Prehistoria

Encuentran ARN de mamut de hace 40.000 años que desafía lo que creíamos posible

Investigadores de la Universidad de Estocolmo han encontrado ARN de una antigüedad inaudita, creíamos que no podría durar tanto tiempo

El mamut Yuka emergiendo del permafrost siberiano en 2010, en el yacimiento de Oyogos Yar, en el noreste de Siberia.
El mamut Yuka emergiendo del permafrost siberiano en 2010, en el yacimiento de Oyogos Yar, en el noreste de Siberia. Grigory GorokhovEurekalert

Hace casi 40.000 años, Yuka vagaba por la actual estepa rusa. Era un mamut lanudo, pero todavía no había alcanzado la edad adulta. Su cuerpo era grande, pero no tanto como para disuadir a los leones cavernarios, que hundieron sus garras en la carne de Yuka. No estamos seguros de si aquellas heridas fueron fatales, pero, fuera por lo que fuera, la muerte no tardó en llegarle. Sabemos todo esto gracias al riguroso frío de Siberia, que, actuando como un congelador de 13 millones de kilómetros cuadrados, ha conservado los cuerpos de tantos mamuts entre los que, por supuesto, se encuentra Yuka. Ahora, un grupo de investigadores ha logrado lo que parecía imposible, ha descubierto qué genes tenía activos poco antes de morir, han logrado leer el ARN más antiguo jamás secuenciado.

El estudio acaba de ser publicado en la revista Cell. En él, investigadores de la Universidad de Estocolmo relatan cómo han logrado desafiar las expectativas de la paleogenética. Porque la noticia no es que se haya extraído material genético de un mamut, eso ya se ha hecho antes y no pocas veces. Por tener, tenemos incluso datos sobre la estructura de sus cromosomas. Tampoco es que hayan logrado leer el material genético más antiguo, otras investigaciones han logrado remontarse hasta un par de millones de años. La noticia es la antigüedad del ARN que han podido leer. Porque, si el ADN es ácido desoxirribonucleico, el ARN es ácido ribonucleico, un pariente mucho menos estable que, por lo tanto, creíamos imposible que sobreviviera a decenas de miles de años, por muy congelado que estuviera en Siberia.

¿Qué estaba haciendo?

“Nuestros resultados demuestran que las moléculas de ARN pueden sobrevivir mucho más de lo que se pensaba”, afirma uno de los autores del artículo, el investigador Love Dalén. Pero, más allá del hito en sí mismo, el ARN puede revelar información que el ADN no nos proporciona. En palabras de Emilio Mármol, autor principal del estudio: “Con el ARN podemos obtener evidencia directa de qué genes están ‘encendidos’, ofreciendo una mirada a los últimos momentos de vida de un mamut que caminó por la Tierra durante la última Edad de Hielo”.

Porque, aunque el ADN contiene una gran cantidad de “información”, no se está expresando toda en todo momento. Imaginemos que para trabajar en una empresa has de leerte su manual. En él se contemplan todo tipo de detalles sobre el sector, pero luego, en tu día a día, tú solo vas a aplicar una parte de ella. Si supiéramos qué páginas del manual se están siguiendo en un momento concreto, sabríamos qué trabajadores están activos ese día. Con el ARN podemos hacer algo parecido.

Qué malo es el estrés

En el caso de Yurka, de los más de 20.000 genes con las instrucciones para producir proteínas, solo una parte estaba activa. En especial, aquellos con la “información” para sintetizar proteínas clave en la contracción muscular y la regulación del metabolismo bajo estrés. “Encontramos señales de estrés celular”, recalca el doctor Mármol, “lo cual no es sorprendente, ya que investigaciones previas sugerían que Yuka fue atacado por leones cavernarios poco antes de su muerte”.

Pero, aparte de este chivato sobre la actividad celular, el estudio proporcionó más información relevante sobre Yuka. Como indica Bastian Fromm, profesor asociado en el Museo Universitario Ártico de Noruega: “Encontramos mutaciones raras en ciertos microARN que proporcionaron una demostración concluyente de su origen mamut. Incluso detectamos genes nuevos basándonos únicamente en evidencia de ARN, algo jamás intentado en restos tan antiguos”.

Otras aplicaciones

Y, por supuesto, como ocurre con cada récord que se rompe en ciencia, se han abierto ventanas nuevas, oportunidades que antes estaban más allá de lo posible pero que, tras mover la frontera de lo que conocemos, ahora caen dentro de un territorio más plausible. “Nuestros resultados demuestran que las moléculas de ARN pueden sobrevivir mucho más de lo que se pensaba”, dice el doctor Dalén. “Esto significa que no solo podremos estudiar qué genes están ‘encendidos’ en diferentes animales extintos, sino que también será posible secuenciar virus de ARN, como la gripe y los coronavirus, preservados en restos de la Edad de Hielo”. Suena realmente aterrador, y en parte lo es, pero dejando a un lado los evidentes peligros, bien usada, esa información podría ser enormemente útil para el sector sanitario.

Porque la ciencia puede hacer maravillas, pero solo con lo que conoce. Y, aunque el presente es suficientemente rico para ser una fuente inagotable de inspiración, no está de más complementarlo con todo aquello que el pasado pueda contarnos.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Cada vez conocemos mejor la genética de los mamuts lanudos y, por lo tanto, cada vez es un poco más plausible que logremos traer uno de vuelta. La cuestión, por lo tanto, está pasando de ser si podemos a si debemos hacerlo. A medida que los problemas técnicos se suavizan, los éticos cobran relevancia y, aparte de grandes empresas como Colossal Bioscience, la mayoría de los expertos en ecología y bioética consideran que sería una mala idea.

REFERENCIAS (MLA):

  • Mármol, Emilio, et al. “Ancient RNA Expression Profiles from the Extinct Woolly Mammoth.” Cell, 14 Nov. 2025, doi:10.1016/j.cell.2025.10.025.