
Tecnología
Acaban de crear una superaleación que va a cambiar para siempre la forma en la que viajamos
Una nueva superaleación que soporta temperaturas de hasta 2.000 °C abre la puerta a motores de avión y turbinas más eficientes, un avance que podría reducir considerablemente el consumo de combustible en la aviación del futuro

La aviación comercial y la generación de energía llevan décadas persiguiendo un mismo Grial: la eficiencia. Un objetivo que hasta ahora chocaba con los límites físicos de los materiales disponibles, pero que podría estar mucho más cerca gracias al desarrollo de una nueva superaleación. Se trata de un salto tecnológico sin precedentes que promete redefinir las reglas del juego en sectores donde cada grado de temperatura y cada gota de combustible cuentan.
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De hecho, este avance abre la puerta a una nueva generación de motores y turbinas capaces de operar en condiciones impensables hasta la fecha. El objetivo final no es otro que fabricar máquinas más potentes, duraderas y, sobre todo, más sostenibles. Un reto mayúsculo para la ingeniería moderna que ahora encuentra una respuesta en un material diseñado para soportar calor extremo, allanando el camino hacia un futuro energético más limpio.
En este sentido, la clave de su ‘magia’ reside en una estudiada combinación de cromo, molibdeno y silicio. Esta mezcla le confiere una doble cualidad que parecía irreconciliable: por un lado, presenta una ductilidad a temperatura ambiente que facilita enormemente su moldeado y fabricación; por otro, exhibe una resistencia a la oxidación fuera de lo común cuando se ve sometido a un calor infernal, una propiedad vital para garantizar la integridad de los componentes, tal y como han publicado en SciTechDaily.
La clave para superar los límites del níquel
Y es que el rendimiento de este compuesto supera con creces los materiales actuales. Las superaleaciones con base de níquel, que hoy son el estándar en la industria, empiezan a ver comprometida su estructura al rondar los 1.100 grados Celsius. Esta nueva aleación, sin embargo, pulveriza esa barrera, con un punto de fusión que se aproxima a los 2.000 grados, lo que le permite funcionar en los entornos más hostiles que se puedan imaginar.
Por otro lado, esta capacidad para trabajar a temperaturas más altas tiene una traducción directa y de enorme relevancia económica. En el sector de las turbinas de gas, por ejemplo, los cálculos apuntan a que un aumento de apenas 100 grados en la temperatura de funcionamiento puede suponer una reducción del consumo de combustible de hasta un 5 %. Una cifra que, en la escala de la aviación mundial o la producción eléctrica, se traduce en un ahorro colosal y una menor huella medioambiental.
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