Gastronomía

Mi primera paella, complicidad familiar

La costumbre culinaria del padre se convierte en la brújula

del gusto del hijo

La primera paella de nuestro joven protagonista Josep Morant supera las lindes de la satisfacción de los amigos que le acompañan
La primera paella de nuestro joven protagonista Josep Morant supera las lindes de la satisfacción de los amigos que le acompañanLa Razón

Me da que somos muchos los que guardamos un recuerdo nostálgico de nuestra primera paella. Aunque vivimos abrazados al presente, nos mantenemos fieles a las pequeñas historias que se escriben con la métrica familiar. Sin procurarnos coartada alguna, y no por casualidad, vivimos una jornada entre un padre, Jose Morant Piris, cocinero arrocero, en sus ratos libres, desde hace más de 45 años y su hijo, Josep Morant Roig, un joven de 14 años que se enfrenta a su primera paella. Un encuentro gastronómico, bajo el «Concurs de Paelles» de Potríes (Valencia) como una misiva a los lazos que unen para siempre.

El joven Josep Morant se enfrenta a la preparación de su primera paella
El joven Josep Morant se enfrenta a la preparación de su primera paellaLa Razón

Todo empieza sobre las doce de la mañana en plena calle del Barranc con la más prosaica de las normalidades en busca de la primera paella como un bálsamo matutino incuestionable del encuentro familiar con credenciales gourmet cotidianas y relevantes.

Los guiños nostálgicos primigenios a las primeras paellas son una constante en las conversaciones que salen de las mesas próximas. El rodaje de la primera paella permanece con diferente decorado pero con el mismo guión. En poco tiempo se amontonan asuntos relacionados con el (de)venir o (por)venir de las paellas que se están cocinando, se prueban y se reprueban, parece que la primera paella de nuestro joven protagonista, Josep Morant, emerge con luz propia y confirma las expectativas de los amigos que le acompañan. Seguro de sí mismo, convierte su paella en un lugar de referencia donde se acercan a probarla y felicitarle.

La espléndida experiencia de su padre veterano cocinero de arroces familiares ha sido un perfecto ejemplo para el hijo basado en la jerarquía del saber culinario. La enseñanza gastrónoma no puede ser dejada a la espontaneidad de los paladares. El progenitor ejerce de notario de cabecera mientras se deleita con sus recuerdos juveniles.

Como siempre, afortunadamente, la historia de la paella, la escriben quienes la hacen, José Morant «Pucho», nos describe con nostalgia y a fuego lento su primera paella. Ya se sabe que los recuerdos y los paladares no dejan sitio a la parcialidad.

La costumbre culinaria del padre se convierte en la brújula del gusto y en el sensor que se activó cuando un infante con dientes de leche comenzó a comer paella. No digamos ya si a esto le sumamos, por si fuera poco, una influencia incontestable y ubicua con desparpajo y talento por parte del patriarca familiar.

El aura arrocera que rodea al progenitor se manifiesta mientras el hijo se esfuerza por digerir la pócima del conocimiento.

El escrutinio de la improvisada tertulia desemboca en que la paella domina todos los espacios del quehacer gastronómico matutino con un consistente éxito. Aunque la paella en familia como condimento emocional genera curiosidades que merecen atención, para los querenciosos de cualquier tipo de arroz sería redundante, a estas alturas reflexionar sobre esta vinculación.

La conversación con José Morant, una convicción arrocera insólita en tiempos actuales, y su hijo, Josep nos acerca a la filiación eterna hacia la paella para abrir los paladares y gestionar las querencias. «No podía haber tenido mejor padrino gastronómico», me apunta, Eduardo Domínguez, un amigo de la familia. Nos habla de paellas pretéritas con nombre propio, donde lo sagrado y lo profano se daban cita.

El cartel de despedida en compañía de los protagonistas debe glosar la satisfacción con grandes letras. Dicen que rendir homenaje es una forma de gratitud y por eso nos van a permitir un abrazo final, por cercanas razones, a nuestros protagonistas. La frase del título nos aproxima a la realidad y nos comisiona para vivir el presente.

Por mucho que haya y vengan modas hay cosas que se mantienen y perduran y además si hay una complicidad familiar, qué más se puede pedir. La verdad revelada que sobresale por encima nos dice que lo mejor está a la vuelta del próximo fin de semana con la segunda paella, verdad que sí, Josep ¿Hay quien duda aún de lo importante que es la paella en familia? Continuará.