
Calor
Confirmado por un estudio científico: la ola de calor tan larga que estamos viviendo empezará a ser común
Un estudio liderado por una española en Suiza anticipa veranos de olas de calor concatenadas, temperaturas extremas y un panorama de calado para Europa

La investigación liderada por la española Laura Suárez Gutiérrez, del ETH Zurich, ha presentado un análisis de calado sobre el futuro climático de Europa. Sus hallazgos alertan de posibles veranos con olas de calor sucesivas, elevando los termómetros hasta cerca de los cuarenta grados Celsius durante semanas.
Estos escenarios, basados en simulaciones avanzadas, delinean un futuro donde el calor extremo se combinará con sequías severas, un aumento sustancial del riesgo de incendios y una notable subida del coste energético.
Una visión plausible para la planificación del futuro que está por venir lo plantea el estudio, ya que prepara el terreno para que seamos conscientes del cambio que se va a producir.
Las claves del estudio sobre el calor persistente
Así, el equipo de Suárez empleó una técnica innovadora, 'ensemble boosting', para generar miles de escenarios a partir de siete veranos (2015-2028). Este método revela un aumento notable en la persistencia del calor.
El análisis se centró en Europa Central, comparando resultados con ERA5 y CESM2. Esta metodología genera eventos extremos desde pequeñas variaciones iniciales, sugiriendo que tales condiciones son ya hoy plausibles. Las olas de calor más intensas se originan por distintas vías. Una es la fuerte desecación del suelo en mayo-junio. Otras incluyen aumentos de temperatura superficial del mar en el Atlántico Norte y anomalías cálidas en el Mediterráneo y Atlántico oriental.
En casos desfavorables, aunque las máximas superen los 40 grados Celsius, el impacto es la extraordinaria duración de los episodios. La intensidad acumulada podría alcanzar 80 grados Celsius por mes, manteniendo medias 3 grados sobre el clima preindustrial. La sucesión de olas de calor dejaría un margen mínimo para la recuperación de personas y ecosistemas. La persistencia de la sequedad del suelo generaría sistemas meteorológicos de larga duración, agravando el estrés.
Los déficits de humedad del suelo en estos escenarios extremos rozarían el doble de 2003 y 2018. Los picos de demanda evaporativa atmosférica también los exceden, configurando un cóctel de alto riesgo que incrementa el peligro de incendios, fallos en infraestructuras y estrés sanitario. Las consecuencias serían de envergadura para la salud pública. Temperaturas altas persistentes y sequías extremas intensificarían el estrés térmico, elevando el riesgo de golpes de calor y enfermedades. Se prevé una mortalidad considerable de peces y proliferación de algas.
Finalmente, Suárez advierte sobre la presión adicional en los sistemas energéticos. El uso intensivo de aire acondicionado podría disparar precios eléctricos, tensionando redes, como en 2018, el peor verano para Europa. El estudio es una herramienta preventiva para que políticos preparen planes de emergencia.
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