
Defensa
Adiós a la paz espacial: el "limpiador" chino que ha encendido todas las alarmas es el arma definitiva para la guerra invisible
La propulsión de pólvora llega al espacio con un dispositivo chino contra la basura orbital que podría desatar una guerra estelar

El futuro de la actividad espacial se halla en una encrucijada tecnológica. Ingenieros chinos han presentado un dispositivo que, si bien busca limpiar la órbita terrestre, alberga un potencial militar de amplio calado, con notables implicaciones geopolíticas.
En este contexto, la acumulación de desechos orbitales preocupa a la seguridad espacial global. Más de 130 millones de fragmentos, desde restos de satélites a partículas microscópicas, orbitan nuestro planeta a 28.000 kilómetros por hora. Un impacto a tal velocidad puede pulverizar un satélite o perforar blindajes, lo que podría desencadenar el síndrome de Kessler: una reacción en cadena capaz de inutilizar la órbita baja y comprometer servicios esenciales como comunicaciones y GPS, un riesgo patente.
Para abordar esta problemática, un equipo de ingenieros de las universidades de Nanjing, Shanghái y Shenyang, liderado por el profesor Yue Shuai, ha desarrollado un lanzador compacto. Su diseño, inspirado en la propulsión por pólvora, incorpora innovaciones para la nueva era espacial, centrándose en el despliegue de una red para capturar la basura. Este dispositivo se ha desvelado en la revista Acta Aeronautica et Astronautica Sinica. Su capacidad sigilosa es su característica más distintiva y le confiere esa doble utilidad.
El doble filo de la innovación orbital china
Asimismo, a diferencia de sistemas de lanzamiento convencionales con destellos y vibraciones, este nuevo dispositivo apenas genera ruido o sacudidas al ser disparado, lo que lo hace ideal para misiones delicadas, según ha recogido SCMP. Su funcionamiento discreto se logra con un mecanismo cerrado de gas que absorbe la energía, permitiendo lanzar con precisión extrema una cápsula, equipada con la red, hacia su objetivo. El sistema se activa con una pequeña carga que impulsa un pistón; una sección interna, diseñada para romperse a presión predeterminada, libera el proyectil, y un anillo angular de 35 grados cerca de la boca absorbe la mayor parte de la energía cinética, plegándose de forma controlada.
Además, una vez en órbita, la cápsula despliega su red para envolver los desechos y guiarlos a la atmósfera, donde se desintegrarán. Sin embargo, pese a su fin de limpieza, este lanzador posee un potencial militar evidente. Expertos sugieren que una modificación menor podría transformarlo en un arma capaz de inhabilitar satélites de reconocimiento o comunicaciones de un adversario, sin rastro.
Por otro lado, un científico espacial en Pekín, que ha solicitado mantener su anonimato, ha descrito esta capacidad como ideal para una "guerra espacial invisible", argumentando que "no habría explosión, no habría ataque visible, solo un satélite que deja de responder. Para observadores externos, podría parecer que falló naturalmente".
Esta discreción, unida a la celeridad en el desarrollo tecnológico espacial por parte de Pekín, preocupa al general Stephen Whiting, jefe de la Fuerza Espacial estadounidense, quien ha manifestado que China está aprovechando el espacio para conferir a su ejército mayor letalidad, precisión y alcance. Este dispositivo encarna la dualidad inherente a la innovación china: herramienta para la salvaguarda terrestre y, simultáneamente, pieza clave en una posible contienda orbital.
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