
Espacio
Este nuevo (y feo) telescopio espacial podría descubrir 30 planetas como la Tierra en los próximos años
Una científica del Instituto Politécnico Rensselaer ha propuesto un nuevo diseño de telescopio espacial

Los científicos nunca tienen suficiente. Durante los últimos siglos los experimentos han escalado hasta alcanzar proporciones internacionales. La ciencia más puntera ya no la hacen individuos, ni universidades, ni siquiera países, sino el planeta en su conjunto. El telescopio espacial James Webb costó 10.000 millones de dólares y se lanzó hace menos de tres años. Es la tecnología más potente que poseemos para observar el espacio profundo y, sin embargo, los científicos ya están pensando en el siguiente paso (y es bastante poco atractivo). Lo desconocido nos desborda y, a su lado, lo que sabemos es apenas una mota de polvo. Necesitamos tecnologías más precisas, potentes y rápidas.
Puesto en perspectiva, las hachas de sílex fueron un gran avance para la civilización, en su momento fueron tecnología puntera pero, desde nuestro siglo XXI, es más que evidente todo lo que nos quedaba por avanzar. Nuestros bisturís gamma y nuestros láseres de femtosegundos podrían ser poco más que hachas de sílex para nuestros descendientes y, con esa perspectiva tecnológica en mente, se vuelve acuciante encontrar un sucesor para el novísimo James Webb. Así nació la extraña propuesta de Heidi Newberg, astrofísica del Instituto Politécnico Rensselaer y autora del nuevo artículo que, en Frontiers in Astronomy and Space Sciences, sugiere cómo podría ser el próximo gran telescopio espacial.
30 posibles Tierras
Y, aunque podría haber dado muchos buenos argumentos que justificaran la necesidad de un telescopio que superara al James Webb, Newberg ha subrayado la necesidad de dar con una Tierra 2.0. Un planeta similar al nuestro dónde la vida humana sea viable y que algunos magnates presentan como la solución al cambio climático y las otras pesadillas medioambientales que hemos despertado. Así que, tal vez, sea adecuado comenzar aclarando que, por mucho que encontráramos tal planeta y, aunque tuviéramos la tecnología aeroespacial y médica necesaria para llegar… ¿qué estaríamos salvando? Tan solo una pequeña fracción de la población (tal vez la más pudiente) que, tras el éxodo espacial y en un mundo alienígena, bien podrían dejar de llamarse “humanidad”. Pero volvamos a lo que nos ocupa.
Según Newberg, el telescopio que propone podría captar con gran precisión la imagen de planetas a 60 años luz, revelando, aproximadamente, unos 30 planetas potencialmente similares al nuestro. Aunque, cuando dice “similares”, se refiere a que tienen un tamaño parecido, que orbitan a la distancia adecuada de su estrella y que son rocosos. De ahí a que tengan agua líquida hay un trecho y no esconde que, lógicamente, harán falta análisis posteriores para aclarar estos aspectos antes de afirmar que el planeta es habitable.
Un telescopio… feo
El problema fundamental es el contraste. En el infrarrojo medio, donde los planetas con agua líquida emiten más radiación, la estrella puede ser hasta un millón de veces más brillante que el planeta. En luz visible la diferencia es todavía mayor: más de diez mil millones de veces. De ahí que la clave no sea simplemente construir un espejo mayor que el del James Webb (algo casi imposible de lanzar al espacio con la tecnología actual) sino aprovechar una configuración que maximice la capacidad de discriminar entre ambas fuentes de luz.
El telescopio que plantea Newsberg no es mucho más grande que el James Webb (formado por varios espejos hexagonales que, sumados, ocupan 6,5 metros de diámetro). En lugar de un círculo, el espejo de Newsberg adopta una forma rectangular de 1 por 20 metros. Esa proporción tan alargada, como si fuera una cinta, puede ser poco estética, pero permite alcanzar la resolución equivalente a un telescopio de 20 metros de diámetro en algunas tareas. Esos 20 metros permitirían separar la luz cegadora luz que nos llega de las estrellas de la tenue señal de los planeta que las acompaña.
Durante años se ha planteado la opción de bloquear la luz estelar con una técnica conocida como “oclusión”. La idea consiste en desplegar un disco de decenas de metros (un starshade) que, situado a miles de kilómetros del telescopio, oculte la estrella y deje pasar la luz de los planetas. España, de hecho, ha participado recientemente en proyectos que ocluyen la luz de nuestro propio Sol desde el espacio para estudiar su corona. Pero, aunque esta solución es eficaz en casos concretos, no resulta práctica cuando los objetivos son múltiples y tan lejanos entre sí: mover un starshade miles de kilómetros es absolutamente ineficiente.
Aquí es donde el telescopio rectangular muestra su ventaja. Al rotar el espejo, los astrónomos pueden alinear la longitud de 20 metros con la posición de la estrella y su planeta, obteniendo la resolución necesaria sin recurrir a los starshaders o a espejos imposibles de poner en órbita. Por supuesto, este diseño “extremo” no solo tiene ventajas, sino algunos inconvenientes que lo convierten más en un especialista que en un generalista. Una propuesta tan interesante como poco estética que, tal vez, acabe vigilando el cosmos a pocos miles de kilómetros de aquí.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Esto es solo una propuesta, una de las muchas ideas que lanzarán los expertos antes de que se decida el diseño del próximo gran telescopio espacial
REFERENCIA (MLA):
- Newberg, Heidi. The Case for a Rectangular Format Space Telescope for Finding Exoplanets. Frontiers in Astronomy and Space Sciences, vol. 12, 1 Sept. 2025, doi:10.3389/fspas.2025.1441984.
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