Años de radio
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Esta es la semana de la Radio y justo en el propio Día Mundial de la Radio, el jueves, fallecía uno de sus creadores, Jorge Arandes, promotor de aquel inolvidable programa “Fantasía” junto a Federico Gallo, pero más que por aquel programa yo conocí su voz por retransmisiones de ópera. A él se debe la Radio en bloques de hoy. La Radio bien merece un homenaje. Va a ser el mío algo muy personal con la intención que provoque en ustedes sus propios recuerdos a través de los míos.
“A mis soledades voy, de mis soledades vengo”, esto ha sido y es la Radio para mí, prácticamente desde niño, cuando en los años cincuenta empecé a gozar de su existencia. De la rejilla de aquel trasto grande salía una voz contando cuentos, también algunas canciones infantiles que ahora ya no suenan. Entonces los niños estábamos allí, escuchando, mientras nuestras madres preparaban la cena, porque no teníamos tablets.
Crecí, desaparecieron los cuentos, llegaron las radionovelas y la radio me descubrió a Paul Anka y al Dúo Dinámico. Me empezó a gustar la música y también descubrí mis primeros vinilos. Seguí haciéndome más grande físicamente mientras la Radio empequeñecía por fuera, pero crecían sus contenidos. Un día escribí a un concurso de la SER en un programa dominical, El Gran Musical, que comandaban Tomás Martín Blanco y Rafael Revert. Nos citaron a unos cuantos para entrevistarnos y los elegidos fuimos invitados a un viaje al Olympia parisino a escuchar a Los Bravos y Johnny Hallyday.
Otro día, a loa 14 o 15 años y por casualidad, al hacer lo que ahora llamamos zapping, de ella salieron unas notas mágicas, eran los acordes iniciales de la “Novena” de Beethoven. Me quedé prendado hasta el final de aquella retransmisión en vivo con Karajan y los berlineses. Mis recuerdos vuelan luego a Barcelona, a aquel maravilloso Liceo desde donde Juan Lluch transmitía sus óperas con repartos inolvidables contratados por Juan Antonio Pamias con su dinero.
Muchos son los recuerdos de aquellas retransmisiones en cuyos descansos realizaba análisis críticos el doctor Colomer Pujol, pero justo hoy he de recordar una “Cenerentola”, en 1971, con Teresa Berganza y es porque ayer pasamos la tarde juntos en el Croché de San Lorenzo de El Escorial. Una amiga querida, conocida por fuera de la música desde que, como ella recuerda, yo casi llevaba aún pantalón corto, pero cuya entonces fama musical no hubiera sabido de no ser por la radio. Escuché a través de ella las voces que me entusiasmaron como para viajar a escucharlas en vivo: Caballé, Nilsson, Bergonzi, Di Stefano… Las escuché y entablé amistad, hasta con Pamias. ¡Quién lo iba a decir!
Y, un día más, me llamaron para realizar y presentar unos programas en Radio EL País los sábados y domingos por la mañana, a los que luego sucedieron otros en la hoy desaparecida Sinfo-Radio. A Pilar Miró le gustó mi voz radiofónica y cómo transmitía mi afición a la audiencia y me encargó el programa Melómanos en la 2 de TVE, cuando sólo había dos cadenas, en 1988…
Me fui haciendo mayor y la radio cada vez más pequeña. Pasó por los transistores, por los móviles y llegó a los relojes. La seguí escuchando en el coche, cuando voy solo, al levantarme solo por las mañanas y de la música pasé de Luis del Olmo y “Protagonistas a “Los que madrugan” de Alsina en Onda Cero o a los “fósforos” de Carlos Herrera.
Sí, la Radio ha acompañado muchas de mis soledades y a ella le debo mi amor por la música y las noticias. ¡Mucha gracias Radio!