Meteorología

La NASA advierte que el planeta está perdiendo el equilibrio

“No sabemos aún hasta qué punto transformará el clima global, pero sí sabemos que el equilibrio que dábamos por hecho ya no es tal”, señala Norman Loeb, de la misión CERES.

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La Tierra no refleja de forma pareja la luz solar. Y eso crea un importante desequilibrio.JS/GeminiJS/Gemini

Durante décadas, los expertos en climatología vivieron con una certeza reconfortante: a pesar de que los hemisferios norte y sur son muy distintos (el primero, cubierto de continentes, el segundo dominado por océanos), la Tierra mantenía un equilibrio notable en la forma en que reflejaba la luz solar hacia el espacio. Era como si el planeta hubiera encontrado una especie de simetría invisible que compensaba sus contrastes geográficos.

Esa simetría, sin embargo, parece estar rompiéndose. Un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) y liderado por Norman Loeb, investigador principal de la misión satelital CERES (Clouds and the Earth’s Radiant Energy System) de la NASA, revela que la Tierra ya no refleja la radiación solar de manera equilibrada entre hemisferios. El norte está comenzando a oscurecerse, mientras que el sur sigue manteniendo una mayor capacidad de reflejar la luz del Sol.

Y esto es fundamental para la vida. Reflejar la luz solar permite que el planeta mantenga una temperatura habitable, evitando un calentamiento excesivo. Esta energía reflejada por las nubes, el hielo y la superficie ayuda a equilibrar el balance energético, regulando el clima y previniendo que la Tierra se convierta en un planeta demasiado caliente como para vivir en él.

El balance energético de la Tierra funciona como un delicado espejo cósmico. Una parte de la radiación solar entrante es reflejada por nubes, hielo, nieve y partículas en la atmósfera (radiación de onda corta). El resto es absorbido y luego reemitido en forma de calor infrarrojo hacia el espacio (radiación de onda larga).

Hasta ahora, los satélites mostraban que el albedo planetario (la fracción de radiación reflejada) estaba sorprendentemente equilibrado entre norte y sur. Loeb y sus colegas, sin embargo, han identificado que este equilibrio se está rompiendo.

El hemisferio norte refleja menos luz solar que el sur, lo que significa que absorbe más energía. A la vez, también está emitiendo más radiación infrarroja hacia el espacio. Esta asimetría emergente es un cambio sutil, pero significativo: el espejo planetario ya no devuelve la misma imagen en ambos lados.

¿Qué está provocando el desequilibrio? El equipo de Loeb estudio señala varios factores que podrían explicar este fenómeno. El primero de ellos es la reducción de aerosoles en el hemisferio norte. Durante el siglo XX, la contaminación industrial liberó gran cantidad de partículas que reflejaban la luz solar. Las regulaciones ambientales han reducido esas emisiones en Europa y Norteamérica, lo que, paradójicamente, hace que ahora el hemisferio norte refleje menos radiación.

Otra opción es la pérdida de nieve y hielo. El retroceso del Ártico en verano y la disminución de glaciares reducen las superficies blancas que antes funcionaban como grandes espejos naturales. También hay que contar con los cambios en la cobertura nubosa. Variaciones en la distribución y densidad de nubes también afectan la cantidad de radiación que se refleja.

El resultado es un norte que absorbe más energía de onda corta y que, como consecuencia, debe liberar más calor de onda larga para compensar. Pero esta compensación no es perfecta y podría alterar el delicado balance climático global.

¿Por qué importa esta asimetría? Porque los flujos de energía entre hemisferios son uno de los motores ocultos de la circulación atmosférica y oceánica. Si un hemisferio comienza a calentarse más que el otro, eso puede modificar corrientes de aire, desplazar cinturones de lluvias, alterar monzones o intensificar sequías. A escala oceánica, los gradientes energéticos influyen en corrientes como la del Atlántico, que regulan el clima de Europa y América del Norte.

En palabras de Loeb, lo inquietante es que este cambio no parece ser una simple fluctuación temporal, sino una tendencia emergente. Si continúa, podría redibujar patrones climáticos que la humanidad ha dado por estables durante milenios. El estudio, no obstante, también insiste en la prudencia. Los registros de satélite de CERES abarcan apenas dos décadas, una fracción minúscula en términos climáticos. Es posible que parte de esta asimetría refleje ciclos naturales de nubes o aerosoles.

Además, las mediciones de radiación a escala global requieren calibraciones extremadamente precisas: un pequeño error puede parecer una tendencia. Por eso, los investigadores llaman a extender la observación, mejorar la instrumentación y comprobar si este “nuevo rostro” de la Tierra se consolida o se atenúa.

Más allá de los tecnicismos, el hallazgo plantea una metáfora poderosa: la Tierra empieza a reflejarse de manera distinta según el hemisferio. Y ese espejo desigual nos habla de nuestra propia huella.

Las decisiones humanas —desde la quema de combustibles fósiles hasta las leyes antipolución— han alterado la manera en que nuestro planeta gestiona la energía solar. El hecho de que una reducción de aerosoles “limpie” la atmósfera, pero, al mismo tiempo, reduzca la reflexión de luz, es un recordatorio de que el sistema climático es complejo y no admite soluciones fáciles.

Mientras tanto, la pérdida de hielo en el Ártico no solo abre rutas marítimas, sino que también despoja a la Tierra de una de sus superficies reflectantes más eficaces. Cada glaciar que desaparece apaga un poco más el brillo del hemisferio norte.

Loeb y su equipo concluyen que la asimetría emergente es un fenómeno que merece atención prioritaria. No sabemos aún hasta qué punto transformará el clima global, pero sí sabemos que el equilibrio que dábamos por hecho ya no es tal.