca la diferencia es la distribución espacial de sus átomos.

Por ejemplo, en el grafito de las minas de los lápices, los átomos de carbono se distribuyen formando capas horizontales, unas sobre otras como en una baraja de cartas. Esto hace que puedan romperse fácilmente si se aporta fuerza en la dirección correcta, como hacemos al usar un lápiz y dejar un surco de carbono en la hoja.

En el diamante, los átomos de carbono forman un cristal tridimensional en forma de pirámide. Esto hace que actúe como un andamio regular y estable, creando un cristal rígido y tan duro que puede rallar cualquier mineral conocido.

Por este motivo, la única manera de romper un diamante a comienzos del siglo XX era usando otro diamante. Las herramientas de los talladores suelen incluir diamantes en su composición, engarzados en martillos y picas que les permiten poder rallar y golpear el diamante de manera efectiva. Hoy en día se siguen usando estas herramientas, pero muchos talleres usan láseres de alta potencia, capaces de aportar energía a la red de átomos del diamante para cortarla de manera precisa.

Como nos podemos imaginar, Asscher no iba a golpear el diamante así como así. Un golpe mal dado es irreversible, así que dedicó varios meses a simplemente estudiar el diamante completo y buscar el punto de fractura ideal.

Foto de Asscher y sus compañeros estudiando el diamante para planificar su ruptura
Foto de Asscher y sus compañeros estudiando el diamante para planificar su rupturaWikipedia

Los cristales con geometrías perfectas tienen una propiedad clave: si se separan, hay ciertas estructuras que prefieren formar. Esto lo podemos comprobar con la sal de mesa, otro cristal que vemos habitualmente. Las interacciones entre los átomos de sodio y cloro que lo forman acaban formando pequeños dados de seis caras. Con una lupa podremos ver que cada grano de sal tiene esta forma geométrica perfecta.

Estos cubos perfectos son los más estables para la sal, la forma que conlleva mejor entereza y resistencia en su red atómica. Esto no significa que podamos romper estos cubos y hacer sal triangular, pero requerimos aportar mucha más energía y puede provocar deformaciones.

La red del diamante hace que su forma más estable sea la de un octaedro, un rombo formado por dos pirámides de cuatro caras. Dar un golpe de fractura de cualquier manera al diamante en bruto puede generar fragmentos con esta forma, pero no necesariamente grandes. Para lograr fragmentos más grandes, el golpe debe ser realizado en zonas de fractura, puntos débiles de la red que actúan como cuña, separando el diamante en fragmentos grandes pero manteniendo la forma octaédrica.

No es fácil decidir donde dar el golpe, debe ser de un ángulo, posición y fuerza muy estudiada para aprovechar los puntos débiles del diamante. Asscher estuvo varios meses dedicado únicamente a estudiar el diamante y pensar donde darle el golpe para fragmentarlo en los fragmentos más grandes posibles. Un golpe en falso y se obtendrán diamantes mucho más pequeños o con formas aberrantes, con mucho menos valor económico.

Hoy en día, la búsqueda de zonas de fractura y la planificación de cortes se realiza con simulaciones en ordenador, tras someter al diamante a rayos X para conocer su estructura. De este modo, se pueden obtener los cortes óptimos para aprovechar al máximo el diamante y quedarse con los fragmentos mayores, algo que al ser combinado con la precisión del láser lo vuelve casi infalible.

Pero Asscher era un humano y no un láser, tenía un margen de error y lo sabía. Según algunas fuentes históricas, los días antes del gran golpe, Asscher sufría de nerviosismo y crisis de ansiedad recurrentes, pensando en lo que se jugaba con ese diamante y lo que pasaría si erraba en sus cálculos. Tras varias noches sin dormir llegó el día propuesto, trajo a un médico y a una enfermera para que le suministrara algún relajante y evitar una posible crisis de ansiedad que bajara su precisión. Cogió el martillo de diamante, respiró hondo. Y dio el golpe tal y como había practicado.

En la mesa el diamante quedó en varias piezas enormes, listas para ser pulidas y darles forma. Tal y como habían predicho sus cálculos previos. Esto probablemente habría tranquilizado mucho a Asscher de no ser porque automáticamente se desmayó tras propinar el golpe.

De ese diamante en bruto se crearon 105 diamantes de diferentes tamaños y formas, pulidos para ser piezas únicas y especiales. Se aprovechaba en cada pieza el color del diamante, y se pulían con las formas más populares de aquella época. Se les conoce como los diamantes Cullinan, y son famosos en el mundo de la orfebrería.

Cetro real La estrella de Africa, con el diamante Cullinan I en su centro.
Cetro real La estrella de Africa, con el diamante Cullinan I en su centro.Wikipedia

Si visita Londres, tiene la oportunidad de ver tres de ellos en la Torre de Londres. Dos forman parte de las joyas de la corona, y otra pieza, una de las más grandes, es la Reina de África, joya que adorna el cetro real. Asscher redujo a la mitad el tamaño de cada uno de los trozos de diamante, a cambio de obtener el doble de grandeza.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Existen diferentes versiones sobre lo que le sucedió a Asscher tras golpear el diamante. Los periódicos de la época recogen la versión del desmayo y la presencia del médico y la enfermera. Sin embargo, el nieto de Asscher ha declarado en varias entrevistas que ningún miembro de su familia se habría desmayado por golpear un diamante.
  • El láser deja los lados del diamante abrasados, ya que el aumento de temperatura puede quemar el diamante y formar dióxido de carbono (al final sigue siendo carbono, pero mucho mejor unido, por eso necesita más energía). Por ese motivo, el limado se hace con papeles de lija con fragmentos de diamante que realizar cortes diminutos para limpiar las impurezas.

REFERENCIAS:

Scarratt, Kenneth, and Russell Shor. “The Cullinan Diamond Centennial: A History and Gemological Analysis of Cullinans I and II.” Gems and Gemology, vol. 42, no. 2, Gemological Institute of America (GIA), 2006

Takayama, Nozomi, et al. “Microgrooving of a Single-Crystal Diamond Tool Using a Picosecond Pulsed Laser and Some Cutting Tests.” Precision Engineering, vol. 53, Elsevier Inc., July 2018