Aleixandre, desnudo frente a Gregorio Prieto
Fundación Banco Santander recopila en «Visitar todos los cielos» un total de 84 cartas inéditas que Vicente Aleixandre le escribió al pintor Gregorio Prieto durante cinco décadas
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Para Vicente Aleixandre, nada que estuviera situado fuera del marco totalizante de la belleza podía resultarle ajeno. El poeta sevillano que se convirtió en emblema de una Generación como la del 27 –tan ávida de futuro y de progreso, tan partidaria de lo subjetivo– siempre quiso visitar todos los cielos, conocer todos los cuerpos, habitar todas las pieles y quedarse en todos los ojos. Entre las posibles formas de agarrarse a la vida eligió el amor como herramienta ejecutora, como pareja de facto, como apellido del espíritu, y ahora, esa exaltación sublimada de las emociones sale a la luz por primera vez y queda recogida en «Visitar todos los cielos», una compilación de cartas que Aleixandre escribió al pintor Gregorio Prieto y que la colección «Cuadernos de obra fundamental» de la Fundación Banco Santander publica gracias a la coordinación de su responsable literario Javier Expósito.
Entre las páginas respiran las letras de un total de ochenta y cuatro cartas (72 de ellas fechadas y 12 sin fechar) de las cuales más del 90% son completamente inéditas y resumen cinco décadas de confesiones íntimas, narraciones libres, reflexiones dilatadas sobre el arte, la amistad, la armonía y el alma y relatos anecdóticos que sirven como reflejo de una época de ebullición literaria en las que el papel se convierte por necesidad y por vocación en depositario eventual del deseo. El escritor y periodista de LA RAZÓN Víctor Fernández, encargado de prologar el libro, culmina así un intenso proceso de investigación en el que se ha tenido que enfrentar a la observación de múltiples documentos procedentes tanto del archivo del pintor –en el que constan más de 16.000 objetos entre cartas, pinturas, bocetos y borradores–, como de los procedentes de la Fundación Vicente Aleixandre.
Confesiones como las que el poeta le profiere a Gregorio en septiembre del 31: «Amo a montones, esto es una catarata, me voy quedando en todos los ojos y a todo le hallo su núcleo, su yema esencial o meritoria que me lo hace deseable. Carnal o solo espiritualmente voy deseando a casi todo y a todo le encuentro hermosura o gracia, o simplemente juventud, que me basta» constatan la idea de «amor panteísta» que ha mencionado Expósito durante la presentación del libro: «En estas cartas Aleixandre se nos muestra muchas veces desnudo, profundísimo, veraz, devoto de un amor humano y divino, carnal y espiritual que en algunos momentos alcanza cotas de éxtasis lírico y libertad absoluta». El intercambio de inspiración y obra entre el pintor y el poeta ocurre con bastante frecuencia en sucesivos fragmentos: «Gracias, Gregorio, por esa foto de un cuadro tan fino, lleno de una elegancia recóndita y delicada. Lo guardo para ponerlo en mi cuarto de Madrid. ¡Lástima que al escribir la dirección la tinta traspasase y manchase un costado! Tienes razón: ahora me he acordado de que mi “Adolescencia” te la envié hace tiempo. Mi predilección por él y su fácil línea adolescente tienen la culpa de la repetición. Para subsanarla te va ahora mi “Juventud”».
¿Solo amigos?
La relación generosa y nada exigente que entre estas dos fuerzas creativas de la Generación del 27 se forja no trasciende sin embargo los límites de la amistad. A pesar de lo que algunos pudieran pensar si cayeran en el error de interpretar tal y como indicaba Elvira Lindo (que también se encontraba en la presentación de la obra) los códigos del pasado con las pautas del presente. Cuando Aleixandre pregunta a Prieto «¿de dónde has sacado ese juego avidísimo, esa alma que te arde en la garganta, en el pecho, ese todo tu ser?» o se queda pasmado «al verte como se te ve cuando se te conoce, alegre, reidor, no se adivina la cantidad de pasión que es capaz de quemarse en ti, de encenderte. Ese volcán lo eres tú, ese fuego es tuyo», lo que pretende expresar no son más que puros empujes, apreciaciones motivacionales para que ese «pintor de claridades y de sombras hermosas, de bellos cuerpos y de pincel limpísimo» se abra a la vida, pero esencialmente se entregue al amor. «Estás hecho para el amor hasta las puntas de tus cabellos. Si no hay más que oírte: palpitas, vibras como una lira al paso del viento. Tú esto lo sientes, te veo, eres magnífico, como hay que ser, como se debe ser. (...) Viva la desnudez y la pudorosa impudicia de los cuerpos encendidos, prestos para el amor. ¿Es eso digno de vergüenza? Yo no lo siento así», le insta. Nada de bochornos ni rubores a destiempo y «viva el arte, la belleza y el amor».