Gastronomía

Restaurante Rioja, el guardián de la paella

Aunque reivindicamos su majestuosa paella valenciana, también esgrimen y exhiben una excelente carta de arroces y fideuás como estandarte

Los paladares se inclinan con obligada genuflexión al probar la paella valenciana
Los paladares se inclinan con obligada genuflexión al probar la paella valencianaLa RazónLa Razón

Viajamos a Benissanó, en pleno epílogo del otoño, hacia el Hotel Restaurante Rioja (Avenida Verge del Fonament, 37). Pocos escenarios son más propicios para disfrutar de una auténtica paella valenciana.

Se pone de manifiesto, por distintas vías, lo completa que es su oferta. La carta de entradas esta empedrada de más que buenas intenciones, realidades donde prima la excelencia como: tacos de sepia, callo con salsa de chipirón y pimientos de piquillo confitados al carbón con ventresca. Hay otras que no necesitan redobles de tambor para presentarlas como las clásicas alcachofas rellenas de carne.

Aunque reivindicamos su majestuosa paella valenciana, también esgrimen y exhiben una excelente carta de arroces como estandarte. Sabidas y confirmadas estas dos verdades tenemos que ir más allá. Si nos fijamos sucede que la satisfacción y los gustos son individuales e intransferibles pero las querencias están construidos sobre la base de lo colectivo y todos los presentes coinciden que posiblemente estamos ante la mejor paella valenciana que han comido últimamente, nos atenemos a lo que es fundamental y único el factor comensal. Bajo una extensa bandera arrocera nos convertimos en “apropiacionistas” eternos de sus sabores.

Los paladares se inclinan también con obligada genuflexión al probar los arroces melosos, caldosos y fideuás que completan la carta. Estos platos, sin duda, resultan también hegemónicos. Al probarlos se produce un relámpago instantáneo de felicidad gustativa. La regularidad cotiza al alza porque nunca fallan.

Los entusiasmos del cocinero y capitán de la nave, Vicente Rioja, están construidos sobre la base de la excelencia
Los entusiasmos del cocinero y capitán de la nave, Vicente Rioja, están construidos sobre la base de la excelenciaLa RazónLa Razón

En su quehacer cotidiano opera también un destacable fuego cruzado de maricos, carnes rojas maduradas y pescados de temporada que rentabilizan su presencia, donde es difícil no exagerar la importancia del producto que reconcilia al comensal más exigente.

El final de la comida no ofrece descanso, algo se palpa en el ambiente, algo sucede como un bulle bulle goloso al probar los conseguidos postres caseros que nos duran, cabalgando satisfacciones, lo que un cigarrillo al ‘cowboy’ del mítico anuncio.

A las conocidas virtudes culinarias hay que añadir otra: el eficaz y comprometido servicio de sala donde asoma como colaboradoras puntuales una quinta generación de la familia Rioja.

Los entusiasmos del cocinero y capitán de la nave, Vicente Rioja, están construidos sobre la base de la excelencia. Una cocina cualitativamente infatigable donde la creatividad y la tradición transitan por la misma senda gourmet de manera ortodoxa.

Gastronomía de mercado con mayúsculas con un claro mandamiento de lealtad al producto de proximidad, cuentan con su propia huerta donde cultivan verduras, frutas y hortalizas. Anteponen el carisma de los productos kilómetro cero, aun recordamos los tomates de temporada, a la pirotecnia gourmet nada comprometida.

Afortunadamente hay raíces, difíciles de olvidar, que contribuyeron a la perpetuación del negocio primigenio, camino del centenario desde el lejano 1924. Sabiduría hotelera y restauradora macerada por el paso de tiempo a través de cuatro generaciones. Instinto hostelero bien sedimentado por los últimos pioneros como el patriarca Nadal Rioja y su mujer Maruja Pastor, ya retirados, con los que compartimos mesa en la última visita. La sobremesa nos hace reflexionar sobre el antes y el ahora de la gastronomía. Pero eso será otra historia.

Entre los indicadores cualitativos también destaca su estudiada bodega.

El discurso alambicado lo protagoniza una completa carta de vinos, cava, champagne y espirituosos con recurrentes títulos de crédito. La bodega se encarga de alargarnos la bonanza de la sobremesa.

Aunque la restauración vive tiempos borrascosos cubiertos de una espesa neblina por culpa de la maldita pandemia quedan muchas sobremesas felices por disfrutar y la visita a este restaurante supone una oportunidad. No extravíen su camino gastronómico aquí tienen una escapada «obligada» sin necesidad de salvoconducto para tranquilidad del cumplidor del protocolo. Desconecten de lo que sucede a su alrededor y empiecen a darle vuelta para hacer una visita y conocer el real advenimiento de la paella.