Destituyen al ministro de Cultura brasileño que copió un discurso a Goebbels
Roberto Alvim llamaba a la creación de un “arte heroico y nacional”
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El presidente de Brasil, el muy impresentable, airado y siniestro Jair Bolsonaro, al que alguien tan inteligente, culto, sensible y encantador como el gran Stephen Fry catalogó como uno de los tipos más inquietantes que había conocido, ha destituido a su ministro de Cultura, Roberto Alvim. Resulta que el amigo había grabado y dado carrete a un discurso no ya nazi en las formas o el contenido, la apariencia o el tuétano, sino nazi con copyright, nacionalsocialista de ley, tomado de un discurso del ministro Joseph Goebbels. Allí donde Alvim dice que «El arte brasileño de la próxima década será heroico y nacional. Estará dotado de una gran capacidad de participación emocional y será igualmente imperativo, ya que estará profundamente vinculado a las aspiraciones urgentes de nuestro pueblo, o de lo contrario no será nada», Goebbels explicó que «El arte alemán de la próxima década será heroico, romántico, objetivo y libre de sentimentalismo, nacional con gran patetismo e igualmente imperativo y vinculante, o nada».
Casi inmediatamente la embajada de Israel pidió la cabeza de Alvim, pues «esa persona no puede gobernar la cultura de nuestro país y debe ser destituido de su cargo de inmediato». Por supuesto no es la primera vez que Alvim hace o dice burradas. El propio Bolsonaro ha cimentado sus triunfos mediante el uso de una demagogia brutal e incivilizada que pretende conectar con las bajas pasiones del gentío. Transformar sus fantasmas, complejos, miedos e incertidumbres en abono terapéutico y combustible mediático. A cada zozobra los tahúres como Bolsonaro responden con toneladas de odio. Siempre teledirigido contra el enemigo, sea quien sea pero siempre a mano. Un manual de primero de guerrilla que en España ha sido importado con gran éxito por los grupúsculos e ideólogos enemistados con la democracia parlamentaria y que germinó en ese cataclismo para la ilustración, el humanismo y la belleza al que llaman Podemos.
Bolsonaro, que sabe leer las apetencias de la parroquia, abrió la puerta a un lengua nitroglicerina que le permite conectar con el fanatismo evangélico, un semillero de votos en cuarto creciente. Si el bueno de Alvim cayó en desgracia no fue por exaltado, que es algo que va de suyo, sino por torpe. Una cosa es admirar las tácticas doctrinales y operativas de los grandes propagandistas del totalitarismo y otra plagiar los discursos de portentos como Goebbels sin disimular la risa. El éxito de los populistas pasa por concebir el ágora como plató y por tratar a los ciudadanos como televidentes enganchados al goteo de basura. Pero de ahí a explicitar el origen y contenido calórico de la mierda que bulle en tu cabezas hay un trecho sólo al alcance de los muy cafeteros.