Cantantes españoles en nuestros teatros
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Cada vez que alguno de nuestros principales teatros presentan temporadas o un espectáculo, mi amigo Reverter pregunta con razón: «¿Dónde están los cantantes españoles?». A veces, ni están ni se les espera. No sólo aquí. En Italia se creó hace años una asociación de cantantes que quisieron imponer en los repartos los artistas oriundos. La mezzo Fedora Barbieri fue una de sus activistas.
Algunos aún recordamos un «Trovatore» en Nápoles con Caballé. A ella nadie se atrevió a ponerla reparos, pero sí sucedió con el Manrico del menos famoso rumano Ludovic Spiess. Tuvo que soportar un abucheo inmerecido hasta que nuestra soprano paró la función para recriminar al respetable lo injusto que estaba siendo con el tenor por ser extranjero. Muchas de nuestras celebridades han tenido que salir de España para hacer carrera y siendo figuras han sido reclamadas en su tierra. Pilar Lorengar, Teresa Berganza o la misma Caballé son ejemplos, como María José Montiel. Es conocida la desesperación de nuestros cantantes por lograr un agente que les represente. Todos sabemos que es muy difícil encontrar artistas españoles para los papeles de Nabucco, Macbeth, Otello o Don Alvaro, por citar sólo cuatro personajes. Otra cosa es que en títulos llenos de secundarios figuren nombres nada latinos. Sólo existe una posible justificación, como sería la dicción alemana o rusa si es que se va a grabar en vídeo, lo que muchas veces no es real. Pero, ¿por qué en espectáculos plagados de extranjeros sin interés no se acude a jóvenes destacados de escuelas como la Superior de Canto? No estoy a favor de guetos ni cuotas en ningún sector de nuestra vida.
Dejemos al margen aquellas instituciones que en sus estatutos figure expresamente su defensa, que son pocas, si alguna. Lo importante es la valía. Los cantantes españoles han de figurar en los repartos cuando lo merecen. Sin embargo, hay una pregunta de difícil respuesta: ¿por qué secundarios o principales no están cuando bien podrían estar? Existen explicaciones, pero no justificaciones. En muchos de los teatros del mundo, los españoles incluidos, quienes mandan son los agentes. Hay directores artísticos que dejan en sus manos los repartos, unas veces porque no tienen más remedio si quieren un artista de renombre y entonces han de «tragar» con toda la cuadra de la agencia del famoso. Otras por ignorancia y otras… porque las comisiones son más elevadas si el nombre no es latino porque se justifica mejor. Hay mucho papanatismo y al ignorante político es más fácil camelarle así. Nada de cuotas, sólo valía, pero cuando ésta existe habría de imponerse o, al menos, considerarse seriamente la solución española.