
Dana
Los recuerdos de bodas, bautizos, viajes y cumpleaños que han sido salvados del barro de la dana
Una exposición en el Centro del Carmen de Valencia pone en valor el extraordinario trabajo de la Politècnica al recuperar más de 340.000 fotografías familiares de los vecinos de las zonas afectadas

No sólo son 340.000 fotografías. Son recuerdos, son memoria, son vida. Imágenes de bodas, bautizos y cumpleaños. De viajes familiares. De cenas y veranos en la playa. Son la nostalgia hecha papel que, sin embargo, el 29 de octubre del año pasado, como la vida misma, se vieron arrasadas por el barro.
Álbumes llenos de vivencias que, gracias a la Universitat Politècnica de Valencia (UPV), han podido ser salvados y devueltos a sus familias. Porque la intención de los profesionales que desde el mismo 4 de noviembre se pusieron manos a la obra para limpiar y recuperar esas entrañables instantáneas fue, precisamente, devolver la memoria a las personas a las que la dana había golpeado de forma tan cruel.
Ahora, ese proyecto, que sigue vivo y que se pretende que esté finalizado en diciembre, toma forma de exposición en el Centro del Carmen de Valencia. Bajo el nombre "Salvem les fotos UPV/ Recuperar las memorias", esta muestra presenta el proceso de recuperación de esos más de 2.000 álbumes que llegaron a la UPV tras la riada.
Los responsables de este proyecto, Esther Nebot Díaz, Pilar Soriano Sancho y Pedro Vicente-Mullor, todos ellos miembros del departamento de Restauración de la Politècnica, han explicado este miércoles todo el proceso por el que han logrado recuperar cerca del 80% de esas imágenes que, en muchos casos, les fueron llevadas por los propios voluntarios que fueron a limpiar las zonas afectadas.
Es más, ese cartel "Salvem les fotos" (Salvemos las fotos) que llegaron a colgarse en las mochilas era el llamamiento para que esos recuerdos en forma de instantáneas, mojados y llenos de lodo y fango, no se tiraran a la basura.
Todos estos meses peleando para recuperar esas fotografías han visto sus frutos a la hora de devolverlas a las familias. "Ha sido algo emocional, único e irrepetible", ha contado Pedro Vicente-Mullor sobre los momentos en los que los afectados recuperaban algo más que fotografías, eran "la memoria de miles de personas".
No ha sido un proceso sencillo y, como han relatado, en muchos casos las imágenes eran irrecuperables. Es lo que se llaman "descartes", a los que la humedad, el barro y las horas sumergidos destruyeron casi por completo. Pero mientras hay vida, o un rostro, en este caso, hay esperanza. Y si se observaba algún resquicio que pudiera ser recuperado, la maquinaria se ponía en marcha.
Una por una, como han explicado sus responsables, las imágenes se congelaban para frenar la acción del lodo y el fango. También, la incidencia de los hongos. Después, tocaba limpiarlas sumergiéndolas en agua o, si estaban ya secas, simplemente sometiéndolas a la retirada del barro. Y, eso sí, siempre en el mismo orden que estaban colocadas en el álbum en el que fueron entregadas. Tras todo ello y bien secas, se vuelven a ordenar. Y, además, se digitalizan.
"Entregamos a las familias las imágenes restauradas y un copia en un 'pendrive'. Porque las fotografías nunca se hacían para disfrutar en el momento sino en el futuro. Digitalizadas conseguimos que no se pierdan y que, además, entre las familias se las puedan pasar y ver", según Pedro Vicente-Mullor.

Y, gracias al milagro de la tecnología, muchas de ellas se han reconstruido también a través de la Inteligencia Artificial (IA), lo que ha permitido recuperar lugares, caras y espacios muy significativos para sus dueños.
En la exposición, que se puede visitar hasta el 2 de noviembre, se pueden observar esas imágenes recuperadas pero también cómo ha sido el proceso para devolverlas a sus dueños. También, es un recorrido por el minucioso trabajo llevado a cabo por más de 200 personas, entre estudiantes y voluntarios, que llevan desde el 4 de noviembre demostrando que la esperanza también tiene forma de álbum, repleto de cumpleaños, bodas, viajes y playas en verano.
A través de fotografías, textos, vídeos, herramientas empleadas, ejemplos de fotografías en distintos estados de conservación y documentación técnica, muestra el proceso como un "acto colectivo de cuidado y memoria". "Este recorrido técnico evidencia que salvar una imagen no es solo una cuestión de archivo, sino también de vínculo social y afectivo", apuntan sus responsables.
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