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Música

La Bien Querida: “La música es magia blanca, por la negra pagas un precio”

Publica “Brujería”, un álbum conceptual y mágico sobre el amor y el poder de la palabra

Ana Fernández-Villaverde, "La bien querida", cierra el Micro Palencia Sonora
Ana Fernández-Villaverde, "La bien querida", cierra el Micro Palencia SonoraLuis DíazLuis Díaz

En las canciones de Ana Fernández Villaverde (Bilbao, 1972), La Bien Querida, siempre hay algo de espiritual. Ya fuera asociado a los poderes extraños del amor, la religión, la poesía, la confianza en los demás, el pasado, y esas fuerzas misteriosas e invisibles que sujetan al mundo. Era cuestión de tiempo que la magia entrase en la escena poética de la artista que, con “Brujería” (Elefant), se adentra en los poderes de los sortilegios o el tarot como un juego que, para entenderlo del todo, se recomienda tener el formato físico. En el antiguo objeto llamado “disco” se desarrolla, con dibujos y hechizos protectores, todo el poder de este trabajo, que es mucho. La Bien Querida lo presenta en Madrid (mañana), pero que nadie se asuste: “Todos los conjuros del disco, la música, es magia blanca. Si hiciese magia negra tendría que pagar un alto precio”, sonríe enigmática.

El contacto de la Bien Querida con lo esotérico fue muy temprano. Su padre, Txabi Villaverde, fue uno de los pioneros del pop y del rock en el País Vasco y tuvo una afición tardía por las ciencias ocultas a la que asistió ella desde pequeña. Revistas y hasta sesiones de espiritismo de las que Ana recibía un eco al otro lado de la puerta. “Siempre me ha interesado el tema, aunque de una manera curiosa, no como algo en lo que crea. Pero un día leí ''Ángeles fósiles'' de Alan Moore, que habla de conceptos muy interesantes y plantea que escribir es una forma de magia, de hechizo y es verdad, tiene algo de alquimia. Y uní ambos conceptos”, explica.

El álbum se abre con un “Hechizo protector” (que tiene en segundo plano la voz de Ana recitándolo en latín) que busca protegernos de lo que llega a continuación, es decir, de lo que cuenta el disco, que no es otra cosa que una relación de amor, desde el principio hasta el final. Quería buscarle las vueltas al amor, sí. Hay unas canciones que te elevan y después llegan los otros terrenos, los problemas. Pero el álbum termina con ''La fuerza'', que deja abierta una esperanza”. Y, aunque se resiste a decir cuánto hay de la experiencia en los temas, sí que admite el poder de las palabras escritas. “Me pasa que, cuando escribo, lo vivo tan intensamente que hasta me lo creo. No sé qué es real y qué es mentira. Pierdo la noción de la realidad”. Incluso las canciones antiguas, cuando las canta, “las llevo a lo que me está sucediendo en el presente. Es una cosa muy loca. Pero así funciona mi cabeza. Hay mucha sugestión y hay deseos también... fantasía, claro”. Es decir, que la música es para ella un conjuro sin comillas. “Creo que no hay duda de eso. La palabra y el pensamiento tienen un efecto en nuestros actos y en las cosas que nos suceden. Pero cuando eso se convierte en una manifestación artística, el hechizo es más potente”, explica.

En el disco hay joyas en forma de canción, de texto y de ilustración. La propia Fernández-Villaverde aparece dibujada como Aleister Crowley en una carta del Tarot, y los hechizos que se relacionan con cada una de las 10 canciones inspirados en libros encontrados. También cuenta con la colaboración de Diego Ibáñez (Carolina Durante) en “¿Qué?”, La Estrella de David en “Déjame entrar”, Jota de los Planetas en “Domingo Escarlata” y la producción de Carlos René de Axolotes Mexicanos, con quien ha dado forma a uno de los discos musicalmente más diversos y potentes de su trayectoria.

Entre los hechizos cotidianos, están las creencias, ya sean firmes convicciones o simplemente clichés que aceptamos. Uno de los sentimientos más afectados por el cliché es el amor, o el amor romántico, que, como canta en “Nubes negras”, está manufacturado: “Nos besábamos como en las películas / nos queríamos como en las canciones”, canta en ese tema, que se asoma al final de una relación. “Está como muy mal visto, ¿no? Dicen eso de que para crear una sociedad sana habría que deconstruir el ideal del amor romántico y ser más realista. Pero es que a mi me gusta mucho ese ideal, me hace gracia trabajar con él. No es que sea una flipada, tengo los pies en la tierra, pero la vida es un juego y hay que jugar y no se puede ser siempre tan racional”.

La voz de La Bien Querida, más en primer plano y mejor que nunca, sin embargo no le parece razón suficiente para considerarse cantante. “Me voy haciendo a la idea de que soy cantante. Pero es que yo empecé dejándome llevar por la corriente, pero sin creérmelo. Y cogí este tren, venga, soy cantante. Y bueno, a base de practicar estoy más segura. Ya me lo creo, pero a veces me siento un poco pequeña”. Y le gustaría tener un conjuto o un hechizo para una cosa: “Me daría muchísimo miedo petarlo a lo bestia y de repente tener que dar un concierto en el WiZink Center. Me entran los siete males. Lo que no quiere decir que no quiera triunfar, ¿eh? Que me gusta. Pero siempre he dicho que con mantenerme o crecer un poquito ya es increíble porque empecé sin ninguna ambición”.

Cuándo: Sábado, 16 de noviembre. 20:00 horas

Dónde: Sala Joy Eslava. Calle del Arenal, 11. Madrid

Cuánto: Entradas agotadas