
Nuestro planeta
La Tierra cada vez gira más despacio, pero eso podría ser la clave para la existencia del oxígeno
Aunque pueda parecer contraintuitivo, la ralentización del movimiento de rotación podría ser clave para la generación de oxígeno que hace habitable la Tierra

El tiempo que transcurre entre el amanecer y el anochecer no es un simple dato astronómico. La duración de nuestros días ha sido una variable silenciosa que ha moldeado la historia de la vida en la Tierra de formas que apenas estamos empezando a comprender.
Mientras la Luna se aleja lentamente de nosotros, nuestro planeta reduce su velocidad de rotación de manera casi imperceptible. Este fenómeno, que añade milisegundos a cada día a lo largo de millones de años, podría parecer irrelevante para la biología terrestre.
Sin embargo, los científicos acaban de descubrir que esta desaceleración cósmica ha sido fundamental para la evolución de la atmósfera que respiramos. Una conexión inesperada entre la mecánica celeste y la química de la vida.
El giro sin fin de la Tierra y su clave para la vida
Los microorganismos que revolucionaron la atmósfera terrestre operaban bajo restricciones temporales más severas de lo que imaginábamos, según apuntan desde Nature Geoscience. Las cianobacterias, responsables de la fotosíntesis oxigénica, vivían atrapadas entre la producción diurna y el consumo nocturno de oxígeno, un equilibrio que dependía críticamente de la duración de cada ciclo.
Hace miles de millones de años, cuando los días duraban apenas 6 a 12 horas, estas alfombras microbianas del fondo marino generaban ráfagas intensas pero fugaces de oxígeno. Durante las noches, igualmente breves, consumían parte del oxígeno producido mediante respiración celular, limitando la acumulación neta en la atmósfera.
El equipo de investigación demostró que la fricción gravitatoria entre la Tierra y la Luna fue el motor del cambio. A medida que nuestro satélite se alejaba, los días se alargaban progresivamente: 21 horas hace 2.400 millones de años durante la Gran Oxidación, 23 horas hace 600 millones de años en la Oxigenación Neoproterozoica, hasta las actuales 24 horas.
Los experimentos con cianobacterias modernas en el Middle Island Sinkhole del Lago Hurón revelaron las ventajas de los días más largos. Mayor tiempo de fotosíntesis activa significaba más oxígeno producido, mientras que el consumo nocturno se mantenía proporcionalmente menor. Además, los días extendidos favorecían el enterramiento de carbono orgánico, proceso esencial para que el oxígeno se acumule en la atmósfera.
Los modelos matemáticos desarrollados por el equipo integran la dinámica de difusión molecular en las esteras microbianas con las tasas variables de producción y consumo de oxígeno. Sus cálculos indican que el alargamiento diurno aumentó hasta un 28% la exportación neta de oxígeno durante el Neoproterozoico.
Este descubrimiento conecta directamente procesos astronómicos con hitos evolutivos: el primer gran aumento de oxígeno atmosférico, la oxigenación que permitió la explosión cámbrica, y la posterior estabilización hacia niveles modernos. La mecánica celeste no solo alarga nuestros días, sino que fue crucial para crear la atmósfera respirable que sustenta la vida compleja en la Tierra.
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