Sección patrocinada por sección patrocinada

Arte, Cultura y Espectáculos

“Il pirata” o el gozo del belcanto

Javier Camarena y Sonya Yoncheva, una pareja de quilates en el estreno de la ópera de Bellini
Javier Camarena y Sonya Yoncheva, una pareja de quilates en el estreno de la ópera de Bellinilarazon

«Il pirata», de Bellini. Voces: Sonya Yoncheva, Javier Camarena, George Petean, Marin Yonchev, Felipe Bou, María Miró. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Dirección se escena: Emilio Sagi. Dirección musical: Maurizio Benini. Teatro Real. Madrid, 30-XI-2019.

A veces las críticas se convierten en estudios de filosofía musical, que no musicología, algo impropio en los diarios generalistas. Sin embargo, otra cosa es la memoria histórica, ahora tan en boga. La ópera de Bellini se estrenó en 1827 en la Scala con grandes cantantes de la época –Méric-Lalande, Rubini y Tamburini– para reaparecer y hacer historia con María Callas en 1959, de lo que no existe grabación a pesar de ser la más buscada, a causa del enfrentamiento que tuvo la soprano con Ghiringhelli, el empresario, al señalarle a él en su palco en la gran escena final como culpable de muchas cuestiones líricas y de su salida del teatro. Sí existe en cambio, del concierto el mismo año en Nueva York. Montserrat Caballé la exhumó en 1967 en el Mayo Musical Florentino, en 1970 en el Liceo con su propio hijo en el escenario. Aprile Millo la cantó en Bilbao en 1993 con un esclavo detrás recogiendo las notas que se le caían. Ya más tarde Lucia Aliberti (1994) y Renée Fleming (2003) la abordaron también sin mucho éxito. Sí lo tuvo Mariella Devia en 2013 en el Liceo junto a Gregory Kunde. Nuestra Saioa Hernández se atrevió con el papel y resolvió en La Coruña hace un año. De todas ellas, menos Callas, he sido testigo en vivo. Caballé, a quien se dedican las 14 representaciones con tres repartos, decía que Imogene es más difícil que Norma o Isolda, pero el papel del tenor no le va a la zaga y tanto Camarena como Yoncheva la consideran una de las obras más problemáticas que han abordado.

Densidad dramática

El problema es muy simple, el joven Bellini aún no se había despegado de Rossini, como se comprueba en la misma obertura, y exige a las voces las agilidades de aquél pero, al mismo tiempo, ya se sumerge en el romanticismo, añadiendo a ellas la densidad dramática. El proceso culminaría cuatro años después en la maravillosa «Norma» (1831), de cuyo final declaró el mismísimo Wagner que habría dado toda su carrera por haberlo firmado él. Luego, «I Puritani» (1835), no logró el mismo nivel.

La pareja protagonista ha de darlo todo desde el aria de entrada de Gualtiero «Nell furor delle tempeste», con amplio registro medio y notas estratosféricas que antiguamente se cantaban en falsetones y que hoy resultan inadmisibles, aunque el diapasón haya subido la afinación de las orquestas de 440 hasta superar los 445 para ganar brillantez, empujando a los cantantes hacia los agudos. Una ópera como ésta resultaría un dolor sin grandes voces en el escenario. El Real no las ha podido tener mejores.

Javier Camarena es sin duda el número uno en este repertorio. Reúne la consistencia vocal de un tenor lírico y una increíble facilidad en el agudo, combinado con una ejemplar naturalidad en el canto. Perfecto en la citada aria inicial, fue justamente aclamadísimo en su final «Tu vedrai la sventurata». Todo un tratado de belcanto.

Corría marzo de 2009 y el proyecto «Opera Estudio» que llevaba el Teatro Real presentó un «Don Pasquale» preparado bajo la dirección global de Ernesto Palacio. Se trataba de un proyecto pedagógico para acercar a los niños a la música. Cantaron muchos, pero sobresalió sobre todos ellos una joven que respondía al nombre de Sonya Yoncheva. Hace meses demostró en La Scala que podía con el papel de Imogene. Se reúne con las grandes citadas que lo han cantado desde el «Lo sognai ferito, esangue» para culminar ejemplarmente la escena final, con las notas graves y agudas y el sentimiento en el fraseo.

Aplausos para la escena

El papel de Ernesto es menos lucido, sin aria y con solamente un par de dúos, aunque no exento de dificultades ya que su tesitura es muy amplia. George Petean tiene potencia y calidad vocal, pero resulta un punto lírico y monótono. Tanto el coro como la orquesta compartieron la noche agraciada, con seguridad y calidad, bajo la batuta de Maurizio Benini, cuya principal virtud fue la que tiene que brillar siempre en el repertorio belcantista, ayudar a que los cantantes canten.

Mención muy especial merece la puesta en escena, en coproducción con La Scala, de Emilio Sagi, Daniel Bianco, Pepa Ojanguren y Alberto Fabra, respetuosa con el libreto, sugerentemente evocativa, bella y muy elegante. Como ya viene haciendo en otras producciones emplea espejos en laterales y el techo, cuyos movimientos le permiten cambiar ágilmente de escena. Hubo algunos momentos impactantes, como la simulación del hijo con una cortina enrollada y especialmente la entrada de Imogene en su gran escena final, de enorme belleza. Por una vez se escucharon bravos a una dirección escénica, lo que no es habitual. Una velada que entusiasmó porque, sinceramente, no se puede escuchar cantar mejor y orquesta y escena lo apoyaron. ¡Enhorabuena!