Liam Scarlett: auge y caída de una estrella del ballet
El Royal Ballet suspende al bailarín y coreógrafo tras ser acusado de mantener una «conducta sexual inapropiada»
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Con tan solo cuatro años descubrió que su cuerpo tenía un lenguaje propio únicamente interpretable a través del movimiento y con veintiséis, ese mismo cuerpo se cansó y la cabeza ocupó su lugar. Liam Scarlett abandonó temprano su carrera como primer bailarín del Royal Ballet Británico para convertirse en una prestigiosa estrella dentro de la institución y adoptar un cargo como artista residente diseñado ex profeso para él por el director actual del ballet, Kevin O’Hare. Responsable directo de algunos de los principales espectáculos de la compañía en los últimos años –incluida una nueva producción de «El lago de los cisnes» de 2018 que volverá a escena esta primavera–, parece que Scarlett no solo tenía necesidad de mover las piernas. También las manos. Considerado uno de los principales coreógrafos de Reino Unido, este originario de Ipswich ha sido suspendido por la casa que le vio crecer tras haber recibido fuertes acusaciones de «conducta sexual inapropiada» por parte de una bailarina de 33 años de la que solo se conoce el dato orientativo de que comenzó su carrera como bailarina, al igual que Scarlett, dentro de las paredes del Royal Ballet.
El periódico «The Times» ha hecho extensible esta acusación a varios estudiantes y exalumnos de la escuela, todos ellos varones, algunos de los cuales de manera completamente anónima habrían revelado a los responsables de la investigación disciplinaria abierta por la compañía declaraciones como estas: «Todos han tenido demasiado miedo para hablar. Él es el ganso que pone el huevo de oro. La gente compra entradas para ver sus coreografías» o «Es un mundo tan competitivo que no puedes perder una oportunidad. Así que cuando alguien con mucho poder te pide que hagas algo, estás programado para hacerlo». Desde la Prensa británica se habla de insinuaciones fuera de lugar a algunos de los estudiantes, tocamientos, peticiones vía telefónica de material con carga sexual por parte del coreógrafo hacia algunos de los bailarines, comentarios diarios sobre los genitales de algunos de ellos e incluso el periódico «The Sun» recoge la posibilidad de que Scarlett «tomara cocaína con los estudiantes». Fue en agosto del pasado año cuando según ha admitido el Royal Ballet empezaron a saltar las alarmas. Tal y como afirma un portavoz de la Royal Opera House, lugar donde se encuentra el Royal Ballet, «el individuo fue suspendido de inmediato y se abrió una investigación disciplinaria independiente».
¿Código de conducta?
Además de la toma inminente de medidas, la institución ha querido dejar claro la ausencia de dudas sobre su pulcritud moral a través de las siguientes declaraciones: «The Royal Ballet Company tiene un código de conducta para garantizar que el personal y los artistas visitantes siempre reciban apoyo. Como el proceso aún está en curso, y como un deber de cuidado con el personal y los artistas, no podemos hacer más comentarios hasta que se haya concluido el asunto».
Parece que la trayectoria profesional del que fuera anunciado en sus comienzos como «el chico maravilloso del ballet británico» podría tambalearse considerablemente como consecuencia de una querencia bastante poco ética a la piel ajena. De confirmarse las acusaciones, el cuerpo de baile fundado por Ninette de Valois perdería a uno de sus pilares actuales –cuyas obras han sido objeto de nominaciones a galardones tan importantes como los Premios Olivier y el National Dance–, pero sanearía sus filas. Por el momento, Scarlett ha elegido el silencio como defensa ante el señalamiento de los bailarines. Veremos hasta cuándo decide mantenerlo.