Dinosaurios

¿Qué fue primero, la pluma o “la gallina”? Un nuevo estudio arroja luz sobre la cuestión

Una investigación del University College de Cork revela cómo era la piel de los primeros dinosaurios con plumas

Se estudió el espécimen de dinosaurio NJUES-10 bajo luz natural (mitad superior) y luz UV (mitad inferior), mostrando la fluorescencia naranja-amarilla de la piel fósil.
Se estudió el espécimen de dinosaurio NJUES-10 bajo luz natural (mitad superior) y luz UV (mitad inferior), mostrando la fluorescencia naranja-amarilla de la piel fósil. Dr Zixiao YangEurekalert

Podemos preguntarnos qué fue antes, si las plumas o la gallina, pero la respuesta es evidente: las plumas. Sin embargo, el titular no se lo cuestiona de manera literal, sino que hace referencia al clásico acertijo para reflexionar sobre el mismo origen de las plumas. Porque, gracias a un reciente estudio publicado en la revista Nature Communications, ahora comprendemos mejor cómo fue esa transición entre animales totalmente implumes y las aves. La clave parece encontrarse en un pequeño cereatopsio llamado psitacosaurus que los expertos han logrado ver como nunca.

Solemos pensar que los fósiles son solamente un puñado de huesos, pero, a veces, en las condiciones adecuadas, sus tejidos blandos también sobreviven al paso del tiempo. Lo más frecuente es encontrar partes del esqueleto que han sustituido su composición por minerales hasta sustituirla total o parcialmente. Sin embargo, en los últimos años hemos encontrado cada vez más fósiles de conservación excepcional. En ellos podemos encontrar piel, plumas, músculos e incluso, con suerte, algún órgano. Lógicamente, nos proporcionan información valiosísima sobre la anatomía de aquellos animales y así es como, un grupo de investigadores de la University College de Cork, han dado con un eslabón perdido entre los reptiles más escamosos y las aves.

Los eslabones perdidos

El concepto de “eslabón perdido” es algo conflictivo, en realidad. Tendemos a verlo como un estadio intermedio de la evolución, un espécimen a medio formar entre lo que eran sus antepasados y lo que son sus descendientes, pero, aunque haya estado cronológicamente entre uno y otro, no es una parada en el camino, es un individuo, a priori, tan funcional como sus sucesores o sus antecesores. Por otro lado, se refiere a individuos de especies que todavía no conocemos, y eso plantea ciertos problemas.

Porque si cualquier especie entre las actuales y una especie fósil que les antecediera es un eslabón perdido, entonces la historia está llena de eslabones perdidos, cada pequeño cambio entre generaciones de una población sería un eslabón perdido, con las complicaciones que eso trae consigo. En cualquier caso, si tenemos en cuenta estas consideraciones, el término nos ayuda a hacernos una idea de lo que puede significar un fósil concreto: un testigo especialmente interesante de un proceso evolutivo que, con el tiempo, se extremaría más. En este caso, un momento en que las plumas todavía no cubrían la mayor parte del cuerpo de algunos dinosaurios y que, sin embargo, ya ocultaban bastante su piel.

Una nueva luz

Para hacernos una idea, los psitacosaurios son pequeños dinosaurios bípedos, herbívoros y de pico córneo del Cretácico inferior (hace 135-120 millones de años). Hasta ahora, la mayor parte de representaciones mostraban algunas tímidas plumas en su cola, como si fuera un mechón largo de pelo pincho. Si hablamos del fósil concreto de este estudio, su conservación era fantástica y podían apreciarse las plumas. Sin embargo, al someter el fósil a la luz ultravioleta, los científicos pudieron apreciar detalles que, hasta ese momento, habían permanecido ocultos.

Los científicos vieron como la luz ultravioleta hacía brillar con un fulgor naranja algunas partes del fósil. Eran la piel del psitacosaurio, que se había conservado tras 130 millones de años. Por supuesto, ya no era un tejido orgánico, ahora está compuesta por sílice. Y, por si fuera poco… lo más interesante es que este tipo de preservación no se había encontrado todavía en vertebrados, por lo que es posible que haya muchos más fósiles con este tipo de conservación de tejidos blandos, con la de información que eso nos puede proporcionar.

En palabras de la Prof. McNamara, investigadora principal del estudio: “Nuestro descubrimiento sugiere que la piel suave, similar a la de las aves, se desarrolló inicialmente solo en las regiones del cuerpo con plumas, mientras que el resto de la piel seguía siendo escamosa, como en los reptiles modernos. Este desarrollo zonificado habría mantenido funciones esenciales de la piel, como la protección contra la abrasión, la deshidratación y los parásitos.”

Así que, si bien tenemos claro que las plumas fueron antes de la gallina e, incluso, antes de las aves, ahora conocemos mejor al primer ejemplar con plumas y acerca de la relación que estas guardan con la piel.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Las plumas no fueron seleccionadas en un primer momento porque permitieran volar, ni mucho menos. Las principales hipótesis apuntan a que las primeras protoplumas eran un aislante, como puede serlo nuestro pelo, capaces de protegernos frente a los cambios de temperatura, la suciedad y los parásitos. Las primeras plumas, propiamente dichas, podrían servir para subir por pendientes especialmente inclinadas y, puede, que poco a poco aumentaran en tamaño y número hasta permitir el planeo para, finalmente, sostener el vuelo.

REFERENCIAS (MLA):

  • McNamara Maria, “Cellular structure of dinosaur scales reveals retention of reptile-type skin during the evolutionary transition to feathers” Nature Communications (2024) [[LINK:EXTERNO|||http://dx.doi.org/10.1038/s41467-024-48400-3" target="_blank">]]