Arqueología
Confirman un ataque bioterrorista de hace casi un siglo usando la genética
En 1197, un ejército envenenó un pozo nórdico con el cuerpo de un hombre muerto y, ahora, al fin sabemos quién era
Siglo XIII d.C. En el mismísimo corazón de lo que ahora es Noruega un ejército se prepara para asediar el castillo de Sverresborg, a las afueras de Trondheim. Aquello era una guerra y, como todas las guerras, era atroz. El rey Sverre Sigurdsson debía caer y estaban dispuestos a arrasar el castillo. De hecho, estaban a punto de cometer un ataque bioterrorista en toda regla y, ahora, 8 siglos después, al fin hemos resuelto el puzle. Gracias a la genética, un grupo de investigadores de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, precisamente en Trondheim, han identificado el encontrado el arma biológica, confirmando que, efectivamente, la historia es cierta.
Y es que así es como lo cuentan en la clásica Saga de Sverre: "Asgaut y Bialfi se dirigieron hacia el distrito; pero Thorstein Kuga aceptó servir a los Bagler y se unió a ellos. Los Bagler confiscaron todas las propiedades en el castillo y luego quemaron cada edificio. Tomaron a un hombre muerto y lo arrojaron al pozo, y luego lo llenaron con piedras. Antes de abandonar el castillo, instaron a los habitantes de la ciudad a derribar todos los muros de piedra; y antes de marcharse de la ciudad, quemaron todos los barcos largos del rey. Después de esto, regresaron a las tierras altas, muy satisfechos con el botín que habían obtenido en su expedición." Pero, hasta ahora, no sabíamos dónde acababa la realidad y dónde comenzaba la ficción.
El arma del delito
Evidentemente, las armas biológicas no eran demasiado sofisticadas en plena Edad Media. De hecho, seguían siendo las mismas que usaban desde el 1200 a.C. cuando, según textos hititas, los asirios envenenaron los pozos enemigos con los cadáveres infectados con cornezuelo. De hecho, tenemos muchos registros del uso de cadáveres para hacer enfermar a la población. Porque, aunque la teoría microbiana de la enfermedad no llegaría hasta 1668, siempre hemos sabido que la enfermedad y la suciedad iban de la mano. Los olores a putrefacción nos repugnan, generan un rechazo visceral en nosotros y no había que ser demasiado brillante para vincular los cadáveres con la enfermedad.
Ahora sabemos que la materia orgánica en descomposición es una fuente de alimento para microorganismos, que prosperan en ellos. Algunos nos resultan indiferentes, otros incluso pueden ser beneficiosos, como los hongos que usamos para fermentar el queso azul o el pan. Sin embargo, otros nos atacan, y muchos microorganismos se cuelan en nuestro organismo por vía oral, por lo que contaminar una fuente de agua es una forma especialmente eficiente de hacer enfermar a toda una población.
¿Y quién es él?
La cuestión es que, ahora, tras todo este tiempo, los investigadores han conseguido corroborar el testimonio de la Saga de Sverre gracias al análisis genético de los restos de aquel infausto cadáver. Hace tiempo que los expertos dieron con un esqueleto, precisamente, en el pozo de Thorstein al que parece hacer referencia la Saga. Entre 2014 y 2016, los investigadores tomaron uno de sus dientes y lo procesaron. En primer lugar, eliminaron el esmalte para retirar drásticamente todos los posibles restos de ADN que no fueran del misterioso cadáver.
A continuación, molieron el diente y lo procesaron para analizar el material genético que pudiera quedar en el núcleo de sus células. Por suerte, durante los últimos años los estudios genéticos han secuenciado el ADN de multitud de noruegos, tanto modernos como de tiempos remotos. Comparándolos, han podido determinar que el hombre del pozo era rubio o trigueño, con ojos azules y piel de un tono intermedio. Sabemos que murió cuando tenía entre 30 y 40 años y que sus anestros provenían del actual condado de Vest-Agder, en el sur de Noruega. Es más, han podido datar la muerte del cadáver y, en lugar de tener los 800 años que se le suponían, tiene 900.
En palabras de la arqueóloga Anna Petersén, investigadora en el Instituto Noruego de Investigación del Patrimonio Cultural: “el texto no es absolutamente correcto; hemos visto es que la realidad es mucho más compleja que el texto”. Así que, aunque todavía hay muchas cuestiones inciertas sobre este evento, el estudio ha contribuido a reducirlos. Ahora, los investigadores parecen más interesados en otro objetivo, lanzarse a la búsqueda de los restos mortales de San Olaf de Noruega: “Se cree que está enterrado en algún lugar de la Catedral de Trondheim”, dice Martin, “así que creo que, si eventualmente se descubrieran sus restos, podría haber un esfuerzo para describirlo físicamente y rastrear su ascendencia utilizando la secuenciación genética”.
QUE NO TE LA CUELEN:
- En realidad, no podemos estar seguros al 100% de las intenciones con las que fue tirado el cadáver al pozo, pero podemos especular con relativa confianza. Principalmente porque lo consideran un acto deliberado en la Saga de Sverre y porque es un arma biológica que conocían por aquel entonces.
REFERENCIAS (MLA):
- "Corroborating Written History with Ancient DNA: The Case of the Well-man Described in an Old Norse Saga." iScience, vol. 2024, no. 111076, 25 Oct. 2024, doi:10.1016/j.isci.2024.111076.
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