Política

El edificio de Correos de Valencia, una joya arquitectónica en el centro de la polémica

La oposición critica que la Generalitat lo haya usado para ver las mascletás y haya gastado ya un millón de euros

El edificio de Correos visto desde el balcón del Ayuntamiento de Valencia
El edificio de Correos visto desde el balcón del Ayuntamiento de ValenciaAyuntamiento de ValenciaAyuntamiento de Valencia

Casi 24 millones de euros ha pagado la Generalitat valenciana para adquirir el edificio de Correos situado en la plaza del Ayuntamiento de Valencia. La operación, justificada por el importante valor arquitectónico que tiene el inmueble, no ha evitado que se haya convertido en centro de las críticas de la oposición.

El presidente Ximo Puig acordó el pasado mes de enero la compraventa de este inmueble. «Culmina el trabajo desarrollado en los últimos meses para rentabilizar al máximo los edificios que forman parte del patrimonio valenciano», explicó entonces el jefe del Consell recordando que también se habían adquirido los de Castellón y Elche y que se trabaja para repetir esta operación en Alicante.

El edificio de Correos, situada en la plaza del Ayuntamiento de Valencia, es un joya arquitectónica. Comenzó a construirse en 1915 y se inauguró en 1923. Fue obra del arquitecto zaragozano Miguel Ángel Navarro.

Entonces fue un símbolo del progreso que representaban las comunicaciones, hoy es un símbolo del modernismo valenciano, pero también de que la manera de comunicarnos ha cambiado mucho y estos edificios tan grandes ya no son necesarios.

De ahí que Correos haya comenzado a desprenderse de ellos, una oportunidad que la Generalitat no quiso dejar escapar ante el temor de que pudiese acabar en manos privadas y convertido en un hotel, al que no pudiesen acceder los valencianos.

De momento, en los rótulos ya figura su nombre original, el Palacio de las Comunicaciones y el presidente Puig ha explicado en varias ocasiones que se trabaja con la idea de convertirlo en una especie de Casa de las Regiones Europeas dotado de contenidos relacionados con la innovación y que doten al «Cap i Casal» de un espacio cosmopolita como merece la ciudad.

El alcalde de Valencia, Joan Ribó, ha admitido que le hubiese gustado participar en esta decisión, pero como dice el refrán, «quien paga, manda».

Mientras esto se concreta, la Generalitat no ha esperado para ocupar las instalaciones. Ha sido estas prisas las que han provocado las críticas de PP y Ciudadanos.

Desde el día 9 de marzo el Gobierno valenciano lo ha utilizado para ver la mascletá. Por allí han pasado miembros del Consell y también se ha invitado a Ayuntamientos de toda la Comunitat y a representantes de sus Fallas.

Es la competencia al balcón del Ayuntamiento, desde el que se dispara la mascletá diariamente y al que acuden los invitados VIP.

Para dar este servicio fallero ha sido necesario encargar un plan de usos a la empresas pública Tragsa que ha costado un millón de euros, según adelantó Las Provincias.

Un gasto excesivo

El acuerdo, firmado en un momento en el que al drama humano de los refugiados ucranianos se ha sumado la subida de la electricidad o de los carburantes, ha dado argumentos a la oposición.

La secretaria general del PPCV, María José Catalá, considera un «escándalo» que se haya gastado este dinero para que el Consell «se luzca para ver la mascletá. Más apoyo a nuestras fiestas y menos gastos en lucimiento propio».

La síndica de Ciudadanos, Ruth Merino, sugirió a Puig que con ese dinero hubiese sido más práctico aprobar ayudas para los sectores económicos afectados por la subida de los precios de los carburantes y de la energía o a las familias que no pueden pagar la factura de la luz.

Dos propuestas que fueron contestadas rápidamente por el portavoz socialista en Les Corts, Manolo Mata, dio la cara y aseguró no entender por qué molesta que falleros, festeros y representantes locales de otros Ayuntamientos puedan disfrutar de la mascletá desde un edificio público. La mala gestión, remató, es la que hacían otros en el pasado.