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Por qué triunfan los mediocres y otras reflexiones sobre los Ig Nobel

La parodia de los premios Nobel han cubierto, una vez más, todos los palos, y entre ellos han atacado la “meritocracia”

Maestro de ceremonias de los IgNobel, Marc Abrahams (AP Photo/Michael Dwyer)
Maestro de ceremonias de los IgNobel, Marc Abrahams (AP Photo/Michael Dwyer)Michael DwyerAgencia AP

La suerte no existe, no hay un destino que nos guíe, pero si con “suerte” queremos decir “azar”, aquello que se escapa de nuestro control o que bien podría haber sido de otro modo, entonces estamos ante la clave para el éxito. Eso es lo que sugiere uno de los estudios que acaban de ser premiados en los Ig Nobel de este año. Los premios, que empezaron parodiando a los Nobel, ya se han hecho famosos bajo su propio lema, pues primero hacen reír, pero luego hacen pensar. Sin ir más lejos, este año se ha premiado un estudio cuántos dedos son los ideales para girar el pomo de una puerta, uno sobre qué hace tan farragosos los textos legales, otro sobre cuándo compensa mentir e incluso una investigación sobre cómo el estreñimiento de los escorpiones afecta a su búsqueda de pareja. Con suerte, esos resúmenes nos habrán hecho soltar alguna que otra risilla, pero ¿nos hacen pensar?

Volvamos a hablar sobre la suerte, porque el Ig Nobel de Economía es un gran ejemplo de la profundidad que esconden estos premios. Los investigadores fueron galardonadados por estudiar por qué los mediocres triunfan en la vida. Todos hemos visto casos de personas que acceden a puestos laborales para los que no están ni remotamente preparados mientras otros, brillantes y trabajadores, se estancan. O, dicho en palabras del mismo estudio: “es cierto que es necesario cierto grado de talento para tener éxito en la vida, pero las personas con más talento casi nunca alcanzan las cotas más altas de éxito, siendo superadas por individuos mediocres, pero sensiblemente más afortunados”.

La conclusión está clara, según los modelos matemáticos del estudio, el factor que encumbra a los mediocres es la suerte entendida como esa aleatoriedad de la que hablábamos al principio. Uno ha de estar en el lugar adecuado en el momento correcto y hay muchos más mediocres que personas excelentes. Si juntamos ambas cosas entenderemos por qué, por simple probabilidad, la gente más común (mediocre en su sentido más aséptico) triunfa más.

Y así funciona la civilización. De hecho, este concepto guarda cierta relación con el Ig Nobel de Historia del Arte de este año. En el estudio premiado, el investigador comprueba en sus propias carnes cómo los mayas se emborrachaban con enemas alcohólicos, algo que no está muy lejos de lo que hacen algunos jóvenes actuales para emborracharse en las discotecas. La idea tras la anécdota es que, gracias a la gran cantidad de capilares que hay en la mucosa rectal, el alcohol puede entrar directamente al torrente sanguíneo, sin pasar por el estómago y con efectos inmediatos.

Ya sabíamos que esta cultura utilizaba enemas con fines médicos y, en cierto modo místicos, pero su uso… “recreativo”, por así decirlo, es un tema más polémico. Porque tal vez idealizamos demasiado a los pueblos antiguos y, por brillantes que fueran, también eran humanos. Humanos mediocres en su gran mayoría, que introducían lo que no debían en el lugar incorrecto.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Las opiniones del mundo académico sobre los premios Ig Nobel son realmente variadas y no todas son positivas. No obstante, hay algo en lo que la mayoría está de acuerdo, y es que popularmente se les da demasiada importancia a estos premios. Es más, incluso los premios Nobel tienen sus detractores por personificar en un puñado de sujetos los logros científicos que debemos a toda una comunidad de investigadores y becarios que nunca serán reconocidos.

REFERENCIAS (MLA):