Gastronomía

La hegemonía del cubito, cuestión del hielo

Su oferta está diseminada como las migas de pulgarcito en bares, restaurantes, supermercados y gasolineras donde las comparaciones son odiosas pero reveladoras

Los clientes buscan el hielo perfecto diamantino que ven siempre en los manuales de coctelería
Los clientes buscan el hielo perfecto diamantino que ven siempre en los manuales de cocteleríaJorge Daniel Soto «PASSARRELLA»La Razón

Que a nadie le quepa duda. No hay que reflexionar en exceso sobre la posición que ocupa el cubito de hielo en la restauración. En pleno eslalon de ascenso de las temperaturas en agosto, bares y restaurantes abren sus peajes a nuestro protagonista con el objeto de afrontar con ciertas garantías su crucial cita estival, donde se ha convertido en noticia de actualidad, por el miedo escénico a un posible desabastecimiento.

La oferta del cubito de hielo está diseminada como las migas de pulgarcito en bares, restaurantes, supermercados, gasolineras y las comparaciones son odiosas, pero también reveladoras. Créanme, los hechos cuentan más que las interpretaciones, por eso un guiño inicial al cubito será saber utilizarlo en su justa medida.

Muchos lo invocan como el rey de las barras, en el centro de atención de manera inevitable pero hagamos un viaje por sus orígenes. La historia de nuestro protagonista se remonta desde el Antiguo Imperio Egipcio. Nerón, el pirómano emperador romano fue un gran consumidor «versus granizados». Ya en el Renacimiento su uso estaba extendido en forma de almacenes llamados neveros documentados en la Comunitat Valenciana en Salem (Vall de Albaida).

Pero fue Frederic Tudor, conocido como el Rey del Hielo, quién pensó a principios del siglo XIX que podría hacer una fortuna exportándolo hasta el Caribe. Hielo desde los estanques helados de Boston en barco hasta los bares de La Habana. El embrión del Daiquiri que más tarde universalizaría Hemingway. Finalmente llegó el llamado momento Kelvinator, (Lord Kelvin, descubridor del cero absoluto (-273º C) en forma de frigorífico eléctrico. Adiós al hielo natural, bienvenido el hielo artificial.

Nos apasiona el hielo para escapar de las penas bajo el efecto del calor. El hielo pone bajo su dominio a refrescos, alcohol y combinados. Los cubitos de hielo merodean en cualquier bebida. Rendidos a la servidumbre cotidiana suponen un compendio aleatorio que moldea el sabor de cualquier combinado. Proporciones adecuadas en las mezclas para que el agua que destila no opaque los sabores y aromas. El hielo básico, nuestro cubito, no tiene toque de queda.

El hielo pone bajo su dominio a refrescos, alcohol y combinados
El hielo pone bajo su dominio a refrescos, alcohol y combinadosJorge Daniel Soto «PASSARRELLA»La Razón

Tras la mezcla en la copa, ésta confirma el extendido pronóstico de que es vital. Ideado para cada ocasión. Se diluye más pronto que tarde. En nuestro torrente estival el hielo baja en mayor o menor medida. No podemos vivir sin él. Camina a nuestro lado. Espectador impasible de innumerables barras. Mantiene la calma y la compostura al mezclarse.

Misteriosa conexión. El hielo no puede vivir sin sus amigos. Alcohol y refrescos configuran el colectivo en el que reina, donde es comprendido. Uno no prospera sin amistades. Ya saben, conspiración forjada en el seno de la barra. Hielo para todos. Huérfano de tutoría en la hostelería genérica es un signo identitario de la coctelería, incuestionable. Uno de los nuestros.

Antes que nada una precisión fundamental. El autoritarismo del hielo en algunas bebidas no es precisamente envidiable. Se superpone a la bebida, sólo debe acompañarla, en forma de valor añadido disminuir la percepción del alcohol y hacer que la bebida se sienta más equilibrada. Se ha convertido en una obsesión, buscando nuevas maneras de ser interesante. Los beneficiados son los consumidores. Ya es hora.

Los profesionales buscan el hielo perfecto diamantino que ven siempre en los manuales de coctelería. Aunque el mundo real no es siempre así, hay que reconocer, es bastante recomendable, que quién acude a una coctelería tenga ciertas nociones sobre lo que piensa y siente su paladar sobre el cubito de hielo. El maldito deshielo afecta de forma determinante en el resultado final. La fugacidad del hielo contrasta con la estupefacción dibujada en el rostro de muchos clientes tras el primer sorbo. «Un poco más de hielo, por favor». Pongamos al cubito en su sitio, mientras las circunstancias le dan cobijo con reiterada presunción. La hegemonía del cubito, cuestión del hielo.