
Evolución
¿Por qué los científicos aún no entienden la genética del gran tiburón blanco?
El origen de estos animales los tiene confundidos: “La respuesta científica honesta es que no tenemos ni idea”, señalan los autores de un estudio.

Estamos acostumbrados a que, luego de la biología, la anatomía, la fisiología y demás, la genética comience a dar respuestas a muchas de las lagunas que aún permanecían sumergidas. Casi siempre es así, pero desde que se ha comenzado a descifrar el genoma del gran tiburón blanco (Carcharodon carcharias), las preguntas resultan ser más frecuentes que las respuestas que se han encontrado. Y llevamos más de 20 años así.
Y es que un estudio confirmó que, contrariamente a la creencia popular, este feroz depredador oceánico no pertenece a una única especie global. Las conclusiones señalan que habría tres grupos distintos, todos descendientes de una población común que vivió hace 10.000 años antes de que la última glaciación redujera su población. Uno de los grupos modernos se encuentra en el Pacífico norte, otro en el Pacífico sur y el océano Índico, y otro en el Atlántico norte y el Mediterráneo. Pero por mucho que los investigadores intenten explicar estos grupos mediante simulaciones evolutivas, siguen encontrando un callejón sin salida tras otro.
“La respuesta científica honesta es que no tenemos ni idea", afirma Gavin Naylor, líder del estudio, en un comunicado. Si bien el ADN nuclear de los tres grupos de tiburones es prácticamente el mismo, su ADN mitocondrial es sorprendentemente distinto.
El ADN nuclear se almacena dentro del núcleo de la célula (de ahí su nombre), pero el ADN mitocondrial se almacena dentro de las mitocondrias, que producen energía para la célula. Pero esa no es la única diferencia: el ADN mitocondrial se hereda de la madre, mientras que el nuclear llega desde ambos progenitores.
Dado que el primero de ellos permite rastrear la línea materna, los biólogos conservacionistas lo han utilizado durante años para identificar los límites poblacionales y las rutas migratorias. Sin embargo, en el caso de los grandes tiburones blancos, este método no funciona. Pero en este caso, incluso después de utilizar uno de los conjuntos de datos más grandes a nivel mundial sobre grandes tiburones blancos, los científicos no encontraron nada.
Anteriormente, se sospechaba que los cambios en el ADN mitocondrial se debían al regreso de las hembras de tiburón a su lugar de nacimiento para reproducirse, un concepto conocido como filopatría femenina.
La hipótesis incluso se ve respaldada por evidencia observacional reciente, que sugiere que, si bien tanto los tiburones machos como las hembras recorren grandes distancias, las hembras regresan a casa cuando llega el momento de aparearse.
Sin embargo, cuando el equipo de Naylor puso a prueba esta idea, no logró explicar los grupos de ADN mitocondrial. Al secuenciar los genes de 150 tiburones blancos de todo el mundo, Naylor y su equipo no encontraron evidencia de filopatría femenina.
Se esperaría una pequeña señal en el ADN nuclear si las hembras solo se reprodujeran con ciertas poblaciones. “Pero eso no se reflejó en absoluto en los datos nucleares”, añade Naylor. Incluso cuando realizaron una simulación evolutiva, que mostró cómo los tiburones podrían haberse dividido en tres grupos desde su último ancestro común, la hipótesis de la filopatría femenina no se sostuvo.
“Se nos ocurrió la idea de que las proporciones de sexos podrían ser diferentes, que solo unas pocas hembras contribuían a las poblaciones de una generación a la siguiente”, afirma Naylor.
El problema es que eso tampoco logró explicar las diferencias genéticas. La única explicación alternativa conocida es que la selección natural podría haber perfeccionado el ADN mitocondrial de cada grupo, lo cual parece descabellado.
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