
Astroquímica
Por primera vez un rover de la NASA graba un relámpago en Marte
En total la sonda Perseverance ha captado unos 55 eventos atmosféricos como este.

Un crujido eléctrico, casi imperceptible, resuena entre remolinos de polvo en Marte. Por primera vez, una misión al planeta rojo, Perseverance para más datos, ha registrado lo que científicos interpretan como descargas eléctricas, equivalentes a un trueno en el aire marciano. No son tormentas violentas ni rayos brillantes: son pequeñas chispas, fugaces y silenciosas, pero capaces de reescribir lo que sabíamos del clima y la atmósfera del planeta rojo.
En los cielos, o mejor dicho, en el aire delgado y rojizo, de Marte, algo viejo como la ciencia vuelve a sorprender: electricidad. Hasta ahora, la idea de rayos marcianos había sido objeto de hipótesis y modelados, pero sin evidencia directa. Ese umbral acaba de ser cruzado. Un equipo internacional ha analizado grabaciones de audio recogidas por el micrófono del Perseverance durante casi cuatro años terrestres (equivalentes a dos años marcianos), y ha identificado 55 eventos eléctricos ligados a tormentas de polvo.
No se trató de relámpagos como los terrestres, nada de fulgores visibles. Las descargas fueron diminutas: arcos eléctricos de unos pocos centímetros, generados por la fricción de partículas de polvo en suspensión, que provocan una forma de electricidad estática, un fenómeno llamado “triboeléctrico”.
El sonido captado fue un crujido breve, semejante al “chasquido” de una descarga estática en la Tierra. Pero en Marte, con su atmósfera tan tenue (poco más de un 1 % de la densidad terrestre), incluso ese susurro eléctrico se convierte en noticia.
En nuestro planeta, los rayos se forman en nubes cargadas de agua; en Marte, las reglas cambian. Allí no hay océanos que evaporar, ni nubes densas. Pero sí hay polvo, viento y remolinos: tormentas que levantan partículas y las hacen chocar una contra otra. Es esa danza de arena contra arena, viento contra superficie, lo que crea carga eléctrica. Hasta ahora se creía que esas tormentas podían acumular electricidad, pero nunca se había registrado una descarga real.
El hallazgo, publicado en Nature, además apunta a que la atmósfera marciana no es tan estática como se pensaba. Estas microdescargas podrían tener consecuencias invisibles pero reales: alterar la química del polvo, generar oxidantes, modificar la superficie… E incluso, representar un riesgo para maquinaria y quizás, algún día, para humanos.
Los científicos advierten que no se trata de un trueno al estilo terrestre, pues no hay tormentas violentas, ni centellas que atraviesen el cielo rojo. Más bien, lo que Perseverance captó fueron descargas estáticas, cercanas y débiles, más parecidas a los chispazos que sentimos al frotar un jersey en otoño.
Pero eso no resta valor al hallazgo; al contrario. Cada chispa, por pequeña que sea, revela que la atmósfera marciana puede cargarse, descargar electricidad, cambiar su química, y quizás haber jugado un papel en su evolución. Nos recuerda que cada planeta tiene su propio “clima”, con reglas propias y que esas reglas pueden ser tan sutiles como, precisamente, un susurro eléctrico.
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