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Crítica de “El irlandés”: Scorsese, tú no te mueras

Un fotograma de "El irlandés", de Martin Scorsese
Un fotograma de "El irlandés", de Martin ScorseseNiko TaverniseAP

Director: Martin Scorsese. Guión: Steven Zaillian (Libro: Charles Brandt). Intérpretes: Robert de Niro, Al Pacino, Joe Pesci, Harvey Keitel. EE UU, 2019. Duración: 210 minutos. «Thriller».

Y cuando pensábamos que había acabado la película, cuando el telón y el peso de la ley suelen caer sobre los criminales, cuando ya hemos perdido la cuenta de los asesinatos, de las viudas descompuestas, de los policías corruptos, de los actos delictivos, de los kilos de carne, primero, robada y, luego, destrozada en jirones, cuando solo queda llorar a los muertos lo merezcan o no, cuando ya, al cabo, comienzas a sentir añoranza por ver una nueva película de Scorsese, Frank Sheeran (De Niro, extraordinario con o sin la «cirugía estética» digital), alias El Irlandés y un asesino a sueldo que dice dedicarse a pintar casas (por aquello de las manchas de sangre en las paredes...), sale de la cárcel, comienza a envejecer; la familia, asqueada por tantos años de violencia, lo abandona; acaba en una silla de ruedas, completamente solo si no contamos al sacerdote (aunque él dice no sentir arrepentimiento de nada, porque nada significaban para él los «recados»), y termina en una residencia de ancianos desde donde narra la propia película y con un miedo casi infantil a que alguien cierre del todo la puerta.

Pero el tipo, todavía hoy, con un pie en la tumba, sigue siendo fiel a la mafia. Uno de los suyos para la eternidad aunque ya en una sociedad, en un país, que no sabe ni de quién está hablando. La media hora postrera más emocionante, nostálgica, descarnada y autobiográfica en la cinematografía del octogenario, menudo y mayúsculo creador, quien también va perdiendo amigos y años poco a poco, quien, tras hacer historia en la industria, sabe que está ya en tiempo de descuento. Qué injusta es la existencia humana, carajo. A El Irlandés le atribuyen más de 25 asesinatos dictados por el hampa y se le involucró en la desaparición de Jimmy Hoffa (un soberbio y eléctrico Al Pacino; quién diría que ésta es la primera vez que trabaja bajo las órdenes de Scorsese), el poderoso jefe del sindicato de camioneros. Actualmente, lo que sucedió continúa entre interrogantes.

Qué bien resuelve Scorsese el tanta veces insalvable escollo del «basado en hechos reales», cómo dosifica y corta de cuajo la maleable banda sonora, qué sentido del ritmo, del humor, negrísimo, qué soberbios travelling, ralentizado, qué cámara... Dura tres horas y media, pero busquen una sala cómoda, pasen y sientan. Una obra maestra con textura de clásica que destila hasta un punto de comprensión y piedad. Porque en este mundo, amigo, aunque hayas elegido ser un cabrón, debes atenerte a las consecuencias. Y no olvide nunca cumplir aquella vieja promesa. Tú tampoco, Scorsese, nos debes otra.