Armando del Río: «Las palabras pierden significado cuando se repiten tanto»
Acaba de estrenar el primer capítulo de «El nudo» en Atresmedia Premium, donde estará todos los domingos para contar la historia de dos parejas que cruzan sus caminos
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Fue Suso de «Compañeros», el médico del Samur, el policía de «Sin tetas...», el cantante del Kronen, el malo de Pancho y el de los vinos, el G.C. de «Amar...», el Dr. Merino... tal y como recuerda en Twitter. Y es que desde que debutara en «Jamón, jamón» ha llovido. Ahora, Armando del Río es uno de los actores de «El nudo», la serie de Atresplayer Premium que se estrenó el domingo y que narra la historia de dos parejas que se cruzan para vivir un amor prohibido. Además, está rodando «El último show» y en noviembre estrenará «Bajos fondos». Y como director y productor lleva su corto «Karma» por festivales nacionales y su proyecto de largometraje, «La leyenda del hombre lento», ha sido seleccionado para participar en DAMA para un proceso de tutorización.
–¿Cuántas vidas vive usted?
–He vivido trocitos de muchas, porque no son completas. Lo bueno de este trabajo es poder ponerse en la piel de otro.
–¿Y cuándo vive y cuándo actúa?
–Actúo cuando dicen «acción» y vivo cuando dicen «corten».
–¿Traspapela los guiones?
–Me los voy dejando en los rodajes. Soy un desastre.
–¿De dónde saca el tiempo?
–Me sobra. No lo gasto todo en esto.
–Al hilo de algunos títulos, ¿qué se le hace un nudo?
–Algunas sentencias judiciales, ciertos políticos que solo miran por sí mismos, la pobreza, la necesidad de dignidad humana...
–¿Y cómo lo desanudaría?
–Quitando de la primera línea para la toma de decisiones a quienes únicamente les preocupan sus intereses.
–¿Qué prohíbe el amor?
–En principio, no debería prohibir nada. Si de algo tiene que vanagloriarse es de permitirlo prácticamente todo. El amor, si es verdadero, nunca te va a dañar. Y si es falso, no es amor.
–¿Un «show» que le gustaría ver antes de morir?
–El de cientos de naves alienígenas bajando a la Tierra para que, por fin, se carguen a unos cuantos. Aunque entiendo que vendrían en son de paz, nos permitirían dar un salto evolutivo.
–¿Y cómo ha sido su salto a los Países Bajos?
–Pues sin comérmelo ni bebérmelo. Me llegó la posibilidad de hacer una prueba para un personaje en inglés, la grabé en la terraza de mi casa, la mandé y en 10 días estaba en Ámsterdam.
–La pantalla, ¿la prefiere grande o pequeña?
–Grande, siempre.
–También le gusta dirigir.
–Sí, y ahora incluso más.
–¿Cree en el Karma?
–Hay que saber qué es exactamente. Pienso en él como una reacción a una acción previa que contraiga una deuda kármica que tenga que solucionarse en un futuro más o menos próximo. Porque todo lo que hacemos tiene consecuencias.
–«Karma» es un corto que habla sobre el amor verdadero, la vida, la muerte y la reencarnación. ¿En qué le gustaría reencarnarse?
–No es que me quiera reencarnar en algo. Pero yo necesito experimentar el mundo físico, evolucionar y aprender. Lo que no quiero es volver atrás.
–¿De qué aprende?
–De todo lo que me sucede.
–¿Para cuándo un largometraje?
–Espero que para pronto, porque ahora mismo tenemos un par de proyectos: «Karma» y otro basado en un corto que dirigí, «La leyenda del hombre lento», que ha sido seleccionado entre 500 proyectos.
–¿«El hombre lento» es una leyenda?
–Es un tipo que empieza con todas las dificultades en un mundo de prisas y termina descubriendo para lo que sirve. Luego se convierte en una leyenda.
–¿Vivimos muy deprisa?
–El mundo acelera como si fuera una centrifugadora que cada vez coge más velocidad.
–¿Qué puede frenarlo?
–La extinción (risas). O la toma de conciencia. No es posible seguir con este nivel de destrucción del medio ambiente, de capitalismo salvaje, de generación de residuos... Tenemos que cambiar la forma de relacionarnos.
–¿La explosión «seriéfila» presiona?
–No presiona, impresiona. En realidad, es más trabajo para todos, así que bienvenida sea.
–¿Cuántas series van a ser «la mejor de la historia»?
–Ah, pero ese es otro problema. ¿Cuántos partidos de fútbol van a ser el partido del siglo? Las palabras pierden significado cuando se repiten tanto.