Historia

Las 3 anécdotas sobre Oppenheimer que pudieron alejarle de la bomba atómica para siempre

Estos son tres momentos de la vida de Robert Oppenheimer que, de haber sido ligeramente diferentes, habrían hecho imposible su participación en la bomba atómica

Robert Oppenheimer, creador de la bomba atómica
Robert Oppenheimer, creador de la bomba atómicaarchivoa

Foucault decía que le daba absolutamente igual a qué edad hubieran destetado a Newton. Se refería a esa extraña obsesión que tenemos las personas por justificar los hitos de los grandes genios con casualidades que tuvieron que vivir, olvidando que son parte de un momento histórico más complejo que, a todas luces, ha influido mucho más en sus descubrimientos que su distante padre o su quebradiza salud. En cierto modo tenía razón, pero hay ocasiones donde las biografías sí esconden momentos clave que, de ser diferentes, podrían haber cambiado la historia para siempre. Ese es el caso de Oppenheimer y la bomba atómica.

Hay infinidad de ejemplos de aquello que criticaba Foucault. Por ejemplo, muchos han querido justificar las habilidades de Ramón y Cajal como histólogo en las anécdotas de su juventud, ya fuera con la epifanía del revelado fotográfico que comentábamos, con que la calidad de sus dibujos y su agudeza visual se deben a su afición a las bellas artes o que los finísimos cortes que hacía de los cerebros provenían del tiempo que pasó trabajando en una barbería como “castigo” impuesto por su padre. Eso era de lo que se quejaba Foucault, pero con Oppenheimer podemos encontrar tres momentos clave en su vida que podrían haberle alejado de la bomba atómica para siempre y son las rocas, la diarrea y la cárcel .

El contexto

Robert Oppenheimer está de moda gracias a la película de Christopher Nolan que, la madrugada del lunes, ganó siete estatuillas en los Óscar . Un físico del siglo pasado que lideró el proyecto Manhattan para diseñar las bombas nucleares que Estados Unidos detonó sobre la población civil de Japón el 6 y el 9 de agosto de 1945. Son muchas las cuestiones que se derivan de este hecho. ¿Existe tal cosa como la guerra justa? ¿Debemos involucrarnos en una escalada armamentística en algún caso? ¿Era necesario mostrar el poder de estas bombas cuando la guerra había terminado? Y, por supuesto: ¿Había terminado la guerra realmente?

En cualquier caso, lo cierto es que el proyecto Manhattan existió y que logró lo que se proponía a manos de Oppenheimer que, en sus propias palabras, se convertiría así en el destructor de mundos. La culpa le acompañaría de por vida hasta entremezclarse con una demencia cada vez más intensa. Su figura es oscura, ya sea como verdugo o como emisario de muerte, Oppenheimer ha pasado a la historia, pero es que él mismo hizo historia, cambiando la faz del siglo XX, política, filosófica, económica, tecnológica y científicamente a través de dos artefactos capaces de fisionar el átomo en una reacción en cadena de proporciones nunca vistas. Ahora bien, todo podía haber sido muy muy diferente.

Las rocas

Durante su infancia, el pequeño Robert recibió una colección de minerales de manos de su abuelo Benjamin. Pronto, la curiosidad se convirtió en una obsesión y Oppenheimer empezó a coleccionar más y más rocas para completar la colección de su abuelo. Su foco estaba completamente centrado en la geología y se volvió un gran conocedor de las rocas y sus secretos.

De hecho, empezó a cartearse con los expertos del Club Mineralógico de Nueva York que, sorprendidos, decidieron invitar al niño a que diera una conferencia con tan solo 12 años. ¡Es más! Le hicieron miembro a pesar de su extrema juventud. En este momento, habría sido totalmente lógico pensar que Oppenheimer terminaría dedicando sus días al estudio de los minerales, quedando muy lejos la fisión nuclear y, por lo tanto, de haber liderado el proyecto Manhattan.

La diarrea

Oppenheimer había sido un niño enfermizo. Su salud fue bastante quebradiza durante el resto de su vida, pero hubo un momento concreto en el que flaqueó especialmente. A los 17 años estuvo a punto de morir en tierras alemanas y, de haber ocurrido, lógicamente, no podría haber desarrollado su actividad investigadora. Una vida truncada por una diarrea, algo relativamente frecuente en otros tiempos.

En concreto se trató de una disentería, una inflamación de los intestinos producida por la infección de la bacteria llamada Shigella o de la ameba Entamoeba histolytica. La primera se conoce como disentería bacteriana y la segunda como disentería amebiana y, aunque no podemos saber cuál padeció Oppenheimer, sí sabemos que, en nuestro siglo, habría sido perfectamente tratable. En el suyo, en cambio, estuvo al borde de la muerte.

La cárcel

A todos nos pueden agobiar los nuevos retos, como la universidad, pero si la universidad es Cambridge, entonces hasta el mismísimo genio de Oppenheimer puede sentirse agobiado. De hecho, así es como ocurrió. Un primer año en Cambridge destruyó la salud mental del destructor de mundos. La presión era demasiada e intentó envenenar a su tutor, Patrick Blackett.

Y, como no podía ser de otro modo, el arma del crimen era tan peregrina como la idea en sí misma: una manzana envenenada. Por suerte, Patrick Blackett no llegó a morder la fruta y, con la ayuda de su padre, Oppenheimer evitó la expulsión de la universidad y los cargos por intento de homicidio. Todo podría haber ocurrido de un modo muy diferente y dejar a Oppenheimer entre rejas para el resto de su vida.

Sí, pero no

Por supuesto, es posible que Estados Unidos (u otro país) hubiera conseguido la bomba sin la ayuda de Oppenheimer. Por ese motivo no tiene mucho sentido hace historia ficción, especulando consecuencias de consecuencias de consecuencias de cosas que jamás pasaron. Este artículo tiene, más bien, un interés divulgativo con la excusa de esos tres momentos que, sin duda, fueron muy relevantes en la vida del genio y que, de haberse dado de otro modo, habrían condicionado el siglo pasado y nuestro presente de algún modo.

Conviene por lo tanto tomarse estos pasajes de la vida de Oppenheimer como contingencias que, mal que nos pese, claro que afectan al proceso creativo de las grandes mentes y que no son una consecuencia directa del momento histórico en el que viven, sino de su biografía misma. Somos el resultado de nuestras experiencias y nuestra biología y, entre esas experiencias, está tanto el contexto histórico que habitamos como nuestras anécdotas más personales.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Es difícil establecer el peso histórico que tiene una persona y cómo de sustituible habría sido por otra. Son juegos mentales y no especulaciones serias y con valor académico.

REFERENCIAS (MLA):

  • Bird, Kai, Martin J. Sherwin y Raquel Marqués García. Prometeo americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer (Biografías y Memorias). Tapa dura, 26 enero 2023.