Ciencia
La macabra historia del robo del cerebro de Einstein
Thomas Harvey, médico encargado de la autopsia del científico, lo mantuvo escondido en un tarro de mayonesa durante cinco décadas
Posiblemente, es una de las personas más influyentes de la historia. Considerado un genio, pese a tener una infancia difícil; con una mente brillante, inigualable, y capacitada para conseguir lo que se creía imposible. Albert Einstein dejó un legado inconmensurable, sin lugar a dudas, gracias a su teoría de la relatividad, que redefinió la física teórica. Un genio, donde los haya, y con un cerebro que valía su peso en oro. Tanto, que llegó a ser robado por un médico: Thomas Harvey, encargado de realizar su autopsia.
Einstein fue capaz de deducir un universo en el que tiempo, espacio, masa, energía y luz eran casi una sola cosa. Incorporó sus teorías físicas al estudio del origen y evolución del Universo. Ganó el Premio Nobel de la Física en 1921, también fue el padre de la bomba atómica y contaba con un coeficiente intelectual de 160. Nada mal para una persona cuyas facultades para hablar en la niñez fueron tan tardías que llegó a preocupar a sus padres, quienes no se imaginaban que, dentro de su cabeza, se estaba cociendo la mente más increíble hasta la fecha.
El 18 de abril de 1955, a los 76 años de edad, el más famoso físico de la Historia murió a causa de la ruptura de un aneurisma de la aorta abdominal. En sus últimos meses de vida, pidió que su cuerpo fuese incinerado en la intimidad familiar y sus cenizas esparcidas en un río, antes de que la sociedad conociera su fallecimiento. “Para que la gente no vaya a adorar mis huesos”, decía, según explica el periodista y escritor norteamericano Michael Paternini, autor de “Paseando con Mr. Albert: un viaje a través de EE. UU. con el cerebro de Einstein”.
Y Harvey, patólogo responsable de su autopsia, casi cumplió con su deseo, de no ser por que decidió extraer su cerebro. Lo pesó, lo diseccionó y lo introdujo en formol. Lo cortó en más de 200 láminas para que fuera examinado por expertos y las introdujo en varios tarros, que permanecieron escondidos en su casa durante casi cinco décadas. Todo a escondidas, sin que nadie lo supiese hasta que, unos días después de la cremación, su familia se enteró de que el cuerpo no estaba completo.
Cuando la realidad supera la ficción: un robo "para la ciencia"
Durante su investigación, Harvey estudió detenidamente el cerebro de Einstein, hizo fotografías detalladas del mismo y hasta encargó una pintura del cerebro. Insistió en que su objetivo era “puramente científico”, y condujo el cerebro por todo el país para entregar trozos a investigadores curiosos e incluso el Ejército de Estados Unidos, interesado porque pensaron que les pondría a la altura de los rusos.
El primer estudio sobre el cerebro de Einstein se publicó en la revista Experimental Neurology, en 1985, solo unos años después de que el reportero Steven Levy conociera a Harvey, una vez que se supo dónde estaba el cerebro en 1978. En la investigación, se descubrió que el cerebro del genio tenía una cantidad de células gliales superior a la media, que mantienen las neuronas del cerebro oxigenadas y, por lo tanto, activas y muy útiles. Otros estudios posteriores confirmaron que estas neuronas estaban más juntas de lo habitual, lo que permitían un procesamiento más rápido de la información.
En 1996, Paterniti, que había investigado previamente sobre Harvey, lo convenció para devolver el cerebro a su familia. Así, el patólogo, con 84 años entonces, viajó por todo EEUU con el cerebro en el baúl de un vehículo para entregarlo a la nieta del científico, que vivía en California. Tras la muerte de Harvey, en 2007, los restos se exhiben en el Museo Nacional de Salud y Medicina del Ejército de Estados Unidos de Maryland. Entre el material donado por la familia Einstein, se encuentran catorce fotografías del cerebro, tomadas desde diferentes ángulos que hasta entonces eran desconocidas.
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