Un planeta ante la guerra civil
Javier Cercas se alzó con el Premio Planeta gracias a esta novela plagada de intrigas policiales y análisis velados sobre los aspectos más oscuros de la condición humana
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Desde que en 1952 se fallara el primer Premio Planeta, este galardón ha recaído en varios de los más prestigiosos nombres de la literatura española e hispanoamericana: Gonzalo Torrente Ballester, Mario Vargas Llosa, Camilo J. Cela, Juan Marsé, Alfredo Bryce Echenique y Ramón J. Sender avalan, entre otros escritores, un ya extenso recorrido narrativo marcado por la actualidad temática, el rigor estilístico, la amenidad argumental y, sobre todo, el logrado deseo de llegar a un amplio público lector, erigiéndose así en un fenómeno socio-cultural de primer orden. La presente edición ha premiado «Terra Alta», de Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962), novela policíaca ambientada en la tarraconense Cataluña rural, con un mosso d’esquadra como protagonista, un turbio tejido empresarial y unos crímenes por resolver.
Un asesinato bárbaro
La intriga detectivesca está servida, pero esta historia irá mucho más allá de la resolución de unos crueles asesinatos.Difíciles opciones morales, un trágico pasado colectivo y personajes de atormentada psicología alejan a esta trama del convencional relato de misterio para adentrarse, a través de tortuosas peripecias argumentales, en oscuros aspectos de la condición humana. Un anciano matrimonio, los Adell, dueños de la más importante empresa de la comarca, y su asistenta, aparecen bárbaramente asesinados en su masía; han sido torturados y la escena del crimen ofrece posibles móviles: paranoico ritualismo, apasionada saña personal, deudas pendientes, cobrados desquites... Todo irá descubriendose entre atractivos giros de la acción y el pautado ritmo narrativo de una envolvente intriga. Parte de la eficacia de esta historia radica en la personalidad del protagonista, Melchor Marín: delincuente juvenil, obsesionado con el asesinato de su madre prostituta, preso redimido por su decisión de convertirse en policía y, finalmente mosso d’esquadra con un papel decisivo en los atentados yihadistas de 2017, en la localidad de Cambrils más concretamente; sin olvidar su peculiar condición de voraz lector de novelas. Es este un perfil de original idiosincrasia, aunque recuerda a detectives como el policía Raúl Fuentes, brutal y entrañable a la vez, que Juan Marsé creara en Canciones de amor en Lolita’s Club; o el escéptico y desengañado Pepe Carvalho, de Manuel Vázquez Montalbán. Pero el figurado antecedente de Melchor lo muestra él mismo a través de su pertinaz lectura de «Los miserables», de Víctor Hugo: el inspector Javert, también antiguo presidiario, obsesionado con la captura del injustamente perseguido Jean Valjean; ámbos protagonistas de esta inolvidable novela aparecen vinculados al concepto de redención, el pago del delito y el perdón de la culpa; no es este, sin duda, el tema menor de «Terra Alta». Y es que, tras la acción criminal propiamente dicha y azarosas circunstancias que no conviene desvelar aquí, anida la Guerra Civil española y su cruel estela de inacabables represalias. Acompañan a Melchor Marín un conjunto de bien construidos personajes: Domingo Vivales, su fiel abogado; el Francés, encallecido presidiario que ha hilvanado sus memorias «reales», sin imaginación, asegura; la ex prostituta Carmen Lucas, «redimida» por un apacible matrimonio; Vicente Bigara, viejo guardia civil, experimentado y sentencioso; Grau, anciano y taimado secretario del difunto patriarca Adell; el intrigante yerno de este, Albert Ferrer; Olga, esposa de Melchor, sensible y equilibrada, clave en la renovada personalidad del protagonista; y sus mandos y compañeros, que conforman un grupo investigador enfrentado a sus logros y carencias, en un perfecto reflejo del diario trabajo policial, lejos de peliculeras mixtificaciones o impostadas heroicidades.
Deriva inteligente
Sobre la relación entre ficción y realidad –aquel «relato real» tan característico de Cercas– se especula aquí en palabras de un escritor a cuya conferencia ha asistido Melchor: «Había que ser conscientes de las limitaciones de la literatura y había que desterrar la presunción narcisista, petulante y trasnochada de que tuviera alguna utilidad, porque la literatura no era en el fondo más que un juego intelectual, un entretenimiento incapaz de enseñar nada a nadie o de cambiar nada». Sin embargo, esa literatura debe reflejar un reconocible entorno, como lo prueba la minuciosa tarea de documentación llevada a cabo por el autor.
Acostumbrado al ruido urbano, nuestro investigador se ve impresionado por el sobrecogedor silencio de los pueblos de esa Terra Alta, donde palpitan ancestrales odios no superados. Javier Cercas ha variado con esta novela (o quizá no tanto) el planteamiento del relato de no-ficción con que nos admirara en «Soldados de Salamina», «Anatomía de un instante» y «El impostor», para fascinarnos con una historia que atrapa desde el primer momento, más allá de la trama, por la inteligente deriva de sus dilemas éticos, acertada recreación de ambientes e implacable avance hacia una sorprendente resolución de la intriga.