Así puedes saber la temperatura... escuchando el canto de los grillos

Los grillos son algo más que la perfecta banda sonora para acompañar al verano, sino que también pueden hacer las veces de termómetro. Por la noche, estos pequeños insectos levantan y frotan los bordes de sus alas. De esta forma, emiten un característico chirrido que les permitirá marcar su territorio y atraer a las hembras de su especie.

El comportamiento de los grillos esta íntimamente ligado a la temperatura ambiental. Los grillos calientan primero sus cuerpos exponiéndose al sol... y una vez han alcanzado la temperatura y la energía óptimas, se permiten el lujo de moverse para hacer su vida con normalidad. Es decir, que son unas criaturas que necesitan -sí o sí- del calor. Sin él, no pueden estar activos. De hecho, si las temperaturas son muy bajas, los grillos simplemente entran en letargo... esperando a que las temperaturas asciendan de nuevo.

Son los machos de la familia de los Gryllidaelos que cantan. Y lo hacen para marcar su territorio y -a su vez- para anunciar su presencia ante las hembras durante la época de celo, que coincide con los meses de verano. Es decir, que el comportamiento de esta especie y los cambios de temperatura están íntimamente relacionados. Hasta el punto de que si hace frío, el canto será más lento y espaciado; y si hace calor, el sonido será más vigoroso y acelerado.

La fórmula Dolbear y “el grillo como termómetro”

Esta relación tan extraña entre la temperatura ambiente y el canto de los grillos se descubrió a finales del siglo XIX. O mejor dicho, es una relación que se cuantificó y se describió científicamente a finales del siglo XIX, porque los agricultores llevan utilizando el canto del grillo como termómetro desde hace milenios. Concretamente, esta fórmula fue descrita por el científico estadounidense Amos Dolbear, en un artículo científico que publicó en el año 1897 en “The American Naturalist” con el titulo “el grillo como termómetro”.

Allí, Dolbear planteó que existe una relación proporcional entre la temperatura ambiente y el ritmo de los chirridos de un grillo. Y que, conociendo esa relación, podemos calcular con cierta precisión los grados centígrados que disfrutamos (o sufrimos),... y sin necesidad de echar mano de un termómetro físico.

Inicialmente, sus cálculos se realizaron en grados Fahrenheit y tomando como referencia el canto del grillo del árbol nevado (Oecanthus niveus); que es una especie que se encuentra en la región central y norte del continente americano. Es decir, que si queremos que sus cálculos puedan tener su aplicación en nuestras latitudes, tenemos que hacer la conversión a grados centígrados y adaptar los cálculos a las frecuencias de las especies de grillo que podemos encontrar en España, es decir, el grillo doméstico (Acheta domestica) y el grillo de campo (Acheta assimilis).

Una vez hechas las adaptaciones pertinentes a la formulación (nos centramos en el Acheta Assimilis, que es el más común), solo nos quedará contar los chirridos que emite el insecto en un minuto (N) y aplicar la siguiente fórmula matemática. De esta forma, podremos conocer la temperatura ambiente con bastante precisión.