Gastronomía
Tardeos desescalados, cenas aceleradas
Aunque sobre la desescalada llueve un derrame de especulaciones la coartada de los nuevos horarios nos ofrece otras oportunidades condicionadas en el tiempo
Lo bueno que tienen los tiempos muertos de la supuesta desescalada es que permiten un análisis sosegado de los acontecimientos de la restauración que, en caliente, están sometidos a las siempre (in)justas emociones de la subjetividad. Aunque no nos agrada la continuidad del tira y afloja de horarios y el flujo de resistencias a cambios en aforos y restricciones del interior de los establecimientos la ampliación de los horarios de apertura empieza a ser interesante.
En tiempos de fibrilación gastronómica mediática la movilización de los hábitos hosteleros en terrazas y restaurantes, no se improvisan. Mientras las agujas del reloj primaveral marcan el final del epílogo de este abril otoñal nos volvemos a entregar, desde hoy, a un terminable tardeo con la ampliación horaria. El apostolado de esta cíclica costumbre que camufla la prolongación de sobremesas se fusiona, sin solución de continuidad, con los actos previos a unas cenas aceleradas a las que más de un restaurante renunciará ante la imposibilidad de programar los tiempos deseados.
En esta etapa de zarandeos y vaivenes de aforos y horarios en bares y restaurantes por la que atravesamos, el tardeo y las obligadas cenas a contrarreloj pueden suponer una bocanada.
El tardeo desescalado y las cenas aceleradas pueden trazar un nuevo espacio integrador en el que aunque no caben todos los tiempos se puedan arropar encuentros gastrónomos donde se exprimen los momentos gourmet. La descomunal cintura hostelera puede permitir su desarrollo al totalizar y asumir todos los horarios que impone la situación actual.
Entendidos como semillas puntuales del futuro a corto plazo, pero asumiendo que son un hábito con artificios. Más que razones hay sensaciones que pueden demostrar su consolidación provisional para exprimir los horarios impuestos como imán comensal a las puertas del pulso estival. No lo duden, el tardeo (des)escalado y las cenas aceleradas pueden ser una recurrente tabla de salvación hasta llegar a la orilla del verano.
Buscaremos el refugio del icónico tardeo en terrazas favoritas para arropar la escapada gastrónoma donde se exprimen los tiempos en busca de tapas singulares y cócteles distintivos que desemboca en hábitos reconocidos.
La fuerza de los acontecimientos y la pujanza pertinaz de la desescalada controlada nos empujan a no capitular en busca del prolongar la sobremesa con el destino final del tardeo. Para entenderlo, basta con echar una ojeada a partir de hoy a determinadas terrazas y restaurantes e intentar acomodarse en tiempo real.
Algunos restauradores que veían el tardeo con mansa resignación y las tempranas cenas con sordo enfado en tiempos primigenios ahora se beneficiarán del espíritu de estas modas (no) tan consolidadas.
El tardeo se volverá a convertir en una conquista minuciosa posterior a la sobremesa que enlazará con la cenas aceleradas. Mientras llega la ansiada vuelta a la normalidad debemos luchar por mantener la serialización de los tiempos hosteleros que permite la administración sanitaria.
Ahora que tanto vivimos de hacer ruido hostelero, el regreso del tardeo desescalado y la consolidación de la cenas aceleradas se convertirán en el antídoto recurrente y preciso hasta que llegue el fin del toque de queda. Por esta cuestión no debe sorprendernos la facilidad con que las martingalas de hábitos y el maridaje de costumbres se instalarán en el día a día de la hostelería para tomar apariencia de realidad incuestionable.
¿Cómo se armoniza semejante escenario? Tiempo y voluntad no deben faltar. De la interacción de estos nuevos hábitos surgirá el bien común hostelero. No entender que, pase lo que pase, las cosas ya han cambiado es no entender nada, o muy poco. Más allá de forzados paralelismos se impone, entre los consumidores y en sus múltiples versiones, un big bang hostelero intermitente y provisional donde las modas hosteleras de interinidad tienen capacidad propia de obligada atracción cotidiana. Tardeos desescalados, cenas aceleradas.
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