Salud

Confirmado por un estudio científico: los microplásticos estarían degradando los huesos de los seres humanos

La creciente incidencia de la osteoporosis podría tener un nuevo y diminuto culpable: un análisis revela cómo los microplásticos, ya infiltrados en todo el cuerpo, debilitan los huesos al impedir que se regeneren de forma natural

Microplásticos en la playa
Microplásticos en la playaLa Razón

La idea de que los microplásticos son un contaminante externo ha quedado completamente obsoleta. La ciencia ha confirmado que estos diminutos fragmentos ya no están solo en los océanos o en el aire que respiramos, sino que han colonizado nuestro organismo. Se trata de una infiltración en todo el organismo, con partículas detectadas en lugares tan vitales y hasta ahora considerados santuarios biológicos como el cerebro, el torrente sanguíneo e incluso la médula ósea.

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De hecho, este hallazgo convierte un problema medioambiental en un desafío sanitario de primer orden. Los científicos llevan tiempo estudiando las consecuencias a largo plazo de esta presencia constante, vinculándola ya a un mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental, como la demencia o la depresión, y a alteraciones en funciones corporales básicas. El panorama, por tanto, es complejo y las incógnitas superan todavía a las certezas. Mientras se investigan estos nuevos factores de riesgo, la comunidad científica sigue buscando formas de protección, destacando el papel de un factor clave que puede ayudar a mitigar el riesgo de alzhéimer.

En este nuevo escenario, un frente de investigación especialmente preocupante se centra en la salud de nuestro esqueleto. Ha surgido la evidencia de que los microplásticos podrían ser un nuevo enemigo silencioso de los huesos, según revela un análisis de más de sesenta estudios, del que se hace eco el medio Futurism, que apunta a que estas partículas podrían estar detrás del aumento de enfermedades como la osteoporosis.

El mecanismo que fragiliza los huesos

Asimismo, la investigación desvela cómo se produce este ataque a nivel celular, describiendo un peligroso desequilibrio biológico. Los microplásticos parecen fomentar la actividad de los osteoclastos, que son las células encargadas de descomponer el tejido óseo viejo. Al mismo tiempo, interfieren en la capacidad del cuerpo para generar hueso nuevo, alterando el ciclo natural de regeneración y mantenimiento del esqueleto.

En consecuencia, el resultado de esta doble acción es un debilitamiento progresivo de la estructura ósea. Cuando se destruye más tejido del que se es capaz de reponer, el resultado son huesos más frágiles y deformables, lo que aumenta de forma considerable el riesgo de sufrir fracturas. Los experimentos en animales han arrojado conclusiones todavía más alarmantes, documentando casos en los que el crecimiento del esqueleto llegó a detenerse por completo.

Además, los efectos perjudiciales de esta contaminación sistémica no se limitan al sistema óseo. Otros trabajos incluidos en este macroanálisis han constatado una reducción en el número de glóbulos blancos, esenciales para el sistema inmunitario, así como alteraciones en la microbiota intestinal. Todo ello dibuja un panorama en el que la omnipresencia del plástico supone una amenaza de salud pública cuyas verdaderas dimensiones apenas empezamos a comprender.