Historia
9 d'Octubre: La conquista de Valencia, una guerra de religión a la que acudieron obispos
Jaime I fue obligado a hacer una Cruzada para levantarle la pena de excomunión
Jaime I conquistó las taifas o reinos moros de Valencia como una Cruzada a lo que le obligó la Iglesia como penitencia o condición para levantarle una pena de excomunión que pesaba sobre el monarca aragonés al haber detenido y encarcelado en 1236 a un obispo electo por el Cabildo para la sede de Zaragoza, Bernardo de Monteagudo, que no le gustaba, pues pretendía colocar allí a un amigo suyo. En la campaña le acompañaron además de nobles aragoneses, catalanes, navarros y franceses, varios obispos con sus tropas, que participaron de lleno las acciones militares, y a quienes les correspondió el consiguiente reparto del botín de la conquista.
Esos obispos fueron los de Zaragoza, Huesca, Albarracín, Tarragona, Barcelona, Gerona, Lérida y Tortosa, aunque el que más destacó en su pericia bélica fue el arzobispo de Nantes, de la hoy Francia, Pedro Aymillo, quien incluso discutía tácticas de guerra con Jaime I en determinados momentos.
Valencia recuerda en los primeros de octubre la gesta del monarca que fundó el Reino cristiano de Valencia con especiales fiestas y un Te Deum en la catedral de Valencia, asentada sobre lo que fue la Mezquita Mayor de la urbe en tiempos de la dominación musulmana.
Jaime I jugó durante semanas –la cercó de abril a septiembre de 1238- a ganar tiempo para asaltar y conquistar la ciudad. Esperaba refuerzos de Aragón y el rey moro Zayen que desembarcara en el Grao la Armada del rey de Túnez –del cual era vasallo el Cadí de Valencia- enviara ayuda contra los cristianos, la cual no se atrevió a aportar en Valencia y marchó a Peñíscola, para desde allí marchar sobre Valencia. Les fue frustrado el proyecto, pues las tropas cristianas acantonadas y alertadas en el lugar los afrentaron. Si las tropas del rey de Túnez hubieran desembarcado, probablemente Jaime I no hubiera podido tomar Valencia.
Ambos monarcas se pusieron a negociar a mediados de septiembre viendo la situación del asedio estancada. Hicieron unas bases secretas del pacto entre ambos. El aragonés buscaba la discreción, pues los nobles que le acompañaban querían entrar a saco en la ciudad, sin contemplaciones, ni negociaciones. Una embajada mora salió de la ciudad y se dirigió solemnemente a la tienda del rey cristiano a firmar las capitulaciones, surgieron cuestiones de última hora, Jaime I atornilló más el acuerdo y los muslimes regresaron a la ciudad sin nada. Tres días después volvieron y firmaron el pacto en un edificio existente en el hoy solar del Convento de los Ángeles de Russafa.
La Reina, esposa de Jaime I, estuvo presente en las negociaciones. Una de las condiciones que puso Ben Zayen es que «els sarrains e les sarraynes» pudieran salir de la ciudad con todas sus pertenencias, sin ser molestados ni registrados, y circular libremente hacia «Cuylera», territorio aún musulmán. A lo cual accedió el rey, una vez consultada la Reina, que en este asunto tuvo un papel fundamental. Perfiladas las bases, Zayen siguió en su estrategia de ganar tiempo, pidió un plazo de diez días , para salir, a lo que el cristiano se negó, y sólo accedió a concederle un plazo de cinco días.
El 26 de septiembre, Zayyán Ibn Mardanish ordenó izar el Senyal Reial de Jaime I en la torre del Temple, «per tal que sabessen los christians que nostra era Valencia». La crónica real del monarca aragonés todos los historiadores que la siguen muy complacidos hablan del gran favor que se hizo a los muslimes dejándoles salir libremente de la ciudad, salvos y seguros, con sus enseres, ropas y hasta muebles, cuando en realidad se les estaba expulsando forzadamente y arrebatándoles todas sus propiedades. Les garantizó una tregua de siete años de no agresión, que no cumplió.
El Tirano
Aunque la entrada oficial y solemne, gloriosa, de Jaime I consta que la hizo el 9 de octubre, parece que inmediatamente se firmó el pacto, penetró en la urbe y la recorrió, fijándose en los lugares de mayor interés para repartir el botín entre los nobles y obispos que le acompañaban con sus respectivas tropas. Las crónicas de los perdedores cuando relatan la personalidad de Jaime I le apodan «El Tirano».
Jaime I permaneció en la recién reconquistada Valencia hasta el mes de marzo de 1239, después se dedicó a ir sofocando guerras de guerrillas que por todos sus territorios planteaban los moros y a apoderarse de castillos estratégicos que aún restaban en sus manos como el de Bairén, Xàtiva o Biar. También hubo de sofocar levantamientos de los sarracenos que se habían quedado a vivir en las morerías de los pueblos de las distintas comarcas, especialmente en las sierras como la de Aitana o Espadán, éstos apoyados por tropas musulmanas venidas del sur peninsular o norte de África.
No cejaron en su empeño los muslimes de recuperar lo que se les había arrebatado y esperaron el envejecimiento, enfermedad y muerte de Jaime I en Alzira. El monarca antes de fallecer encareció a su hijo, el Infante don Pedro, vistas las circunstancias, que expulsara - «ejiciat Sarracenos de regno Valencia»- a todos los muslimes del nuevo reino valenciano que había fundado con Fueros especiales. Contaba para ello de Bula papal y le recordaba que él mismo lo había prometido «ante altare nostrae Dominae Sanctae Mariae Valentiae et pro eo etiam quia summus Pontifiex nobis dictam concessit ratione praedicta».
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