Espacio

LA NASA descubre nuevos detalles sobre este extraño visitante de otro sistema solar: 3I/ATLAS

El cometa está cada vez más cerca del Sol y, poco poco, a la luz de nuestra estrella, va iluminando su naturaleza

Imagen del cometa 3I/ATLAS tomada por el telescopio espacial James Webb
Imagen del cometa 3I/ATLAS tomada por el telescopio espacial James WebbJames Webb Space TelescopeJames Webb Space Telescope

Antiguamente, en los pueblos cualquier visita de un forastero se convertía, inmediatamente, en un evento excepcional. Traía nuevas de un mundo lejano al que, la mayoría, jamás había viajado. Rompía la monotonía y permitía entender mejor quiénes somos al descubrir similitudes y diferencias entre el forastero y nosotros. La globalización ha acabado con esa magia, pero otra muy parecida sigue viva entre los astrónomos. Porque nuestro sistema solar es poco más que un pueblo en la inconmensurable escala del cosmos. Un pueblo relativamente aislado, poblado por una serie de planetas, satélites y cuerpos menores que orbitan al Sol y, en el fondo, son todos hijos de una misma nebulosa. Vivimos en la rutina de sus órbitas cerradas, en un eterno retorno que solo rompe la visita de algún forastero, como es el caso de 3I/ATLAS.

Para conocernos a nosotros, como sistema Solar, no solo hemos de indagar en la historia de nuestros planetas y meteoroides, sino que debemos compararnos con los visitantes de otros sistemas solares, esos pocos viajeros que dan con nosotros tras cruzar a la deriva el universo. No es algo frecuente porque, a pesar de la cantidad de cometas y asteroides que salen de los sistemas solares, que entren en otro es como hacer blanco en una diana con los ojos cerrados. Un suceso fortuito y estadísticamente poco probable. Por suerte, al mejorar nuestras técnicas de detección, en los últimos años hemos identificado a tres viajeros, los tres únicos confirmados en la historia y, el último, trae noticias interesantes.

El registro de visitas

El 19 de octubre de 2017, la prensa confundió el interés que suscitaba Oumuamua con la posibilidad de que fuera una nave extraterrestre. Aquel primer objeto interestelar había captado la atención de la comunidad científica porque, como decíamos, podía hablarnos de cómo eran otros lugares del universo. Sin embargo, los medios (y algunos expertos tan polémicos como faltos de rigor), no dudaron en clamar “OVNI”. Por suerte, desde entonces el mensaje se ha moderado y, con el segundo visitante fuimos más cautos. El 30 de agosto de 2019 identificamos a Borisov, un cometa que, como Oumuamua, mostraba una trayectoria extraña. No parecía describir el contorno de una elipse que diera vueltas en torno a nuestra estrella. Su trayectoria era hiperbólica, esto es: aunque se curvaba al acercarse al sol, los brazos de su trayectoria no parecían cerrarse cuando los prolongaban en el espacio, no estaba dando vueltas a nuestra estrella, sino que venía de fuera.

Finalmente, llegamos a 3I/ATLAS, el cometa que nos ocupa y que recibe su nombre de ser el tercer (3) objeto interestelar (I) y haber sido detectado por el Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System (ATLAS) el 6 de agosto de este año. Desde entonces, cuatro grandes telescopios han seguido su trayectoria para recabar tanta información como podamos acerca de este forastero: James Webb, Hubble, SPHEREx y TESS. Y, aunque pueda parecerlo por el origen de su nombre, el riesgo de que impacte con nosotros es nulo. Los expertos estiman que el 29 de septiembre llegará al punto de su trayectoria más cercana al Sol e, incluso entonces, estará a 1,4 unidades astronómicas de nuestra estrella. Puede que esta cifra no te diga mucho, pero nosotros estamos a 1 Unidad Astronómica del Sol y 1,4, equivale a quedarse un poco más lejos de lo que se encuentra Marte.

¿Qué nuevas traéis?

Lo que mantiene atentos a los astrónomos no es una posible colisión, por lo tanto, sino la esperanza de descubrir la composición de 3I/ATLAS. Los cometas están compuestos por rocas, pero también por hielo que, a medida que se acerca al Sol, se convierte una cola de gas y plasma y somos buenos analizando la composición en esos estados de la materia. De hecho, las primeras noticias sobre la química de 3I/ATLAS ya revelan algo interesante. La proporción de hielos que lo forman es atípica porque, cuando decimos “hielo” no hablamos solo de hielo de agua.

En los cometas podemos encontrar hielo de agua, pero también de dióxido de carbono y de monóxido de carbono. En función de la proporción que haya de estos hielos podremos identificar en qué lugar del espacio se formó el cometa o, quizás, a qué condiciones externas ha estado sometido durante su viaje. Por ejemplo, Borisov tenía una proporción de hielo de monóxido de carbono inusitadamente alta. De hecho, superaba a cualquier cometa conocido. En el caso de 3I/ATLAS, los telescopios han detectado una pequeña cantidad de monóxido de carbono, pero bastante más agua y dióxido de carbono en su cola. Concretamente: ocho veces más dióxido de carbono que agua cuando, en nuestro sistema solar, el hielo de agua suele ser dominante en la composición de los cometas.

En principio, estas proporciones pueden cambiar a medida que se acerque al Sol, en parte, porque queden expuestas sus capas más interiores y, por otro lado, porque estos hielos se funden (y subliman) a diferentes temperaturas. No obstante, si el dióxido de carbono sigue dominando, podría deberse a tres causas diferentes. La primera es que se hubiera formado e la distancia precisa de su estrella para permitir la formación de hielo de dióxido de carbono, favoreciendo este hielo y limitando el agua. La segunda es que durante su viaje interestelar haya estado expuesto a una gran dosis de radiación cósmica eliminando el agua de su superficie. La tercera es que se deba a una composición diferente de la nebulosa que dio lugar a su sistema solar.

Por desgracia, por ahora no podemos decantarnos por ninguna de ellas, pero en los próximos meses el Sol se encargará de facilitarnos su análisis y, así, sacarnos de dudas. Solo así, interrogando a cada viajero que cruce nuestras fronteras espaciales, lograremos conocer cómo es el mundo más allá de nuestro sistema solar.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • A pesar de lo que puedan decir algunos intelectuales públicos, no hay motivo para pensar que 3I/ATLAS sea una nave extraterrestre, como tampoco lo había en el caso de Oumuamua. Otra cuestión es que sea de origen extraterrestre pero, en ese caso, el significado es estrictamente etimológico: que proviene de fuera de la Tierra. De hecho, sería extrasolar, pero esa palabra no atrae a tantos lectores. El cambio de velocidad que experimentan estos visitantes se debe a diversas cuestiones explicables sin recurrir a la hipótesis de que tengan propulsores y sistemas de frenado.

REFERENCIAS (MLA):

  • NASA. “Comet 3I/ATLAS.” NASA Science, 3 de julio de 2025, science.nasa.gov/solar-system/comets/3i-atlas/. Consultado el 8 de septiembre de 2025.
  • Cordiner, Martin A., et al. “JWST Detection of a Carbon Dioxide Dominated Gas Coma Surrounding Interstellar Object 3I/ATLAS.” arXiv, 25 de agosto de 2025, arxiv.org/abs/2508.18209. Consultado el 8 de septiembre de 2025.
  • NASA. “As NASA Missions Study Interstellar Comet, Hubble Makes Size Estimate.” NASA Science, 7 de agosto de 2025, science.nasa.gov/missions/hubble/as-nasa-missions-study-interstellar-comet-hubble-makes-size-estimate/. Consultado el 8 de septiembre de 2025.