
Descubrimiento
Científicos chinos encuentran a más de 10 kilómetros bajo el océano algo inimaginable
Un hallazgo sin precedentes en las profundidades más extremas del planeta cambia lo que sabíamos sobre la vida en el fondo del mar

En las profundidades más remotas y hostiles de nuestro planeta, a más de 10.000 metros bajo la superficie, se extiende la llamada zona hadal. Bautizada en honor a Hades, el dios griego del inframundo, esta región se caracteriza por una oscuridad perpetua, temperaturas heladoras y una presión aplastante, mil veces superior a la de la superficie. Durante décadas, se asumió que la vida en estas condiciones extremas sería, en el mejor de los casos, escasa y limitada a organismos microscópicos. Sin embargo, una reciente y ambiciosa investigación ha hecho añicos esta creencia.
Un equipo de científicos chinos, a bordo del sumergible de inmersión profunda Fendouzhe, ha llevado a cabo la primera exploración sistemática de los ecosistemas en varias de las fosas más profundas del mundo, como la Fosa de las Marianas y la Fosa de Yap. Lo que encontraron allí no fue un desierto biológico, sino un vibrante y densamente poblado universo de vida que hasta ahora había permanecido oculto a nuestros ojos.
Un estallido de vida en el abismo
Contrariamente a todas las expectativas, los investigadores descubrieron extensas colonias de organismos complejos. Las imágenes y muestras recogidas revelaron la presencia de miles de gusanos tubícolas, algunos de hasta 30 centímetros de longitud, junto a moluscos, crustáceos y pepinos de mar. Pero el hallazgo más asombroso se encontraba en el nivel microscópico. El análisis de las muestras de sedimentos desveló la existencia de 7.564 especies de microorganismos procariontes, de las cuales un asombroso 89,4 % eran completamente desconocidas para la ciencia.
Este descubrimiento redefine lo que sabemos sobre la biodiversidad en nuestro propio planeta, demostrando que vastas comunidades biológicas pueden prosperar en ausencia total de luz solar. Pero, ¿cómo sobreviven? La respuesta radica en un proceso conocido como quimiosíntesis. A diferencia de la vida en la superficie, que depende de la fotosíntesis para obtener energía del sol, estos habitantes del abismo han evolucionado para alimentarse de los compuestos químicos, como el metano y el sulfuro de hidrógeno, que emanan de las grietas y fuentes hidrotermales del lecho marino.
Adaptaciones extraordinarias y un nuevo horizonte científico
La investigación, enmarcada en el Proyecto MEER (Mariana Trench Environment and Ecology Research), ha identificado además adaptaciones evolutivas únicas. Se descubrió que los anfípodos, un tipo de crustáceo, juegan un papel central en la cadena alimentaria del abismo. Por su parte, los peces hadales han desarrollado mecanismos sorprendentes para soportar la presión extrema, basados en la acumulación de ácidos grasos poliinsaturados en sus membranas celulares, una estrategia diferente a la que se creía fundamental hasta ahora.
Este monumental esfuerzo científico, liderado por instituciones como la Universidad Jiao Tong de Shanghái y la Academia China de Ciencias, no solo ha cartografiado un nuevo mundo biológico, sino que ha culminado en la creación del primer banco de datos biológicos de aguas profundas, que estará disponible para la comunidad científica internacional. Este recurso podría ser clave para el desarrollo de la biotecnología, la farmacología y para una mejor comprensión del cambio climático.
No obstante, este hallazgo sin precedentes llega en un momento crítico. Mientras la ciencia desvela la fragilidad y la riqueza de estos ecosistemas únicos, varios países avanzan en sus planes de minería en aguas profundas para extraer minerales raros. Los científicos advierten que estas actividades podrían destruir de forma irreversible estos mundos ocultos antes incluso de que hayamos comenzado a comprenderlos, planteando un dilema global sobre la conservación de las últimas fronteras inexploradas de la Tierra.
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