Opinión

Tregua en Medicina

Me pregunto si alguien ha pensado en esas 172 almas vocacionales que, a esa edad en que todo son dudas, estudian Medicina en la UA; en sus sueños y aspiraciones

La rectora de la UA, Amparo Navarro, y el jefe del Consell, Carlos Mazón, el lunes pasado en Alicante
La rectora de la UA, Amparo Navarro, y el jefe del Consell, Carlos Mazón, el lunes pasado en AlicanteLa Razón

Siete de la tarde, o 19.00 horas, del lunes 23 de septiembre para ser exactos. Ni frío ni calor. Una reunión en uno de los edificios más bonitos de Alicante, la Casa de las Brujas, la sede del Gobierno valenciano. Muy cerca el mar, omnipresente en una ciudad abierta al Mediterráneo.

Puntual como un reloj suizo aparece la rectora de la Universidad de Alicante, UA, Amparo Navarro, en la puerta del edificio, custodiado, como es lógico, por la Policía Autonómica. Los periodistas allí presentes la abordamos y acribillamos a preguntas sobre su encuentro tan esperado, con el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, y en su casa en Alicante. El asunto es el grado de Medicina, su continuidad en la Universidad de Alicante.

Todo son buenas intenciones por parte de la rectora; y entonces aparece Mazón y ambos entran juntos y sonrientes a una reunión de 2 horas y 27 minutos, según mi cronómetro; lejos de desesperar, la prensa está expectante. Salen, no hacen valoraciones, pero sus rostros son la imagen de la calma; puede que la calma que llega después de una tormenta o varias, las que ambos podrían haber sorteado a puerta cerrada en la Casa de las Brujas; la calma que confiere toda tregua tras la un conflicto.

Increíble que, pendientes aún del fallo judicial sobre el grado de Medicina en la UA, haya bajado la temperatura en la relación entre el Consell y la UA. Y a mí me encanta que haya compadreo y acuerdo para que las universidades de Alicante y Elche vayan de la mano.

Eso sí, me pregunto si alguien ha pensado en esas 172 almas vocacionales que, a esa edad en que todo son dudas, estudian Medicina en la UA; en sus sueños y aspiraciones. Pues eso, que a veces hay que ponerse en los zapatos de otro, cerrar los ojos e imaginar cómo sienten y padecen. A ellos, sin duda, les encantará que en vez de guerra haya paz.