Fallas

Vivir la mascletá de Valencia a dos metros de distancia, el privilegio o la osadía de unos pocos

Del 1 al 19 de marzo el centro de la ciudad de paraliza

Valencia, 14 de marzo de 2023. Son las dos de la tarde, la plaza del Ayuntamiento del "cap i casal" se queda en silencio. Miles de personas esperan la voz de las falleras mayores, ellas son las que deben dar permiso al pirotécnico para que comience la mascletá.

La pirotecnia Tamarit ha usado 172 kilos de pólvora en cinco minutos, con ritmo, cadencia, con los colores de la bandera de Ucrania y con un terremoto final que deja sin palabras. Del 1 al 19 de marzo a las 14.00 de la tarde, los amantes de la pólvora tienen una cita ineludible.

Hay muchas maneras de ver la mascletá. Los balcones, que se alquilan hasta por 10.000 euros, para ver el disparo desde las alturas. En los últimos años se ha convertido en una auténtica locura, quien puede y quiere, lo paga o hace lo posible por que alguien le invite a uno de estos puestos privilegiados. Bebida, algo de picar y mucha foto para las redes sociales.

Luego está el balcón del Ayuntamiento, desde donde lo ven los concejales, los invitados del Ayuntamiento y aquellos que han conseguido las entradas mediante sorteo.

Los puristas, no obstante, prefieren la calle. El perímetro de seguridad se ha ido ampliando con el tiempo, pero muchos recuerdan todavía cómo veían la mascletá pegados a las vallas. Ahora, para estar cerca hay que acudir muy pronto, y para estar dentro del recinto de seguridad hay que tener permiso especial. Fotógrafos acreditados, personal de las fuerzas de seguridad y de la Cruz Roja.

Y como excepción, las tiendas de flores que rodean el recinto de la mascletá, como La Violeta Lolín, la más antigua de Valencia y cuyo propietario, Miguel Ángel Garrido, permanece en su puesto todos los disparos. Es la cuarta generación que se queda al frente de esta mítica floristería. Su madre, Lola Soriano, recuerda los años en los que muchos días se rompían los cristales de las tiendas. Al terminar pasaban a revisar los daños. Ahora, eso ya no pasa, son de seguridad, pero su tienda sigue siendo testigo de privilegio de la catedral de la pólvora porque el terremoto final, siempre termina junto a La Violeta Lolín haciendo el maridaje perfecto: olor a pólvora y a flores.