Actualidad
¿Por qué el síndrome de Kessler preocupa a los científicos?
Se trata de un efecto teorizado en 1991 que describe las consecuencias de ciertas reacciones en cadena.
En 1991 el astrofísico Donald J. Kessler publicó un estudio en Advances in Space Research titulado Cascada de colisiones: los límites del crecimiento demográfico en la órbita terrestre baja. En aquella época Kessler trabajaba como asesor de la NASA y predijo (acertadamente podemos asegurar hoy) el peligro del síndrome que lleva su nombre y que describe cómo una densidad crítica de objetos puede provocar, alcanzado un determinado punto, un desastre. ¿Qué significa esto?
Básicamente, el síndrome de Kessler señala que la densidad de objetos en órbita terrestre baja (LEO) debido a la contaminación espacial es tan numerosa que cada vez se incrementa más la posibilidad de colisiones entre objetos, lo que podría causar un efecto cascada: cada colisión genera nuevos desechos espaciales que aumentan la probabilidad de futuras colisiones.
Por lo tanto, Clean Space busca no solo reducir la producción de desechos de futuras misiones de la ESA, sino también reducir la masa total de desechos actuales, como el rescate robótico de satélites abandonados. La tarea es urgente: los niveles de desechos han aumentado un 50% en los últimos cinco años en órbita baja.
Hasta 1961 solo habíamos enviado al espacio cincuenta objetos: principalmente satélites artificiales, pero también etapas de algunos de los cohetes que los llevaron a órbita. Eso fue hasta 1961 porque precisamente ese año el cohete estadounidense Ablestar, que llevaba el satélite Transit 4, explotaba y se desintegraba en 300 fragmentos.
A esa le sucedieron otras, pero la mayor ocurrió en 1996, cuando el cohete Pegasus produjo, por sí solo, el mayor “vertedero” espacial: 300.000 piezas mayores de medio centímetro, que en su mayoría siguen en órbita. Mucho hemos “avanzado” desde entonces… Desafortunadamente. De acuerdo con la Agencia Espacial Europea, los modelos estiman que hay al menos 29.000 piezas de un tamaño por encima de los 10 cm, 670.000 entre 10 y 1 cm. y más de 170 millones, más pequeñas.
“Cualquiera de estos objetos puede causar daños a una nave espacial – señala la ESA -. Por ejemplo, una colisión con un objeto de 10 cm implicaría una fragmentación catastrófica de un satélite típico, un objeto de 1 cm probablemente inutilizaría una nave espacial y penetraría los escudos de la ISS, y un objeto de 1 mm podría destruir subsistemas en abordar una nave espacial”.
En 2009, el propio Kessler señaló que la cantidad de basura en el espacio ya era inestable, “de modo que cualquier intento de lograr un entorno de escombros pequeños sin crecimiento mediante la eliminación de fuentes de escombros pasados probablemente fracasará porque los fragmentos de colisiones futuras se generarán más rápido”. En pocas palabras: el ritmo al que se consiga limpiar la basura espacial es más lento del que se genera esa basura.
El problema es que no solo hemos sobrepasado el punto crítico, sino que la basura sigue aumentando: cada año se lanzan al espacio cerca de 100 nuevos satélites y solo la constelación de Elon Musk (Starlink) sobrepasa los 6.000 y en unos años llegarán a los 30.000. No es extraño, entonces, que este síndrome preocupe a los expertos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar