Música inglesa en la OCNE
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Obras de Vaughan Williams y Holst. Jane Archibald y Benjamin Appl. Orquesta y Coro Nacionales de España. Director: Eiji Oue. Auditorio Nacional. Madrid, 9-II-2020.
El público que acudió -con bastantes claros el domingo- al concierto semanal de la Orquesta y Coro Nacionales seguro que se llevó una sorpresa agradable. Gran parte lo hizo con el reclamo de “Los Planetas” de Holst, cuya música les es muy familiar tanto directamente como vía “La guerra de las Galaxias”. No les defraudó, ya que desde el potente y sonorísimo “Marte, el portador de la guerra” que abre la pieza se mantuvo un gran nivel, con energía pero también matiz y detalle en el lirismo de “Venus” o los contrastes de “Saturno”, la pieza preferida de Holst entre todas ellas. Nos llegaron los ecos de Debussy en “Mercurio, el mensajero alado”, de Dukas en “Urano, el mago” o de Ravel en la parte final “Neptuno, el místico”, con su etéreo final coral, que contrasta con el “Marte” inicial.
Pero la sorpresa fue para muchos “Dona nobis pacem” de Vaughan Williams (1872 – 1958), una especie de réquiem a punto de empezar tanto la Segunda Guerra Mundial como la civil española. Él y Holst fueron amigos estrechos y representan perfectamente la música inglesa de su época antes de la llegada de Britten. De hecho, en la década de 1930, Williams se convirtió en el compositor de mayor reconocimiento en la música británica, fama que creció tras las muertes de Elgar, Delius y Holst en 1934. “Dona nobis pacem” fue escrita y estrenada en 1936. Williams escribió esta plegaria a la paz entre el desconsuelo de la Primera Guerra Mundial y el miedo al estallido de la Segunda, adaptando textos de la misa católica, tres poemas de Walt Whitmann, un discurso político y una selección de fragmentos de la Biblia. La partitura pasa por una amplia gama de estilos, desde la canción neobrahmsiana de “Toward the Unknown Region”, el poder de su “Cuarta Sinfonía” (1934) e incluso la energía de “El viejo rey Cole” de los años veinte, pero sin que parezca una recopilación de músicas previas.
Fueron inteligibles los textos tanto de los muy correctos solistas, siendo de destacar la dulzura de la soprano Jane Archibald, como del coro, además de proyectarse la traducción castellana en pantallas. Eiji Oue puso claridad rítmica, moldeó los pasajes más melódicos e impregnó de fuerza sus partes más potentes, aquellas que rememoran el “Dies Irae” verdiano.
Un excelente concierto que sigue la senda en ascenso de la OCNE y que fue largamente ovacionado por los asistentes.