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Princesas galácticas, cowboys y otros rebeldes en el cine

El escritor y profesor David Felipe Arranz reúne en su nuevo libro una galería de aquellos talentos indomables delante y detrás de las cámaras
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Imaginen a la Princesa Leia y a James Bond a los mandos de una diligencia acechada por pieles rojas. O a Sylvester Stallone y Heddy Lamarr navegando en un crucero espacial amenazado por asteroides. O a Siena Miller y Jerry Lewis protagonizando un apasionado romance con la Guerra de Secesión de fondo. Un jugoso caos que en «Indios, vaqueros y princesas galácticas. Los rebeldes del cine» (Sial Pigmalión), libro de David Felipe Arranz, adquiere la armonía de la charla cinéfila, la amenidad de esas conversaciones que brotan una vez que las luces se encienden, las salas se vacían y nos amotinamos para no retornar a nuestras vidas. No en vano, el autor se identifica con la Alicia de Lewis Carrol: hace mucho que atravesó el espejo de la ficción y no tiene ninguna intención de regresar. Y precisamente de rebeldes va su nuevo libro: una recopilación de artículos y ensayos publicados en los últimos diez años (El Huffington Post, CTXT, El Norte de Castilla, Versión Original, Making of...) en los que escritor y profesor de Periodismo de la Univesidad Carlos III de Madrid se muestra fascinado por la delgada línea que separa la ficción de la realidad: aquellos hombres y, especialmente, aquellas mujeres de carne y hueso, pero soñadas en celuloide, que no eran capaces de renunciar a su personalidad cuando las cámaras comenzaban a rodar.
Sabíamos las influencias japonesas de George Lucas a la hora de diseñar su trilogía galáctica, sobre todo por los paralelismos de «La guerra de las galaxias» (1977) con «La fortaleza escondida» (1958) de Kurosawa. Pero... ¿el western? «Sí, como también del cine bélico de la II Guerra Mundial o las tramas provenientes de la tragedia griega. De todo esto se ha hablado mucho, pero poco de por qué nos gusta tanto el personaje de Leia, aparte de la fuerza que le imprime Carrie Fisher, que nos dejó viudos a un par de generaciones. En cualquier caso, el pistolero mercenario que pone su revólver al servicio de un pagador, el samurái medieval y Han Solo haciendo cuentas con Jabba el Hutt no hay muchas diferencias…», explica el escritor vallisoletano. Así, Lucas «preparó una mezcla explosiva de los géneros en su coctelera de Lucasfilms y le salió una maravilla, La guerra de las galaxias, con un ingrediente preponderante de cine del Oeste, ya no solo por la escena del puerto de Mos Eisley, sino por todo el planteamiento en sí. Unos forajidos salen en una veloz “diligencia fordiana” con dos cazarrecompensas en busca del amor y la redención hacia horizontes lejanos, hacia un duelo final a muerte y salvaguardando la vida de una dama de la alta sociedad, luchando por un país libre. Es sensacional».
Efectivamente, hubo otras princesas galácticas antes que Leia. Más de las que podríamos creer. “Hubo mujeres fuertes y armadas hasta los dientes, como la Marlene Dietrich de Encubridora, la Jeanne Crain de La pradera sin ley, la Jean Simmons de Horizontes de grandeza o la Eleanor Parker de La novia salvaje”, explica David Felipe Arranz. “La princesa Leia es una decantación de todas esas mujeres y es su heredera porque, a pesar de conducirse con esa rotundidad y peligrosidad, de poner al “héroe” en su sitio y ajustar cuentas con él, son unas románticas irredentas”, afirma Arranz.
Sin embargo, los tiempos cambian. “En el Episodio IX. El ascenso de Skywalker, la protagonista es más una guerrera samurái pendiente de buscar sus orígenes o encontrarse a sí misma que de andar enamorándose demasiado de nadie… Sí hay atracción, pero las chicas guerreras del cine galáctico no están para demasiados romanticismos”.
La cinefilia le viene a Arranz casi de cuna. El escritor «culpa» de su primer recuerdo cinematográfico a la televisión: la emisión de «El fantasma de la ópera» (1962) de Terence Fisher, en TVE. Recuerda la fecha: el 14 de octubre de 1978. «La vi entera escondido detrás del sofá sin que mis padres se diesen demasiada cuenta». Ese mismo año, en el vallisoletano Teatro Calderón, vio el reestreno de «La Cenicienta» (1950) de Disney. «Tenía tres años y recuerdo muchas escenas de ambas películas, así como una cierta sensación “reconfortante” de miedo, incluso en la cinta de dibujos animados –cuando Lucifer persigue a los ratones–. Pero apenas son fogonazos».

Maximilian Schell, a contracorriente

Sin embargo, si tiene que quedarse con un momento en el que su «uso de razón cinematográfica» comenzó a despertarse, fue en abril de 1980, con «El abismo negro» (1979). «Era cuando·los menores entraban acompañados. Mis tíos me llevaron a ver esta maravilla de la ciencia-ficción con Maximilian Schell, que desde entonces es mi referente cinéfilo a medida que lo he ido descubriendo: Schell es mi actor-director por antonomasia, y supongo que tuvo mucho que ver aquella sesión». De hecho, en el libro escribe sobre su proyecto a contracorriente con Edward Dmytryk de «El hombre que no quería ser santo» (1962).
Un año después, «el 28 de junio de 1981 TVE emitió Matar o no matar, este es el problema, con Vincent Price, una poderosísima comedia negra sobre un actor shakespeariano que enloquece por las malas críticas de los periodistas de Londres y comienza a liquidarlos uno a uno. Era una película “de mayores”, con escenas de crimen y violencia que avisaba de su calificación con uno o dos rombos. Me las veía todas y las recuerdo todas también».
Así, el peculiar universo de «Indios, Vaqueros y princesas galácticas» lo pueblan criaturas como Budd Boetticher –«cuyo cine es fuente directa para Lucas»–, Hedy Lamarr –«prodigiosa mujer dotada de una mente privilegiada e inventora del sistema wifi»–, John Huston, Stanley Kramer, Edgar G. Ulmer, Valerio Zurlini, Antonioni, el húngaro Géza von Radványi, Jerry Lewis, Robert Redford, un rebelde Clint Eastwood filmando una insólita «Lolita» en 1973 con William Holden –Primavera en otoño–, Basilio Martín Patino –«mi cineasta español por excelencia»–, etc. Y entre todos estos indomables creadores no puede faltar la rebeldía de de Oscar Wilde, George Bernard Shaw, William Faulkner o Stephen Crane «como generadora de grandísimas películas».
Anoten una rebelde más que podría protagonizar su próxima obra. «Se trata de Sienna Miller, un caso muy curioso del panorama cinematográfico, algunos de cuyos rasgos anticipo en este libro cuando escribo que en Interview “Miller, descalza, repantingada en un sofá y con una copa de vino tinto en la mano” puede dar la vuelta como un calcetín a la profesión periodística. Ella interviene en los guiones y ha creado una marca elegantísima y hondamente femenina que va más allá del séptimo arte y que habla de una mirada sobre la vida y la cultura, la misma que tenía Marilyn Monroe. Será una sorpresa».