Vida extraterrestre
Encuentran una manera radical de encontrar vida en otros planetas: podría funcionar
La astronomía se prepara para un nuevo hito: un telescopio espacial con un insólito espejo rectangular que promete desvelar una treintena de mundos habitables y buscar en ellos el rastro del ozono
La gran pregunta que persigue a la humanidad, la de si estamos solos en el universo, podría encontrar una nueva vía de respuesta gracias a un revolucionario concepto de telescopio espacial. Lejos de ser un proyecto más, esta propuesta se centra en el objetivo más ambicioso de la astronomía moderna: escanear los cielos en busca de planetas como el nuestro y, lo que es más importante, buscar en ellos las huellas químicas que delaten la existencia de vida. La promesa es dar un salto de gigante en la búsqueda de vida extraterrestre. Entender cómo surgió la vida en la Tierra es clave en esta exploración, una historia en la que, según algunos estudios, un gigantesco asteroide podría haber jugado un papel fundamental como catalizador.
De hecho, las proyecciones son asombrosas. Los científicos detrás de la idea calculan que este observatorio podría descubrir hasta 11 exoplanetas en la zona habitable de sus estrellas en solo un año de funcionamiento. Si la misión se alargase a tres años y medio, la cifra ascendería a 27 mundos potencialmente habitables, todos ellos localizados en nuestro vecindario cósmico, a una distancia inferior a 10 pársecs de la Tierra. Estos descubrimientos se sumarían a una creciente lista de mundos fascinantes, como un sorprendente planeta que está rompiendo todos los moldes sobre cómo y dónde pueden formarse.
Sin embargo, encontrarlos es solo el primer paso. La verdadera meta es analizar la composición de sus atmósferas para detectar "biofirmas", es decir, moléculas que sugieran la presencia de procesos biológicos. El principal candidato es el ozono, una molécula que en la Tierra es un subproducto de la actividad biológica, tal y como detallan en Frontiersin. Detectarlo en un mundo lejano sería un indicio extraordinario. Esta técnica es crucial, ya que la búsqueda de vida no se limita a sistemas solares lejanos; de hecho, un detalle pasado por alto en la atmósfera de Venus ha reavivado el debate sobre posibles biofirmas en nuestro propio vecindario planetario.
La clave está en la geometría del telescopio
Para lograr esta proeza, el diseño del observatorio se aleja de lo convencional. Su corazón sería un espejo primario rectangular de 20 metros de largo por apenas uno de ancho. Esta forma tan peculiar no es un capricho, sino la solución a un problema mayúsculo: le otorga una agudeza visual sin precedentes en una dirección específica, permitiéndole separar la tenue luz reflejada por un planeta del brillo miles de veces más potente de su estrella.
Asimismo, esta capacidad se complementaría con un coronógrafo, un instrumento diseñado para bloquear el brillo de la estrella anfitriona, como si le pusiera un pequeño parasol para poder ver lo que hay a su alrededor. El telescopio operaría en el infrarrojo y, para detectar un planeta sin conocer su órbita, solo necesitaría tomar dos imágenes tras girar 90 grados sobre su propio eje.
Por otro lado, una de las grandes ventajas de este proyecto es que su viabilidad se apoya en tecnología ya probada y desarrollada para el telescopio espacial James Webb. Esto no solo abarata los costes, sino que reduce enormemente los riesgos técnicos. La superioridad de su ingenioso diseño es tal que un telescopio tradicional con un espejo cuadrado de superficie equivalente sería incapaz de distinguir la mayoría de estos planetas, demostrando que en la caza de nuevos mundos, la forma importa tanto como el tamaño.