Carminho, cantar fado en pijama
La cantante portuguesa actúa hoy en el Auditorio Nacional, donde presenta su nuevo trabajo, “Maria”, su trabajo más personal, un retrato íntimo inspirado en su infancia
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Carminho tiene una apariencia frágil. Es una sonrisa pegada a una muchacha que posee una voz de oro. Un decir con cadencia. Habla un estupendo “portuñol”. Se esfuerza, como siempre hacen nuestros vecinos peninsulares, para que se la entienda. Y contesta con una dulzura que parece almíbar. Otra cosa es verla sobre el escenario. Tan etérea y rotunda al tiempo.
Esta tarde trae al Auditorio Nacional su arte en forma de fado. Presenta “Maria”, su disco, cuenta, más personal. “Está inspirado en mi infancia, mis memorias de niña, cuando escuchaba cantar el fado en pijama junto a mi madre. He aprendido mucho en las casas de fado, todo lo que sé. Escucharlo en vivo es muy emocional, muy especial. Y quería plasmar esta experiencia en vivo en la que todos estamos tocando. Por ser inspirado en mis memorias lo he producido también yo”.
Ella es una habitual de nuestros teatros, de espacios recogidos en los que invita a escuchar con los cinco sentidos. En su nuevo trabajo ha compuesto 7 de los 12 temas: “Componer es diferente a interpretar, que me encanta, aunque los temas no sean míos. Cada vez escribo más y me dedico más también a la parte musical. Siento que a veces cuando estoy eligiendo tengo que ser justa con los temas, pero es necesario seleccionar”.
Un voz rota
De ella se ha dicho que es una de las renovadoras del fado y una de sus actuales valedoras. Y ella, con esa voz queda, un punto rota, dice que se siente muy honrada por poder representarlo: “Es una responsabilidad, pues tiene sus reglas, sus raíces y su historia que he de respetar, pero no lo siento como un fardo, como algo que me pese. He aprendido a cantar el fado al tiempo que aprendí a hablar portugués. Es mi lengua madre, lo natural para mí”.
Su madre tenía una casa de fados. Y allí, a la niña le salieron los dientes. Cada noche, pegada a su madre, una cantante también de voz rasgada, vivía una fiesta única porque, dice, ese momento de comunión no se parece a ningún otro, “pues depende de las energías del quien canta y de quien lo escucha. Cada noche es única. El fado representa la identidad de un pueblo, como el flamenco. Y representa a gente de un lugar específico y es lo que lo hace diferente y atractivo al mismo tiempo”.
Carlos do Carmo, retirado no hace mucho, la enorme Amália Rodrigues. Camané, Ricardo Ribeiro, Mafalda Arnaut, Ana Moura y muchos, muchos más que han venido detrás. Y los que ahora lo llevan por bandera, como Carminho. ¿Qué hay que cambiar del fado para que no cambie? “Hay que respetar su identidad. Tiene que caminar con los tiempos, con la contemporaneidad. Es de hoy, en una lengua viva que evoluciona. Un instrumento de los pensamientos de quienes están hoy aquí y se expresan a través de ellos. Traerlo a nuestros días es la única forma de mantenerlo vivo”.
Y sale, cómo no, Rosalía en la conversación, una artista grande grande, “que conoce bien su lenguaje y que entiende tanto sus orígenes como sus límites. Solo así se pueden explorar nuevas formas y nuevos caminos. Ella hace el flamenco de una manera contemporánea”.