Crítica de cine
«Coriolanus»: El terrible precio del poder
Dirección: Ralph Fiennes.Guión: John Logan, según la obra de Shakespeare. Intérpretes: Ralph Fiennes, Gerald Butler, Vanessa Redgrave, Jessica Chastain. GB, 2011. Duración: 123 minutos. Drama.
Es uno de esos lugares comunes que se reafirman a cada adaptación de Shakespeare, por muy defectuosa que ésta sea: todo lo que escribió el bardo de Stratford-upon-Avon es universal y atemporal, y por ello siempre se adapta como un guante a explicar la contemporaneidad. En todas sus obras históricas, el discurso sobre el poder –sobre sus maniobras de seducción, los vínculos putrefactos que lo dinamizan, las intrigas, celos y ambiciones que acaban por autodestruirlo– aguanta el cambio de coordenadas, la modernización del contexto, que no del texto, cuyo verso seduce con la misma fuerza que en el siglo XVI. Gran conocedor de Shakespeare, Ralph Fiennes ha escogido una de sus tragedias menos conocidas, «Coriolanus», para situarla –de un modo parecido a como lo hizo Richard Loncraine en «Ricardo III»– en una guerra indeterminada que podría ser la de Irak, Afganistán o Siria, y que funciona como perfecto reflejo especular de la sed de sangre ajena que anima, en la trinchera, a los países que, sentados en una mesa de negociación, firman tratados de paz.
Da la impresión de que Fiennes y su guionista, John Logan («El aviador»), han sudado tinta a la hora de concentrar la tenebrosa evolución de su héroe en dos horas de metraje. Se nota el esfuerzo, pero a la película le faltan pausas, exhalaciones, miradas atentas. Todo va demasiado deprisa, el ritmo amenazado por los obuses y las ráfagas de metralleta tanto como por las réplicas envenenadas. Menos mal que en el centro existen los ojos inyectados en sangre de Fiennes, que devora el papel como un animal rabioso fascinado por su rival y que define, a través de su dicción y su imponente corpulencia, el declive de un hombre de guerra cuando se convierte en político impopular.
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